Nuevamente resguardado tras los fuertes muros de Winterfell, Daemon se despertó en su lecho, impulsado por la pesadilla que lo azotó como tantas otras noches. Aunque no era lo que recordaba. No se había dormido en Winterfell, ni siquiera lo había hecho al sur del Muro.
Fue en la batalla contra los muertos en el río congelado. Viserion había muerto. La última vez que Daemon lo vio sus ojos se cerraban antes de caer al agua. El mismo dolor que sintió en ese momento volvió a atravesarlo.
Los muertos se abalanzaron sobre él antes de que llegaran al grupo. Lo encerraron, pero la ira que se acumuló en su interior fue expulsada por la hoja de su espada, cegándolo una vez más. Su odio hacia aquel que asesinó a su dragón, el Rey de la Noche, hacia Jon Snow, hacia los muertos, la profecía, los Siete Reinos.
Lo último que recordó fue estar rodeado por cadáveres, decenas de ellos a sus pies, pero eso tuvo su consecuencia. El hielo se quebró bajo suyo, dejándolo caer a las frías aguas del norte. La oscura corriente lo envolvió, arrastrándolo hacia las profundidades desconocidas mientras luchaba contra la corriente y la pesadumbre que lo sumergían en un abismo gélido y oscuro.
Se había repetido incontables veces que él era un dragón. No tenía frío, no podía sentirlo. No necesitaba a nadie. El fuego que se apagaba en Viserion aún ardía dentro suyo, así que, con un último impulso, levantó Blackfyre y la clavó con toda su fuerza en el hielo.
—Rey Daemon —una doncella entró a la habitación con un cubo de agua caliente, sacándolo de sus pensamientos —. Ha despertado. Le diré inmediatamente a la reina.
—¿Dónde está la reina? —preguntó. Su mandíbula estaba tensa, no por el esfuerzo que necesitó para ponerse de pie, sino por la furia que aún mantenía.
—En el Gran Salón, Alteza.
Daemon asintió en silencio y le pidió a la doncella que lo ayudara a vestir. Nada le dolía, ni siquiera la herida del abdomen. Ató con fuerza la vaina a su cinturón y esperó a que le trajera su capa.
Cuando salió de la habitación, sus pasos resonaban amenazantes por los pasillos de Winterfell. "El dragón había despertado", pronunciaría Daenerys. Señalaría que sus ojos violetas se habían vuelto tan oscuros que parecían grises, comparándolo con su hermano Viserys cuando se enfadaba con ella. Pero no era como él. Daemon jamás la lastimaría. A ella no.
—¡Snow! —los guardias abrieron las puertas del Gran Salón para él.
El bastardo de Winterfell estaba sentado en el centro de la mesa, con Daenerys y su hermana Sansa a sus lados. Sin embargo, Jon Connington se abalanzó hacia él para detenerlo, comprendiendo el tono amenazante de su paso.
—Majestad, debe tranquilizarse —le susurró.
—No me digas qué hacer —Daemon lo apartó de su camino y se detuvo frente al Rey del Norte —. Te dije que no fueras. Te lo ordené.
—Daemon, lo siento...
—¡Me desobedeciste y ahora un dragón ha muerto! —golpeó con todas sus fuerzas la mesa, dejando el salón en completo silencio —. Fue todo tu culpa.
Sus palabras resonaron haciendo eco. Jon permanecía en silencio, evitando la mirada del rey, consciente de que tenía razón. Por otro lado, Sansa lo observaba ofendida, como si no aceptara el tono en el que se dirigían a su hermano. Y lo expresó en voz alta.
—Podrá llamarse rey de todo lo que quiera —la pelirroja se puso de pie —, pero en el Norte, el rey es Jon. Deberás tratarlo como tal.
—Si tu hermano es rey, debería poder hablar por sí mismo, ¿o no? —la miró desafiante, obligándola a volver a sentarse. Daemon regresó su vista a Jon Snow —. Yo me encargaré de hablar con Cersei. Tyrion, envíale un cuervo a tu hermana y establece una reunión.
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El Dragón Negro «Una Canción de Hielo y Fuego»
Fanfiction"¿Y tú quién eres?" dijo el orgulloso lord. Así comenzaba la melancólica melodía de las Lluvias de Castamere, una canción conocida por muchos como el himno de la casa Lannister. Al oírla, era de suponer que algo malo pasaría. Eso ya no ocurría con c...