Capítulo VI: Vientos de guerra

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La sala de reuniones estaba iluminada por el resplandor de las antorchas que se reflejaba en la mesa tallada de Westeros. Los miembros del consejo, así como los reyes Daenerys y Daemon, se acomodaron alrededor, dispuestos a discutir la estrategia que seguirían en los próximos movimientos de la guerra. Tyrion fue el primero en expresar sus pensamientos.

—La debilidad de los Lannister está en su riqueza, no en sus ejércitos —comentó, mirando a Daenerys y compartiendo una mirada significativa con ella—. Enviemos a los Inmaculados a Casterly Rock. Cortemos las rutas comerciales que financian su guerra. Será un golpe económico que los debilitará sin que tengan la capacidad de defenderse.

Daemon asintió, aprobando la sugerencia.

—Eso será hecho. Además, mientras los Inmaculados cumplen esa misión, yo y los Capas Negras escoltaremos a Lady Olenna Tyrell a Highgarden. Reforzaremos nuestra alianza con la Casa Tyrell y aseguraremos el respaldo del Dominio.

—La flota de hierro puede buscar al ejército de Dorne —al mencionar Tyrion su flota, Asha Greyjoy, levantó la mirada —. Si logramos unir nuestras fuerzas, podremos marchar hacia King's Landing con una fuerza imparable.

Olenna Tyrell, con su presencia imponente, tomó la palabra.

—Entonces, usarán nuestros ejércitos para luchar contra los Lannister y los suyos irán a los lugares pacíficos.

—Los Legionarios y yo iremos con usted, lady Olenna, pero regresaremos para unirnos a los Inmaculados de camino a King's Landing —explicó Daemon, aunque desganado, poniendo la ficha de su ejército en Highgarden.

—Llegaremos a tiempo, nuestros caballos son rápidos —añadió Rylon. 

—¿Están todos de acuerdo? —preguntó Daenerys, con todos asintiendo a su favor 

—La Flota de Hierro es suya, Majestad.

—Highgarden también.

—Bien. Ahora déjenme con mi esposo, por favor. 

Una vez que los consejeros y aliados abandonaron la sala de reuniones, Daenerys y Daemon quedaron solos. Ella había notado su expresión durante toda la reunión, y ahora quería discutir lo que nunca pudieron. Se acercó a su esposo, buscando su mano.

—¿Qué es lo que opinas? —le preguntó, mirándolo con una sonrisa a pesar de la desconfianza que sentía. 

—No deberíamos separarnos —dijo, sin más antelación. Tomó la mano de Daenerys y la llevó a sus labios, besándola con ternura —. Es peligroso. Aún no conocemos las tácticas que utilizan aquí.

—Tyrion sí y él cree que es un buen plan. 

—¿Por qué de pronto debemos obedecer a Tyrion? —se alejó de ella bruscamente —. Es un Lannister, después de todo. Una serpiente cambia de piel, pero sigue siendo venenosa.

—¿Qué te ocurre? —inquirió, extrañada por su comportamiento. No se había comportado tan errático desde que dejaron Essos.

—No estoy seguro con la estrategia, y cuando no estoy seguro con la estrategia es porque sé que algo saldrá mal —se apoyó en la mesa y miró donde se librarían las batallas, pensando qué podrían hacer. 

—Las personas que estaban aquí tienen más experiencia que tú en Westeros. Podrás haber ganado cientos de batallas en el este, pero aquí todo es distinto, Daemon.

Daemon suspiró, liberando la tensión acumulada en sus hombros. Se volvió hacia Daenerys, su mirada reflejando la carga de preocupación que llevaba consigo.

El Dragón Negro «Una Canción de Hielo y Fuego»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora