Capítulo XXXV: Las arenas de combate

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Las arenas de combate de Meereen eran un majestuoso coliseo ubicado en el corazón de la ciudad. Estaban rodeadas por imponentes muros de piedra y se extendían en un amplio espacio al aire libre, diseñado para albergar intensos enfrentamientos gladiatorios. El suelo de la arena estaba cubierto de una fina capa de arena suelta, que proporcionaba un escenario perfecto para los combates cuerpo a cuerpo y exhibiciones de habilidades marciales.

El coliseo contaba con gradas escalonadas y balcones tallados en la roca, que se alzaban alrededor de la arena principal. Estas gradas eran ocupadas por una multitud ferviente de espectadores que ansiaban presenciar los emocionantes enfrentamientos. Desde la comodidad de sus asientos, los asistentes disfrutaban de una vista panorámica de la arena, asegurándose de no perderse ni un solo detalle de la acción.

El ambiente en las arenas era una mezcla de emoción, anticipación y tensión. El estruendo de los aplausos y los gritos de la multitud se mezclaba con el choque de las armas y el rugido de las bestias que a veces se utilizaban en los enfrentamientos. La atmósfera era electrificante y cautivadora, sumergiendo a los espectadores en una experiencia sensorial única.

—¿Para qué le llaman entrenamientos si terminan dañándose de verdad?— preguntó la khaleesi, pues le habían dicho que la montaña de cadáveres que había a un lado del pozo fue producto de los entrenamientos del día anterior.

—De ahí sacan a los mejores— respondió Daemon, sentándose junto a ella en los incómodos tronos de ébano que estaban apostados en el palco real —. Es una forma de ahorrar tiempo y dinero.

Hizdahr zo Loraq estaba sentado a un lado de ellos, en un pupitre más abajo, aunque las emociones del ghiscari eran realmente distintas a la de los dragones, pues él se mostraba contento e impaciente, mientras que la reina parecía disconforme y preocupada. 

—Khrazz tendrá el honor de la primera muerte del día— les dijo Hizdahr —Nunca hahabido un luchador mejor.

Khrazz era meereeno, de humilde nacimiento, un hombre alto con un cepillo duro depelo rojo y negro corriendo por el centro de la cabeza. Su enemigo era un lancero depiel de ébano de las islas del verano, cuyos empujes Khrazz mantuvo a raya durante untiempo, pero una vez que se deslizó dentro de la lanza con la corta de sólo hubo unacarnicería. Cuando ésta estuvo hecha, Khrazz cortó el corazón del hombre negro, lolevantó por encima de su cabeza rojo y goteante, y dio un mordisco al mismo.

Incluso Daemon, que tan acostumbrado estaba a ver la sangre, sintió nauseas con esa escena. Pidió a Irri una copa de vino la cual la dothraki rellenaba constantemente a petición del monarca. 

Los luchadores variaban, qarthienses pálidos, negros de las islas del verano, Dothraki de piel cobriza, Tyroshiscon barba azul, los hombres de cordero, Jogos Nhai, hoscos Braavosi, medio hombresde piel manchada de las selvas de Sothoros. Y todos ellos eran parte del combate que había comenzado, pero uno de los guerreros destacaba entre los demás. Era un hombre alto y fornido, con una armadura de aspecto imponente. Su espada se movía con una elegancia letal, cortando el aire con precisión mortal. Daenerys no podía apartar la mirada de él, incluso Daemon sentía un atisbo de reconocimiento, pero no podrían verlo por el yelmo que cubría su cabeza. 

—¿Quién es ese hombre?— preguntó el Blackfyre a Hizdahr, pero el ghiscari no tuvo respuesta, no lo conocía —. Es un caballero— notó por la calidad de sus movimientos. Pero temía qué caballero era. 

—Si a Su Majestades les place puedo detener todo para saber el nombre de tal fiero guerrero— espetó el ghiscari con condescendencia, pero Dany se negó, tal vez porque no quería saber lo que ya creía asumir —. Se viene el espectáculo de los enanos— anunció entre risas. 

El Dragón Negro «Una Canción de Hielo y Fuego»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora