42. El secreto de Hermione.

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—¡Lo que ustedes hicieron es imperdonable, ningún alumno en toda mi historia como profesora de Hogwarts se había atrevido a tanto! —soltó la mujer en un chillido, daba la impresión de que sus enormes ojos estaban a punto de salir de sus orbitas, se aplastó en la silla acompañado de un bufido, tenía el cabello suelto, cosa que no era muy común, pero la cosa es que la directora venía de su habitación, eran plena madrugada.

—Eso debió de haber sido hace mil años—murmuró Ron de manera casi inaudible en el oído de Harry.

Harry no tuvo que hacer mucho esfuerzo para no reírse, pues se encontraba con el culo en la mano por los nervios, no había forma en la que viera lo divertido en la situación.

En toda su vida como alumno en Hogwarts, nunca se había preocupado tanto por ser expulsado como en este momento.

No quería que lo expulsaran después de todo lo que había tenido que pasar, la manera en la que tuvo que volverse a adaptar, los maravillosos amigos que había hecho en el camino.

El maravilloso novio que se encontraba respirando agitadamente a su lado.

No podía soltar todo por la borda, no después de lo mucho que le había costado recuperar la estabilidad que ahora tenía, no cuando había ganado tanto.

—De hecho sí, Minerva—contestó el hombre de una de las pinturas, el profesor Dumbledore.

—Y para ser más precisos, esos alumnos son exactamente los mismos que se atrevieron a tanto, hace casi 6 años—añadió el hombre de la otra pintura, el profesor Snape.

Harry no podía culparse a sí mismo o a sus amigos por lo sucedido, estaban extasiados, todas las pruebas que su mejor amiga se había hecho resultaron negativas, hace apenas unas horas todas habían explotado en gritos y aplausos observándolas en el tablero del Ford Anglia.

Nunca los había visto tan felices y aliviados, era casi como si hubieran vencido a Voldermort nuevamente.

Y justo como había sucedido años atrás, el coche se había vuelto loco apenas llegó al colegio y había chocado con el sauce boxeador.

No les dio mucho tiempo de escabullirse, cientos de alumnos los habían visto desde las ventanas de sus habitaciones, la fiesta en Gryffindor se había apagado y la Directora Minerva lucía como si estuviese a punto de darle un infarto.

—¡No es lo mismo! En esta ocasión violaron las reglas del colegio, salieron del castillo sin permiso y entraron a el destruyendo una de las reliquias naturales más preciadas de nuestra escuela—exclamó la mujer, pues en esta ocasión, el auto y el sauce boxeador parecieron tener una aún más turbulenta pelea en la cual varias ramas del mítico árbol terminaron en el suelo.

—Más bien el árbol destruyó el auto—aclaró Blaise levantando la mano, Theo le dio un golpe en la nuca para que se callara, a pesar de que el comentario estuviera tan fuera de lugar, era cierto, pues después de la riña que tuvieron, el automóvil cayó en peores condiciones de las que ya había estado.

—¡Silencio, Zabini!

—Con todo respeto, profesora, pero todos nosotros somos adultos, tenemos derecho de salir cuando queramos—replicó Theo.

—Sí—coincidió la directora—. Si es que ya no quieren volver.

Hermione soltó un chillido ahogado y se tapó la boca con las manos, por un momento parecía más asustada que cuando creía que estaba embarazada y cuando casi pierde la vida en el coche.

—Además, las jovencitas Luna Lovegood y Ginny Wesley siguen siendo menores, no puedo creer que se arriesgaran a sacarlas del castillo, sobre todo ustedes dos—sentenció la profesora viendo fijamente a Ron y Harry.

The calm before (after) the storm | Drarry |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora