Capítulo XXIII

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El silencio incómodo inundó lo que se supone debía ser una plática dulce y tranquila, un regreso a casa reconfortante. Hinata miró la espalda de Minato mientras caminaba detrás, él no dijo una palabra desde que salieron del restaurante y eso no fue necesario, hablaba con su mirada, sus expresiones y la seriedad que no sabía que tenía.

Después de ese encuentro en Ichiraku, una charla extraña y un par de tragos, Shikamaru dijo que tenía que retirarse, no sin antes ofrecerse a llevarla a casa. Ella quiso que la tierra se la tragara.

—¿Qué pasa? —le dio alcance y lo miró con incertidumbre—. ¿Estás molesto?

Minato se tensó, molesto no sería la palabra que él usaría.

—No lo estoy.

Oh por supuesto, estaba bien. Por eso no había dicho una palabra en todo el camino, por eso no la miraba y se encerró dentro de su mente.

—No te creo.

Él se avergonzó de sí mismo, la expresión preocupante en la cara de Hinata lo hizo sentir como que estaba cometiendo un error. Siendo honestos, Minato tenía miedo. Miedo de que un hombre joven pudiera estar cerca de ella, hacerla reír. Tenía miedo de que alguien lograra apartarla de su lado.

—Estás celoso.

Ella sonrió y Minato se vio atrapado en esa verdad. Aún así se atrevió a negar:

—Nop, no lo estoy.

¿No lo estaba? Su novia era la mujer más hermosa de toda Konoha, era gentil, educada, amable, tenía todas las cosas que cautivaban a cualquier hombre. Entre todos ellos estaba Shikamaru Nara. El genio promesa. El futuro jefe del clan que era pieza clave en la Inteligencia de la aldea.

—De acuerdo, sí lo estoy.

Mierda, estaba ardiendo en celos. No engañaría a nadie con esa actuación barata y poco creíble. Entre sus pensamientos locos y desordenados, pudo sentir que Hinata lo detuvo de un movimiento.

—No tienes porqué.

—Él estaba demasiado... cerca. Y te tomaba la mano.

Minato vio todo en primera fila, el chico tenía un par de luces brillantes en los ojos cuando la miraba, le hablaba dulce y estaba nervioso a su alrededor. Él se daba cuenta de eso.

Él sabía cosas. Estuvo en ese lugar.

—Solo estaba brindándole mi apoyo. ¿No confías en mí? —la voz se le quebró.

—No es un problema de confianza. Yo confío, en serio, pero él... es evidente que no te ve de la misma forma que tú lo ves.

Hinata empezaba a entenderlo, él debía tener miedo. Esa clase de miedo intenso que sientes cuando tu loca mente juega contigo y te hace creer que tu pareja, la persona que amas, puede irse lejos de ti.

—Le gustas —dijo en un susurro, con la cabeza baja.

Todo lo delataba, había que ser ciego y sordo para no darse cuenta.

—A mí me gustas tú.

Hinata quería elegir las palabras correctas, algo que pudiera calmar su corazón. Hacerle saber que aunque los dos estarían rodeados de otros hombres y otras mujeres ellos seguirían eligiéndose. Y a pesar de todo, ellos podrían darse vuelta teniendo la certeza de que se amaban. De que se respetaban.

—Amor mírame —lo atrajo hacia ella—. Te quiero a ti. Y si viniera alguien más no cambiaría absolutamente en nada lo que tenemos, te sigo eligiendo y así será por mucho tiempo.

La luz que me guía [MinaHina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora