Capítulo II

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Minato se cuestionó por tercera vez el sentido que tenía la vida. Una vida sin ella que se le desvanecía como agua entre las manos, lo que lo llevó a...

Naruto era fuerte, el chico más decidido de todos y rogaba al cielo para que lo entendiera y sobretodo lo perdonara. Simplemente no resistía más el peso sobre sus hombros, vivir lleno de amargura es algo que no le deseaba nadie, jamás, el dolor silencioso que se tragaba a diario se había vuelto insoportable, insufrible. No podía, no quería más de eso.

A pesar de la tormenta que se desataba frente a sus ojos miró directo al cielo, el clima parecía ir en contra de la dura decisión que había tomado y entonces apareció su cara, fina y hermosa adornada de ese cabello extravagante que tanto adoraba, ansiaba tener otra oportunidad para besar los labios que lo trasladaban al paraíso, no obstante estaba consciente de que no la tendría de vuelta, se la habían arrebatado, la muerte fue cruel, despiadada, dejó a un bebé sin su madre y a un hombre sin su esposa condenándolos al suplicio. Por años toleró todo tipo de sufrimiento, desde el más pequeño hasta el más intenso con la convicción de un mañana mejor. Ese mañana nunca llegó. Había estado preguntándose ¿Por qué? ¿Qué hicieron mal? ¿No merecían acaso un poco de felicidad? Por más que trató hallar la respuesta no pudo, la vida estaba llena de injusticias.

Estaba cansado de sufrir en silencio. Minato se llevó una de sus manos a la cara y la recorrió con sus dedos ásperos, no tenía cicatrices visibles, eran más bien internas, en el corazón. Él estaba lleno de ellas, grandes e imborrables. Se talló el ojo izquierdo con desesperación, las ojeras los cubrían casi por completo, es que ¿quién querría dormir en su situación? Nadie que supiera lidiar con el dolor por supuesto. Las gotas que caían del cielo lo golpeaban con fiereza, le restregaban lo idiota que era pero no iba a cambiar de parecer, no se arrepentiría, por primera vez en mucho tiempo se sentía con las suficientes fuerzas, sería una buena inversión ¿verdad? Valdría la pena, claro que sí, no había un precio tan alto que no pudiera pagar.

Caminar, ya no lo hacía más bien era como si se arrastrara llegando al punto de repudiarse, se odiaba por no ser capaz de olvidar, él no era lo suficientemente bueno o fuerte para superar y eso terminaría lastimando al ser que más amaba; Naruto. Había pasado una semana desde la última vez que lo vio, probablemente él estaba muy ocupado arreglando su vida, tiñéndola de un color lindo, resplandeciente, recuperando la esperanza quizás estaría bien así.

«Perdóname» Quiso sonreír y no pudo, quiso llorar, las lágrimas no salieron. Estaba seco por dentro.

Solo había llegado hasta esa decisión, nadie tendría que culparse. Solo se iría. El lago en el que entró también era atacado con la furia de las nubes, cargadas y negras, molestas e inquebrantables pensó que tal vez esa era su forma de liberarse.

«Espérame, Kushina»

Él se liberaría así, había encontrado el modo por muy cobarde que fuera era el suyo, le pertenecía y pondría fin de una vez por todas.

«¿Es mentira?» Por mucho que le doliera admitirlo no lo era, aun en el último momento buscó una luz, por pequeña que fuera para aferrarse a ella.

No encontraría una.

Destrozado, se sumergió de una buena vez deseando que terminara rápido, esparciéndose en el agua lo poco que le quedaba, la fe, el amor, la esperanza eran cosas que no necesitaba, no a donde iba. Las dejó ir.

«Mi último pensamiento es para ti, como te prometí ¿lo ves?»

Cumplía sus promesas, esta era por mucho la más importante de todas. Cerró los ojos dispuesto a que el oxígeno se acabara, se había resignado, encontrarían su cuerpo flotando en las orillas del lago, la noticia se esparciría por la aldea hasta llegar a Naruto, lloraría y muchas personas se acercarían a él, algunas verdaderamente preocupadas otras por mero morbo y curiosidad. Sufrirían y después de unos días la noticia se vería opacada por otra aun mayor, más escandalosa.

La luz que me guía [MinaHina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora