Capítulo X

769 124 62
                                    

Minato cerró los ojos un momento dejando que el aire le golpeara la cara, quería perderse en alguna clase de dimensión alterna que le ofreciera un futuro más brillante y prometedor, sin todo ese sufrimiento que había tenido que cargar por largos años, volviéndose uno mismo. Se había acostumbrado, sí, pero ahora podía sonreír sin que se sintiera morir podía hacerlo incluso entre la enorme montaña de problemas que le rodeaban la vida, como una bola de nieve gigante o una bomba que se volvía cada vez más grande. La mayoría de ellos por Kakashi, concretamente por ayudarlo con la dirección de Konoha.

El tiempo pasaba demasiado lento, tanto que empezaba a arrepentirse de haber aceptado salir de casa. Podrían llamarlo amargado si quisieran, inadaptado, marginado en realidad cualquiera de esas cosas le iba bien pero es que ahí se sentía seguro, nada podía herirlo ni tocarlo ni siquiera el sentimiento que crecía por...

Gimió como si le doliera una extremidad, se negaba rotundamente a amar de nuevo, pensarlo le quemaba cada centímetro de piel.

«¿Quién habló de amor?» Él por supuesto. Escapaba de forma tan desesperada que siempre terminaba pensando en ella, Hinata. Como un ciclo interminable.

«Tal vez debería...» Nada, no debería hacer nada. Ella ya se encontraba aproximándose hacia él, vestida peculiarmente, llevaba un overol azul cielo con el par de tirantes cubriéndole los hombros terminando en su cadera, linda y peligrosa. La coleta que se había hecho la hacía lucir más joven y radiante. Hinata no estaba plenamente consciente de lo que provocaba en él, en cada uno de sus sentidos. Y bueno, para ser honestos Minato quiso irse, esconderse de lo que sea que ella estuviera haciéndole a sus ilusiones. El corazón casi se le detuvo cuando extendió la mano para saludarlo en un movimiento delicado. Ya era tarde para huir.

Lo tenía.

—¡Minato-san!

Su voz dulce lo derritió. Ni siquiera en una situación como esa perdía la gracia, la belleza. Entonces recordó lo tierna que se veía por la mañana, llamando a su puerta a las ¿Qué, siete am? Recién regresaba de una misión en el País de las Olas, lo sabía porque le gustaba entrometerse en la asignación de tareas, especialmente en la suya.

«No es que lo haga a propósito» Dios no, simplemente leía cada cosa que tuviera su nombre. Y de vez en cuando utilizaba sus influencias para que ella no se alejara tanto de la Aldea, de donde pudiera cuidarla. Nada personal.

No quería... perderla. Eso estaba asustándolo.

—¡Hola Hinata-chan!

Fue más efusivo de lo normal, quizás se debía a que verla le cambiaba totalmente el ánimo. Era como si su batería se recargara al máximo, Minato le ordenó a sus pies ir hasta allí, quería hallarla. Momentáneamente solo podía mirarla a la distancia, Hinata representaba todo lo que no podía tener, Hyūga Hinata para él era... inalcanzable. Generosa, pura, buena. Mientras él, un hombre vacío, perdido, hundido. Eso ya estaba cambiando, ¿verdad? Ellos habían estado trabajando en sus emociones, en repararlas. Juntos, lo más increíble que le había pasado.

«Estoy aprendiendo a sanar» Entre eso, la encontró. Con su mirada comprensiva que lo invitaba a la felicidad.

—Eh, Hinata-chan ¿qué haces con eso?

—¿Esto? Da-daremos un paseo.

Minato vaciló, ¿de verdad? Cielos, no era muy viejo como para pensar en algo así pero tampoco tan joven para pasearse en una bicicleta con doble asiento. Una muy femenina, color rosa y con una canastilla al frente, ah, olvidaba la campanilla.

La luz que me guía [MinaHina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora