Capítulo XXVI

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El sol resplandeciente lo cegó por un momento breve, el aire era tan puro que entró en su cuerpo tan rápido como un rayo, los pajarillos cantando fue la gota que derramó el vaso. ¿Por qué el día parecía ser tan brillante? ¿Por qué todo parecía estar bien? No engañaba a nadie, nada estaba bien. Mientras él seguía luchando contra sus propios infiernos todo alrededor parecía marchar con normalidad. Demasiado bien.

Sasuke encendió un cigarrillo antes de entrar en la Torre del Hokage, necesitaba tomar fuerzas para soportar la reunión con el equipo siete. Su equipo. Sus compañeros, amigos. Y a pesar de que eran cercanos y se sentía cómodo junto a ellos, él no podía calmar a su corazón. Nada lo hacía. El dolor de haber perdido a su hijo en esa noche de abril continuaba matándolo por dentro.

—¿Se te perdió algo?

La mirada curiosa de un niño pequeño atrajo por completo su atención. Llevaba consigo un helado de chocolate a punto de derretirse y en lugar de ir corriendo donde su familia se había detenido justo ahí. Entonces él recordó a su bebé. Tendría más o menos su tamaño, quizá sería un poco más alto, su pelo negro se balancearía al ritmo del viento y sus pequeños ojos serían como los suyos, de haber podido... también comería muchos helados. Los suficientes para molestar a Hinata y recibir un regaño de su parte, ella le diría que fuera más responsable y cuidara mejor de él. Eso lo hizo pedazos.

«Un padre protege a su hijo de todo y de todos»

—Fuera, vete —él lo ahuyentó para que fuera al lado de sus padres. Es ahí a dónde pertenecía.

El alma comenzó a dolerle, perdió mucho. Ellos perdieron mucho. Y como si no fuera difícil, ahora estaba el hecho de que Hinata estaba saliendo con otro hombre, Sasuke pensó que no podía soportar más.

La mujer que amaba, su hijo, ambos se habían ido y se negaba a aceptar que no iban a volver. Entre todos sus pensamientos trágicos pudo percibir un aroma, su aroma. Un perfume con olor sutil a manzana y un poco de canela lo llenó por completo, él lo conocía bien.

Era ella. Hinata estaba frente a él, tan cerca. Dejó caer su cigarrillo y la miró de arriba a abajo. No había cambiado en absoluto, todo en ella seguía siendo perfecto. Su cabello que se mecía con el viento, sus labios, sus ojos distintivos. Tan hermosa.

«No vayas» Le dio órdenes a su maldito corazón, sus pies habían dado el primer paso para encontrarla, él dudó. Ya la había herido demasiado. Ya había llorado cuando no lo merecía.

Se detuvo, Sasuke usó el poco autocontrol que le quedaba.

—Sasuke —clavó su mirada en él y podría jurar que de haber podido, lo habría atravesado.  

Él se tragó el nudo en su garganta, algo era distinto. Su voz... estaba llena de dolor. De miedo. Eso fue un puñal enterrándose lentamente dentro de él. Hinata dio un paso al frente, luego otro y otro, no puede ser, ¿Iba a enfrentarlo?

—Hinata —su nombre casi se ahoga en su garganta—. No, no nos hemos visto en un tiempo.

—Desde que me acorralaste camino aquí.

Oh no, ese era un tema delicado. Él la investigó durante unas semanas, buscando la oportunidad para encontrarse hasta que tuvo que ir al País del Rayo por medicinas que salvarían muchas vidas, entonces la esperó durante un día completo en los límites de la aldea, él se avergonzó mucho por eso. Se comportó como un imbécil y lejos de pedir su perdón, fue agresivo.

Como aquella noche que la dejó.

—¿Qué haces con mis cosas?

Sasuke simplemente tomó su ropa, la guardó en la única maleta que tenía cuando llegó al Distrito Uchiha y la jaló del brazo sacándola de su habitación por la fuerza. Hinata estaba confundida, asustada, él lo vio en su mirada: el enorme miedo que tenía. Y aún así la llevó a rastras por toda la aldea, esa noche lluviosa fue testigo del horrible pecado que cometió.

La luz que me guía [MinaHina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora