Capítulo XXVII

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Hinata salió de una larga y confortante ducha, luego del incidente con Sasuke lo único que hacía últimamente era torturarse mentalmente por haber perdido a su hijo. Revivió el sentimiento de culpa de ese entonces, volvió a sentirlo en carne propia, tan real, tan duro que le removió todos los recuerdos. El pequeño Sato tuvo complicaciones poco después de haberlo dado a luz, tenía dificultades para respirar y no aceptaba su leche, la angustia era tan grande que ellos buscaron a Tsunade para que lo revisase y pudiera darles una explicación, eso y una esperanza.

Cuando ella puso un pie en el Distrito Uchiha ya era demasiado tarde. Él había fallecido.

El ver el cuerpo sin vida de su bebé la enloqueció, lo tomó entre sus brazos y elevó sus plegarias desesperadas al cielo. Rogó, lloró, gritó, suplicó pero nada de eso fue suficiente. Nada dio resultado. Sasuke se paralizó, desde la puerta de su habitación vio a la mujer que amaba, llorar por su hijo muerto. Entonces Fugaku tuvo que sacarlo del trance.

Hinata se paró frente al espejo y ver su rostro cansado hizo que le doliera el corazón.    

—Si sigo viva es por ti mi amor.

Ella se dio a sí misma una sonrisa débil. Se hizo una promesa: Sería fuerte y viviría recordándolo. Haría cosas que lo hicieran sentir orgulloso de que fuera su mamá.

Porque, después de todo, ella era fuerte. Soportó y luchó sin final. Jamás se rindió. Ni siquiera en esos días en que el dolor le desgarraba el alma y el llanto desmedido se deslizaba sobre sus mejillas.

—Te amo por siempre bebé.

Sosteniendo la única fotografía que tenía de él, pasó sus dedos sobre su cara preciosa y contempló la cercanía entre los dos. Ese fue un momento maravilloso, abrió sus ojos por primera vez y salió al mundo verdaderamente.

—Voy a dejarte descansar.

Hinata esperaba que él tuviese paz y estuviese en un lugar hermoso y lleno de luz.

Escuchó alguien llamar a su puerta, sacándola de su propia mente. No esperaba a nadie, no tenía ningún plan en especial, sus misiones estaban completas y no habían vuelto a requerirla desde hace dos días. Sea quien fuera, estaba agradecida, sería bueno tener una compañía entre tanta nostalgia.

Al abrir, se encontró con una imagen tan bella: Minato la esperaba con una enorme sonrisa en el rostro, ojos brillantes y lo que parecían ser las compras del mes. Parecía haber muchas cosas ahí, ¿a cuántas personas pensaba alimentar con eso? Su corazón se conmovió.

—Hola preciosa mujer —él le dio un beso breve y dulce—. ¿Entramos? Necesito dejar esto en la cocina.

Hinata quiso ayudar con algunas cosas, él se negó rotundamente. Esta vez sería un caballero. Más de lo que ya pensaba que era. Se hizo a un costado para que entrara, siguiéndolo en silencio pensó que no podía tener mejor compañía que él, sentirlo cerca, acariciarlo. No deseaba otra cosa.

—Te ves pálida, ¿has comido bien?

Mientras dejaba las compras la examinó con cuidado. Las ojeras, su piel pálida y la tristeza saltaban a la vista.

—¿Sucedió algo? ¿Estás bien?

Hinata asintió con calma. No estaba del todo bien, el equilibrio estaba pendiendo de un hilo y no podía ocultarlo.

—¿Qué pasó?

Él se quedó tranquilo, esperando qué tenía que decirle. La angustia estaba empezando a invadirlo.

—Los recuerdos me remueven muchas cosas. Mi pasado me persigue.

Minato resopló preocupado, él estaba un poco familiarizado con una emoción parecida, lo más horroroso del dolor es que podía regresar en cualquier momento y hacer como que te devuelve al inicio. Donde todo es oscuro y difícil.

La luz que me guía [MinaHina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora