Capítulo VII

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—Aquí estás, de nuevo. Es la tercera vez que te veo chica ¿no tienes trabajo que hacer?

No quiso ser descortés, falló de la manera más horrenda. Es que para ser honestos, Shisui creía que continuar presentándose de forma habitual podía ponerla en peligro, a su estabilidad. Ah diablos, olvidó algo, era completamente libre de hacer lo que le viniera en gana y pasearse por donde quisiera. «No aquí» Ese lugar era demasiado deprimente para una chica como ella; ingenua, amable... feliz. Terminaría enfermando.

—Cla-claro que lo tengo.

Oh sí, intimidarse enfrente suyo fue lo peor que pudo haber hecho. Justamente con él, un jodido depredador de ratoncillos asustados, olía el miedo a kilómetros. Lo saboreaba.

—Déjame adivinar, estás esperando al Cuarto Hokage.

Él tomó asiento a su lado, pudiendo adueñarse de cualquier otro lugar había elegido la misma banca fría y despintada. Excelente, quizás la fastidiaría un rato antes de ver a su médico, sola, distraída y malditamente indefensa, el blanco perfecto.

—S-sí.

¿A quién sino Minato? Estaba allí por él, para él. Ahora sus caminos iban en la misma dirección. 

—Deberías irte, no tienes que cargar con problemas ajenos lo digo en serio chica.

Él estaba seguro de que las personas buenas se habían extinguido hace un milenio o tal vez jamás habían existido, sus antiguos lazos le habían enseñado que no eran más que una compañía momentánea persiguiendo un capricho personal, se largaban después de conseguirlo.

—No me iré.

—¿Por qué?

Shisui ladeó la cabeza para mirarla a la cara, había estado pensando en las últimas semanas la razón por la cual Hinata permanecía al lado de Minato, cada visita ella aparecía junto a él susurrándole alguna mierda que lo hiciera sentir mejor. Y no encontró ninguna.

—Si alguien necesita mi ayuda n-no voy a quedarme mirando.

Silbó de inmediato, solo para expresar su desacuerdo. No creía en el apoyo incondicional, cuento barato. Después de haberse topado con Dai, una mujer preciosa y encantadora que lo hizo amarla como un demente para luego enviarlo al mismo infierno con su traición no hizo más que cerrarse al mundo, pensaría en él, él y solamente en él.

Y en Shiori por supuesto, la única cosa del Universo capaz de volverlo vulnerable. «Mi guía» 

—Nadie hace algo sin esperar una recompensa. Mucho menos una mujer.

Un golpe demasiado bajo, incluso para el idiota en el que se había convertido. Justo al terminar se dio cuenta de una cosa: el dolor manchaba por completo sus palabras, cada una de sus letras estaba sucia, lastimada.

—Us-usted, usted no...

—Solo creo en una —miró al suelo por un momento—. Y deja de hablarme de usted ¿cuántos años crees que tengo, cincuenta? 

Shisui le adivinó el pensamiento, lo cierto es que ella había dado en el clavo no quería tener a una mujer a menos de diez metros de distancia, en plan romántico claro, de lo contrario habría violado su propia regla al estar junto a Hinata, al permitirle conocer una pequeña parte de su sufrimiento.

«Vive por ella, ámala solo a ella» Dos normas básicas, simples, irrompibles. Y es precisamente por su existencia que estaba en ese jodido lugar. Porque, honestamente la vida había dejado de importarle, el mundo podía terminarse y a él le hubiera dado exactamente lo mismo, aunque si se lo preguntaban quería que todos ardieran en llamas, no, solamente Dai. Que le sacaran las entrañas y se las dieran de comer a los perros, que más tarde acabara pudriéndose en el infierno.

La luz que me guía [MinaHina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora