Capítulo XVIII

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Minato había estado esperando por tanto tiempo su llegada, quizá alguien diría que exageraba y que solo fueron unos meses pero para él se sentía como si hubiese pasado una década sin su mirada dulce y personalidad amable. Todo de ella le gustaba, desde su cálida sonrisa hasta la forma tímida en la que hablaba.

¿Él? Practicó muy duro frente al espejo sobre qué le diría en cuanto la viese y ahora que estaba tan cerca no salió ni una sola palabra. Ella estaba ahí frente a sus ojos y él no podía moverse, estaba paralizado.

—¿Minato?

Gracias al cielo Hinata lo había visto después de que observara una montaña de ropa que muchas chicas habían estado peleándose, entonces su corazón estalló de felicidad y se movió hacia su dirección casi sin pensarlo. Honestamente ella no sabía cómo hizo para estar tan lejos por un largo y difícil año, siempre recordaba sus chistes anticuados y esa forma linda de cuidarla, cada día Minato iba a buscarla a los campos de entrenamiento y la acompañaba a casa mientras intentaba animarla luego de un día desastroso.

—¿Cómo estás?

Su cerebro había elegido el momento perfecto para desconectarse. Tenía al hombre justo ahí y ella simplemente lanzó una pregunta común. Probablemente él pensaría que su ausencia no había dolido en absoluto.

Oh cariño, te equivocas. Dolió mucho.

—Estás aquí —Minato trató de recomponerse, entonces ella le dio una sonrisa divina y él sintió que desvanecía de nuevo.

El mundo comenzó a darle vueltas.

—Ha sido un tiempo.

De nuevo el maldito tiempo, esa separación la estaba destrozando y ellos ni siquiera tenían una relación. Lo que la llevó a cuestionarse si algún día podría ser, tan solo una pequeña posibilidad le reconfortaba.

¿Minato pondría sus ojos en ella? No estaba segura.  

—Ven aquí.

Él la tomó de la muñeca y en un jaloneo fugaz la atrajo hacia sus brazos. Era tan cálida, amable, tan hermosa. La anhelaba y ahora la tenía. La envolvió en un amplio y fuerte abrazo, la necesitaba. La había necesitado tanto y ahora que la tenía...

Estaba a punto de jurarse a sí mismo no dejarla ir otra vez, no por tanto tiempo, ¿Qué haría sin ella? No conocía la respuesta y tampoco quería buscarla.

—Te extrañé —dijo Minato con voz suave, baja. Dejó que su olor se impregnara en su cuerpo, ella seguía usando el mismo perfume y el mismo lapiz labial, no había cambiado nada. Seguía siendo preciosa.

—También te extrañé.

Hinata lo apretó con fuerza hundiendo su rostro en el pecho del hombre que por tanto tiempo la mantuvo enamorada, feliz. Incluso ahora el sentimiento seguía siendo el mismo, le quería. Le quería mucho y jamás dudaría de eso. En ese instante Hinata se cuestionó si debería decirle, «Me gustas» ¿estaría bien hacerlo? El miedo la inundó.    

—¿Has estado bien? ¿Estás herida en alguna parte? No te atrevas a mentirme.

Ella carcajeó sin pensar, ¿qué era eso? Estaba siendo más protector que de costumbre, quién sabe qué cosas locas imaginaría en su ausencia.  Su cara preocupada la enterneció. Se veía tan genuino, tan perfecto.

—Estoy bien. No, no estoy herida y no estoy mintiendo.

Oh, había dejado al descubierto sus emociones. Demasiado. No había manera de arreglarlo ¿y qué? No tenía que hacerlo porque sentía que podía hablar de cualquier cosa con ella, ya no tenía miedo de mostrar lo que sentía. El mundo y sus criticas podía irse a la mierda.

La luz que me guía [MinaHina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora