Capítulo XIII

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Un dolor estremecedor y recurrente le atravesó el pecho, Hinata pudo sentirlo: algo no estaba bien, los problemas y caos emocionales estaban invadiendo la paz mental que con tanto esfuerzo Minato había logrado conseguir, temió que se tratara de ella; Kushina, la única cosa de la que no podía protegerlo él había insistido tanto en librar esa batalla por sus propios medios. Ella era su compañía, el más grande soporte y quería luchar a su lado.

«Quiero pedirte que me des algo de tiempo» El hecho de que le pidiera que se alejase le había dolido mucho, ellos no se habían separado desde que lo encontró en el lago y ciertamente, hacerlo le asustaba. No podía dormir tranquila, él inundaba cada rincón de su mente, por todas partes y no hallaba una manera de tranquilizarse. Ya habían pasado dos largas y tortuosas semanas desde que no compartían el mismo espacio, ya no pasaban las tardes juntos, no lo esperaba cerca de la Torre del Hokage, no se escribían, ni siquiera había podido terminar de leer la obra que discutían juntos. Nada de eso existía y eso le quemaba hasta las entrañas.

—¿Por qué estás aquí?

Shisui no pudo detener esa gran boca, una cosa extraña que no pudo definir se encendió dentro de su cuerpo solo por una cosa, por alguien; Hanabi Hyūga. Después de haberla conocido ellos se habían topado un par de veces en el pueblo, ella quiso acercarse, conversar pero temió por su rechazo porque él no tenía más que rencor en el corazón.  

—Porque quiero ayudar.

Hanabi fue menos agresiva, esta vez discutir no estaba en sus planes era desgastante. Estaba cansada de luchar, de perder cada una de sus batallas.

La que más le importaba ya estaba perdida incluso antes de haberla iniciado.

—Está bien.

Shisui recibió el mensaje de «Si no me jodes no voy a joderte» que ella le envió en cuanto las encontró. Y le gustó. Era un hombre práctico, no se cruzaba en el camino de nadie si no se cruzaban en el suyo, tampoco quería pelear todas sus energías estaban puestas en su hija, en amarla y hacerla una buena chica.

—¿Qué hago aquí?

Solamente le había llegado una nota confusa, con frases inacabadas y una caligrafía horrorosa ¿Quién la había escrito, un niño de cuatro años?

—Te necesitamos.

Y allí estaba de nuevo: esa chica que se entregaba a una causa que no conocía, Hanabi no sabía absolutamente nada más que su hermana era feliz cuando Minato estaba a su lado y no quería que eso cambiara. Quizá logró tocarle el corazón.

—¿Tú escribiste esto?

—Sí, ¿qué tiene?

Hanabi esperó en silencio, atenta a su respuesta. Podía apostar la vida a que él le diría una cosa desagradable, todo lo que salía de sus labios lo era.

Estaba tan herido.

—Da asco. Voy a darte un par de clases luego.

«¿Por qué no me sorprende?» Era como si hubiese leído su mente, cada pensamiento y al verlo, al hablarle no encontró más que dolor.

—Vas a ayudarnos, ¿verdad?

Hinata lo miró, en sus ojos no había más que esperanza y necesidad. Ya no podía mantenerse al margen, no si la integridad de Minato podía estar en riesgo de algún modo. Si algo llegara a pasarle ella lloraría, sufriría, su alma se rompería en mil pedazos.

—¿Tengo opción?

Ambas negaron con rapidez, él no tenía ninguna. O bueno, tal vez sí, podría negarse y marcharse a continuar con su trabajo en la Policía Militar, fingir que ellas jamás pidieron su apoyo, Shisui quería hacerlo. Él realmente quería ayudar, sentirse... parte de algo.

La luz que me guía [MinaHina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora