Capítulo 2

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2.- Visita inesperada

Tres semanas después.

Toda mi familia estaba reunida en casa. Como cada final de otoño, nos gustaba juntarnos. Cenar y charlar y beber hasta que nos dieran las tantas de la noche.

Tíos, primos y abuelos estaban sentados en la larga mesa del comedor. Todos excepto mi madre y yo, que sacamos el pastel de carne del horno.

—¿Al final no vendrá aquél amigo que me dijiste? —me preguntó.

Joss, un amigo que... bueno, nos estábamos conociendo. No éramos nada por el momento. En el último momento me llamó diciendo que le había surgido algo importante y no podría venir.

Estuve a punto de explicárselo a mi madre, cuando sonó el timbre.

—¿Podrías ir a abrir?

—Claro.

Dejé el trapo de cocina sobre la mesa y me encaminé al vestíbulo. Me alisé el vestido negro, pensando que al final Joss sí había podido venir.

Que incrédula que era.

La sonrisa se desdibujó de mi cara.

El pelo rubio peinado minuciosamente hacia atrás. Vestido en un traje completamente negro.

—¿Draco?


Me quedé paralizada, observándolo.

Draco hizo una pequeña reverencia, sin despegar sus ojos divertidos de los míos.

—Diora.

—¿Diora? —Escuché la voz de mi madre por detrás—. ¿Quién es?

—Eh... —No sabía hablar. Me había quedado en shock.

¿Qué hacía en mi casa? ¿Por qué aquel chico solitario del bar había tocado a mi puerta?

Mi madre me hizo a un lado suavemente, para poder ver de quien se trataba.

—Señora Douglas, encantado de conocerla. —Le hizo una segunda reverencia.

—Igualmente —respondió mi madre, desconcertada—. ¿Quién es? —preguntó, mirándome.

Yo aún estaba procesando la situación.

—Eh... —Draco volvió a hablar.

—Draco Malfoy señora. Prometido de su hija.


—¿Qué? —La cara de mi madre era un cuadro, y la mía no se quedaba muy atrás—. ¿Qué? —Volvió a repetir, esta vez mirándome a mí.

—Mamá no es... —intenté decir. Pretendí negarlo pero no podía. Las palabras se me quedaron atrancadas en la garganta, sin poder salir.

—Lo sentimos por no habérselo dicho antes señora, pero decidimos comunicarlo cuando estuviéramos juntos ¿No es así, amor?

Amor. ¿Por qué me llamaba así? Yo no era su amor. Yo no era nada suyo, y menos aún su prometida.

—Pasa, quédate a cenar.

Por dentro yo estaba gritándole a mi madre.

—Será un placer.

No sabía como aun no estaba desmayada. O como no me había puesto a llorar de la frustración. ¿Por qué no me salían las palabras? ¿Por qué no podía decirle a mi madre que él no era mi prometido?

Draco se acercó a mí, con la intención de darme un beso, pero yo moví la cara justo para que el beso fuera en la mejilla. Su boca se quedó unos segundos de más sobre mi piel.

Mi madre se dirigió al comedor. Yo me quedé cerrando la puerta.

—Que nada sea real. Que todo esto sea un sueño. Una pesadilla mala, muy muy mala —me susurraba a mi misma.

Cuando me giré, Draco seguía ahí, esperándome para ir juntos al comedor.

—Te lo explicaré todo cuando estemos solos —me dijo segundos antes de que entrásemos al comedor.

Toda mi familia se nos quedó mirando.

—Os presento a Draco Malfoy —habló mi madre—, el prometido de Diora.

Silencio absoluto. Mi tía casi se atragantó con el agua y mi prima abrió los ojos de par en par.

—Encantado de conoceros —habló Draco, que justo colocó una mano en la parte baja de mi espalda.

La primera en reaccionar fue mi prima, que se levantó de su asiento y vino casi corriendo para abrazarme.

—¡No puede ser! ¡Eso es genial! —Draco hizo mayor presión en mi espalda para que no me cayese hacia atrás.

—Vianca... me estás ahogando...

Cuando se separó de mí, siguió dando saltitos en el sitio, apretándome las manos. Pero dejó de hacerlo cuando mi padre se levantó de la silla y, con una cara muy seria se acercó a nosotros, poco a poco.

Vianca se echó a un lado, dejándonos a mi padre de frente. Primero me miró a mí, con una cara que no pude descifrar, pero la cara con la que miró al chico a mi lado... Casi lo podría haber hecho añicos con una sola mirada.

Por suerte para todos, simplemente alzó la mano para estrechársela. Draco le devolvió el apretón, seguro de sí.

—Es un placer, señor Douglas. Prometo cuidar a su hija con mi vida.

—Más le vale —contestó mi padre, pero por su tono de voz, noté como le habían gustado las palabras del chico.

—¿Comenzamos a comer? —sugirió mi madre.

Todos nos sentamos en la mesa, yo entre Vianca y Draco, y con mi madre en frente. Cada uno comenzamos a repartir la comida en nuestro plato. Mi familia comenzó a hablar de cosas triviales, sin embargo, yo me quedé callada, sonriendo apenas cuando me decían algo.

No fue hasta pasados unos minutos que me atreví a mirar a mi derecha, encontrándome con un Draco concentrado en devorar lo que tenía en su plato.

Sintió mi mirada, pues alzó la vista para mirarme. Parecía como si hiciera una pregunta con los ojos, mientras se limpiaba la boca con la servilleta.

¿Por qué estaba mintiendo? ¿Por qué no podía decir la verdad? No sé cómo, pero sabía que él tenía algo que ver con todo esto. Estaba segura.

—¿Y como...? ¿Cómo se conocieron? —nos preguntó mi madre, haciendo que ambos dejáramos de mirarnos. La mayoría de la mesa nos miró, atentos.

—En un bar —contestó él—. Ella estaba con unos amigos. Me habló por una apuesta y se despidió de mí llamándome idiota. —Mi familia rió—. Me lo tenía merecido la verdad.

Me miró con una sonrisa ladeada, como si fuesen viejos tiempos. Como si eso no hubiese pasado hace apenas tres semanas.

—¿Y hace cuanto fue eso? —Pareció que mi madre me había leído la mente.

—Hace dos sem... —intenté decir, pero las palabras se me mezclaron en la garganta y solo salió un-: Meses. Dos meses.

—Es un poco precipitado, ¿no?

—Tu te casaste cuando apenas os conocíais de unas semanas —intervino Vianca, que me sonrió, pensando que me hacía un favor. Le devolví la sonrisa como pude—. ¿Puedo ver el anillo?

Miré mis manos. Ahí tenía la prueba, podría hacerles saber que todo esto no era verdad, porque yo no tenía ningún ani...

Alcé mi mano derecha. En mi dedo anular había un anillo. Este brilló cuando le dió la luz.

—Buah —se quedó impresionada mi prima, cogiéndome la mano para poder verlo mejor.

El anillo era plateado por completo, y con una pequeña piedra circular de color verde, esmeralda. Esto debía costar una fortuna...

¿Cómo era posible? ¿Un truco de magia? Esto tenía que ser una broma. Si no era una pesadilla como pensé al principio, debía ser una broma, porque no había otra opción.

Entre promesas y mentiras | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora