Capítulo 26

63 10 2
                                    

26.- Sin riesgo no hay historia

Hoy era el día.

El día en el que me convertiría en esposa, en asesina o en salvadora. Quizá las tres.

Vianca había desayunado con nosotros y, después de convencerla de que estaba bien, se fue a su casa para comenzar a prepararse.

Mamá estaba histérica desde primera hora de la mañana, de un lado a otro sin pararse a respirar ni un segundo. Papá y yo aún nos encontrábamos en la mesa de la cocina, desayunando, este con el periódico en las manos.

Yo removía de forma lenta la leche con mi mejilla apoyada en la mano libre.

—¿Cómo podéis estar tan tranquilos? —no llegaba a comprender mamá.

—Aún quedan cuatro horas para la boda —me quejé.

—Pues ya vas tarde.

Gruñí.

No iba a negarlo, estaba tratando de atrasar el momento de ir a la mansión Malfoy de nuevo. No quería volver a ver a Draco, no aun.

—Está bien, está bien —dije cuando mamá se acercó para arrebatarme el vaso—. Ya me voy.

Me bebí la leche de golpe, me levanté de la mesa y salí de la cocina, traspasando el salón y el pasillo para llegar a mi cuarto.

Agarré los zapatos y me senté en la cama para comenzar a ponérmelos. Y me fijé en la pequeña caja de terciopelo negro que había sobre la mesita de noche. Llevaba allí desde el día que volví, sin moverla, y tampoco había vuelto a abrirla ni a pensar en ella.

Dudé un momento antes de agarrarla y abrirla, encontrándome con aquel anillo. La banda estaba hecha de plata reluciente, pulida hasta alcanzar un brillo impecable que parecía capturar la luz misma. En el centro, se encontraba incrustada una piedra preciosa de zafiro, de un azul profundo que recordaba al cielo nocturno. La gema estaba enganchada con habilidad, rodeada por delicados grabados que representaban símbolos mágicos entrelazados.

Pero, si lo observabas aún más de cerca, se podían apreciar pequeños destellos de diamantes, estratégicamente colocados alrededor del zafiro. Eran como estrellas en la oscuridad, agregando un toque de elegancia y encanto al anillo.

Cuando acerqué mis dedos para agarrarlo, este pareció cobrar vida con un suave resplandor, irradiando una luz tenue pero hermosa. Pura magia.

En el interior de la banda, Draco había grabado una inscripción: "Sin riesgo no hay historia".

A la vista, simple, pero si te fijabas bien, su belleza residía en los detalles. Como el mismo Draco.

Sin ser consciente de lo que hacía, me quité el anillo de compromiso y me coloqué ese.

Abhay me ayudó a teletransportarme y, cuando llegamos a la mansión Malfoy, apareciendo en mitad del recibidor, nos encontramos con un completo caos. Elfo por todos lados, arrastrando sillas, llevando bandejas, platos, flores y otras decoraciones, ordenándose cosas unos a otros.

Abhay se retiró para ayudar al resto de elfos, dejándome ahí.

—Diora. —Cerré los ojos por instinto.

Inspiré hondo antes de girarme hacia la puerta del comedor, de donde acababa de aparecer Draco. Se le notaba... perdido. Llevaba una camisa blanca con los primeros botones desabotonados y alguna mancha esparcida, su pelo totalmente revuelto, los ojos un poco rojos y un vaso con lo que parecía algún tipo de alcohol en la mano.

Lo miré de arriba a abajo, y este lo notó, pero no me importó.

—Se te ve mal —dije con voz más fría de lo que esperaba.

Entre promesas y mentiras | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora