Capítulo 21

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21.- Olvídala.

Esa misma tarde, el peso del arrepentimiento me invadió. Lamenté haber compartido la información con Harry, haber ignorado las palabras de Draco y haber expuesto a todos al peligro. Los remordimientos se multiplicaban, abarcando cada decisión.

¿Cómo había permitido que mi visión fuera tan estrecha? Había actuado de manera egoísta, enfocándome en rescatar a Harry para mantener mis principios intactos. Mi mente estaba obsesionada con la idea de que el beso con Draco había sido un error, que no podía admitir mis sentimientos y complicar aún más la situación. Me había empeñado en contradecirme.

Maldición, ahora todos estaban en riesgo debido a mis acciones. No solo Draco y sus padres, sino también mi propia familia y seres queridos. Si Voldemort se enteraba de que había revelado el plan a Harry, de nada servía convencerlo de que la idea fue mía y solo mía, sus represalias podrían superar incluso a la muerte. Las personas que apreciaba podían sufrir a manos del peligro que yo misma había atraído.

Deseé con todas mis fuerzas regresar en el tiempo y deshacer las decisiones tomadas. La magnitud de mi error era abrumadora. Había cometido un grave error.

Mierda. La había cagado.

Ya solo quedaba una opción. Rezar porque Voldemort no se enterara y que Harry consiguiera matarlo.

Pero... ¿y si no era así? ¿Cuáles serían las consecuencias?

En medio de mis pensamientos, sentí el roce suave de una mano en mi pierna. Estábamos cenando, y Draco, atento como siempre, había notado mi ausencia mental. Lucius parecía ajeno, como si no le importase el silencio de la cena o, simplemente, no se diese cuenta.

Narcissa, en cambio, la que siempre mantenía viva la conversación, estaba sorprendentemente silenciosa. Pensé que, quizás, estaba así porque sabía de la pelea que tuvimos Draco y yo esa mañana. A lo mejor no quería hacernos sentir incómodos y prefería que arreglásemos nuestras diferencias antes de volver todo a la normalidad.

Draco me lanzó una mirada inquisitiva, como si sus ojos grises buscaran respuestas en los míos.

¿Qué te ocurre? parecía preguntarme.

Esa mirada de Draco me arrancó de inmediato de mi mar de pensamientos y me hizo volver a la realidad. Sus ojos grises estaban llenos de preocupación y comprensión.

Traté de forzar una sonrisa, a pesar de la tormenta emocional que me invadía. Levanté ligeramente mi mano y toqué la suya, sintiendo un atisbo de consuelo en su contacto cálido.

Si tan solo supiera lo que acababa de hacer... Me odiaría. Sin duda me odiaría si se enterase.

Él apretó suavemente mi mano y luego dejó que su dedo índice trazara círculos reconfortantes en mi piel. Aquel gesto simple, pero lleno de cariño.

El mismo se sorprendió, a los segundos, de lo que estaba haciendo, y dejó de mover la mano, bajando la mirada y volviendo a su plato.

Entonces, un recuerdo enterrado en mi cabeza me asaltó la mente.


Me encontraba en la cocina, ensimismada en mis pensamientos mientras mi madre se ocupaba de preparar el desayuno. El aroma tentador de las tortitas recién cocinadas flotaba en el aire, pero mi apetito se vió eclipsado por el nudo de arrepentimiento que apretaba mi pecho.

Apenas tenía ocho años.

Me había equivocado, había cometido un error que pesaba sobre mí como una losa. Las palabras que dije en el calor del momento, impulsadas por la ira y la frustración, aún retumbaban en mi mente. La herida que causé a alguien cercano dolió más que cualquier otra cosa. No sabía cómo enfrentar las consecuencias de mi propia imprudencia.

Entre promesas y mentiras | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora