Capítulo 22

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22.- Lo siento señor, es una emergencia

Una vez entramos a la habitación, Draco cerró la puerta de un portazo y me empujó, haciendo que mi espalda chocase contra esta y volvió a juntar nuestras bocas.

—Draco... —Sus ojos estaban llenos de deseo y emoción. Seguramente igual que los míos.

Mis manos se posaron en su pecho mientras nuestros labios se encontraban en un abrazo ardiente. Agarré su camisa en mis puños, tirándolo hacia mí para poder estar lo más cerca posible de él.

Cada roce, cada caricia, parecía encender una chispa en lo más profundo de mi ser.

Draco rompió el beso suavemente, dejando un rastro de aliento cálido en mi piel.

—Diora... —susurró, sus ojos buscando los míos.

Mi corazón latía con fuerza, y aunque mi mente estaba llena de preguntas y emociones contradictorias, la cercanía de Draco parecía disolver cualquier incertidumbre. Lo miré a los ojos, tratando de entender lo que estaba pasando entre nosotros.

—No quiero que sientas que estás sola en esto —continuó él, su voz cargada de sinceridad—. Si hay algo que te preocupa, que te atormenta, quiero que sepas que siempre estaré aquí para escucharte.

Sabía que se refería a lo que tenía en la cabeza durante la cena.

Su pulgar acarició suavemente mi mejilla. Cerré los ojos instantáneamente.

El ambiente estaba cargado de tensión y ternura, como si estuviéramos en un lugar apartado del mundo, donde solo existíamos nosotros dos.

Esa noche nos tumbamos en la cama y, entre roces y besos, miradas y pasión, nos quedamos dormidos, habiendo olvidado todas mis preocupaciones y solo sonriendo por tener a Draco a mi lado.


Al despertarme al día siguiente, recordé al instante lo ocurrido la noche anterior. Una sonrisa genuina se formó en mis labios.

Noté la almohada más dura de lo normal, y entonces me di cuenta que donde estaba apoyada no era mi almohada. Estaba tumbada con la cabeza apoyada en el pecho desnudo de Draco, mis brazos rodeando su cintura. Él tenía una de sus manos en mi pelo, y la otra por debajo de la camisa suya que me había anoche, acariciando mi espalda.

Me acurruqué en su pecho.

—¿Te has despertado? —me preguntó en un susurro.

Gruñí suavemente a modo de respuesta.

—¿Desde cuándo me despierto teniéndote en la habitación? —pregunté, alzando la cabeza para mirarlo a los ojos.

Draco alzó una ceja.

—¿Acaso te molesta tenerme aquí?

Negué con la cabeza, volviendo a apoyarla en su pecho y haciéndole círculos con el pulgar sobre el abdomen.

—Pensaba que te irías a seguir practicando tu patronus —le dije.

—No hace falta. Acabo de crear el recuerdo más feliz.

Sonreí, sabiendo que no podía verme y restregando mi mejilla por su pecho.

En un suave roce, mi mano acarició su pecho, subiendo hasta su hombro y descendiendo por el brazo.

—¿Qué significa ese tatuaje? —le pregunté, acariciando su antebrazo izquierdo.

El tatuaje era un cráneo con una serpiente saliendo de su boca. Apenas era visible, pero se veía.

Noté a Draco tensarse.

—Es... —Alcé la cabeza para mirarlo, y me incorporé al instante al verlo.

Entre promesas y mentiras | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora