Capítulo 10

122 17 0
                                    

10.- A salvo con Draco

—¿Se puede saber que haces?

Ya habíamos vuelto de la cena. El despedirme de mis padres fue incluso peor que la primera vez, pero vería a mi madre en dos días, así que me aferré a eso.

Me había metido en el baño para cambiarme el incómodo vestido por el pijama cuando, al salir, me encontré con un Draco quitando las mantas del sofá.

Este alzó la vista hacia mi al escuchar mi voz, pero instantáneamente la desvió de nuevo hacia el sofá.

—Draco —lo volví a llamar.

—Tu madre tiene razón. El sofá es muy incómodo para dormir todas las noches, y se te nota que no descansas bien, así que a partir de ahora dormirás en la cama.

Me quedé unos segundos procesando.

—¿Y tú? —pregunté en un hilo de voz.

—Dormiré en el sofá. O en otra habitación, aun no lo tengo decidido.

El solo pensar que podría pasar todas las noches aquí sola me dió escalofríos. No quería eso. No lo diría en voz alta pero, tenía miedo. Miedo de aquel hombre de ojos rojos y orificios en lugar de nariz, miedo de magos como él, miedo de este mundo tan extenso que no conocía. Las dos primeras semanas que pasé aquí estuve sin salir de esta habitación por la misma razón, porque tenía miedo y, el saber que a la noche Draco volvía, me reconfortaba de alguna manera. Aun cuando fue su culpa que me separaran de mi familia, aún cuando no podré tener una vida normal nunca más, aún cuando destrozó mi vida por completo; me sentía a salvo con Draco.

A salvo con Draco. Ese pensamiento me dio vueltas en la cabeza. ¿Cómo podía sentirme a salvo con mi secuestrador? ¿con el chico que me pegaba la boca a la más mínima intención de destapar su mundo? ¿con el chico que me obligaba a casarme con él a pesar de no conocerlo ni sentir nada por él?

Bueno, los primeros días que pasé aquí si sentía sentimientos por él. Asco, repulsión, odio. Pero, conforme pasaban los días, mi sentimientos hacia él se disfuminaban cada vez más. Ya no sentía tanto odio hacia él, he incluso, cuando dejaba su faceta de idiota a un lado, podía llegar a pasármelo bien en su compañía. Pero, incluso en esos primeros días, por muy negativos que fueran mis sentimientos por él, me sentía a salvo. Quizá fue su forma de intentar protegerme frente a aquel señor sin nariz. No le hagas daño. O las palabras que le dijo a mi padre nada más conocerlo. Prometo cuidar a su hija con mi vida.

Salí de mis pensamientos en el momento en que Draco se levantaba con las mantas y almohada sobre las manos.

—No te vayas —hablé sin siquiera pensarlo.

Draco se giró hacia mí con el ceño fruncido, extrañado. Jugueteé con mis dedos tras la espalda, avergonzada.

Mi mente trabajó a toda velocidad, maquinando algo para que se quedase pero no quedar como desesperada.

—Es tu habitación —le dije por fin—. No voy a echarte.

—No me estás echando, me estoy ofreciendo yo a hacerlo.

—Pues no lo hagas.

¿Quien es la idiota ahora?

Cerré los ojos, apretandolos para intentar disipar la vergüenza que sentía tras decir esa frase.

—¿Diora?

Al abrir los ojos, me sobresalté al encontrarlo tan cerca de mi. A medio metro de distancia, me observaba con esos profundos ojos color acero.

Entre promesas y mentiras | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora