Capítulo 27 (parte I)

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27.- No mientras yo viva

Parte I

Papá me esperaba tras las puertas que daban al jardín. Al verme, este me sonrió.

—Estás preciosa —me dijo.

Bueno, con este vestido hecho con mangas de encaje transparente, un escote en V suave y una falda en cascada, ¿quién no estaría preciosa?

Con este vestido y la delicada capa también de encaje, me sentía una princesa.

Estaba nerviosa, y no por el hecho de la boda en sí, sino por el momento en el que Voldemort apareciera para destruirlo todo a su paso. Pero, cuando padre me extendió su brazo para que lo cogiese y los elfos domésticos abrieron las grandes puertas, Voldemort se me olvidó por completo.

¿Cómo era posible que se me olvidase el único motivo por el que celebrábamos esta boda? ¿Sería la sorpresa de ver a tantos invitados allí reunidos, sentados en sus asientos? ¿Sería el ver aquella decoración, farolillos y pétalos de rosa por todos lados? ¿O sería el ver a Draco allí parado, esperándome en el altar?

Había pasado dos meses pensando en la boda y, por extraño que parezca, no era hasta ahora que caía en la cuenta de que, joder, iba a casarme. Dejando a un lado que Voldemort llegaría con la intención de matar a un amigo, estaba a punto de casarme, era un momento muy importante en mi vida.

Y es que siempre estás a una decisión de cambiar totalmente tu vida. Si aquella noche con mis amigos hubiera decidido quedarme en casa, no estaría aquí; si no me hubiera dejado convencer para elegir reto, no me habría fijado en aquel chico de mirada triste al otro lado del bar; si me hubiera negado más, solo un poco más, a lo mejor Draco hubiera decidido dejarme en paz y ahora mismo otra chica estaría en mi lugar. Pero no había sido así, las decisiones que tomamos nos hacen ir a rumbos distintos, y no por ello es mejor o peor. Debías decidir que hacer con aquellos que tenías y, así, un nuevo rumbo se abría delante de ti.

Comencé a bajar las escaleras cogida del brazo de mi padre. La música se había vuelto más suave y melódica, envolviendo el jardín con notas dulces que flotaban en el aire. Los elfos domésticos, con sus túnicas impecables, formaban un pasillo adornado con pétalos de rosa, creando un camino mágico que conducía hacia el altar.

Mientras avanzábamos por el pasillo, los invitados se giraban para observarme y sonreirme, pero mis ojos estaban fijos en Draco, al igual que los suyos estaban clavados en mi.

Llevaba un esmoquin negro que realzaba su porte y resaltaba su esbelta figura. La camisa blanca impecable, con puños franceses, se asomaba elegantemente bajo la solapa del esmoquin. Una corbata negra meticulosamente anudada era uno de los muchos detalles del traje que dejaba en claro su herencia de sangre pura. Su cabello rubio platinado estaba peinado hacia atrás de manera ordenada y pulida.

Y sus ojos grises... sus ojos brillaban con una mezcla de emoción y determinación mientras me esperaba en su sitio.

Padre se despidió de mí con un beso en la frente y yo subí los dos pequeños peldaños hacia el altar. En el medio se encontraba el mago que nos casaría, a un lado mi dama de honor, Vianca, y junto a Draco, al otro lado, Blaise y Theodore, sus padrinos.

Cuando llegué y me puse frente a Draco, este extendió ambas manos con ternura y yo no dudé en posar las mías encima. En este momento, no existía el resto del mundo, ni las amenazas y el plan de venganza de Voldemort, ni preocupaciones secundarias, ni peleas anteriores. Ahora mismo solo existíamos Draco y yo y esa mirada de complicidad entre ambos. Pude jurar que yo no era la única que miraba con ojos de amor.

El mago encargado de oficiar la ceremonia comenzó a pronunciar las palabras rituales, mientras yo lo observaba, atento, aunque por el rabillo del ojo podía notar como Draco no apartaba su mirada de mi.

—Ahora es el turno de asegurar vuestro amor eterno gracias a la amortentia —dijo el mago.

Fruncí levemente el ceño.

—¿Amortentia? —repetí confusa.

—Es un filtro de amor muy poderoso —me explicó Draco—. El olor le recuerda a cada persona a aquel o aquella que más ama.

Draco fue el primero en acercarse y oler. Fueron unos segundos de incertidumbre en los que el nerviosismo comenzó a subir por todo mi cuerpo. Entonces Draco sonrió y me miró.

—Huelo a jazmín, a sándalo y tonos florales. Huelo a Diora.

Sonreí, entonces fue mi turno. Me acerqué y olfateé el bote que me ofrecía el mago.

Un segundo. Dos. Tres. Cinco.

—No... no lo sé. No huelo a nada —dije.

Noté como la mirada de Draco se entristecía, dolido.

Pero entonces, un aroma...

—Es una muggle —dijo el mago sin intención de ofender con sus palabras—. El efecto de la amortentia no será el mismo que con los mag...

—Menta —dije al instante. Draco me miraba atentamente, esperanzado—. Huelo a menta. —Volví a olfatear—. A cuero y perfume caro. —Alcé la vista del frasco para observar a Draco. Sonreí—. Huelo a Draco.

La fragancia de la amortentia quedó suspendida en el aire, creando un halo mágico alrededor de nosotros mientras la ceremonia proseguía.

El mago continuó con las palabras rituales, y sentí la mano de Draco apretar la mía con suavidad. Sus ojos grises seguían anclados en los míos, transmitiendo una mezcla de emociones que iban más allá de las palabras. Cada mirada, cada gesto, era una promesa silenciosa.

Llegó el final de la ceremonia. Draco y yo intercambiamos nuestros votos, cada uno colocó el anillo de compromiso (aquel que me había quitado esta mañana y ahora volvía a tenerlo) en el dedo del otro y dijimos el sí quiero.

—Yo os declaro, marido y mujer —concluyó el mago y apoyó su mano en el hombro de Draco—. Ya puede besar a la novia.

No se lo pensó, y yo sonreí al ver como Draco se me acercaba, posando un suave y dulce beso sobre mis labios.

Los invitados comenzaron a aplaudir y vitorear. Cuando nos separamos y miré hacia los invitados, vi como los magos y brujas presentes sacaban sus varitas y apuntaban al cielo.

—¿Qué están...? —quise preguntar.

De las varitas de cada uno salieron luces plateadas y fantasmas de distintos animales. Ciervos, águilas, búhos, conejos... Todos estaban conjurando su patronus.

Miré a Draco con los ojos iluminados. Este también sacó su varita y formuló su patronus, volviendo a aparecer ese dragón revoloteando a nuestro alrededor. Un auténtico espectáculo de luces y formas. Todo era mágico.

Hasta que...

Entre promesas y mentiras | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora