Capítulo 6

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6.- ¿Cerveza de mantequilla?

Así estuve días, o semanas, no estaba segura. No salía de esas cuatro paredes. Desayunaba, almorzaba y cenaba en la habitación, sola. Draco se levantaba bien temprano y tan solo aparecía por las noches, así que yo me aseguraba de estar dormida antes de que él apareciera, por lo que no nos veíamos. Mataba el aburrimiento leyendo libros que cada mañana aparecían de forma misteriosa sobre la mesita baja frente al sofá.

No quería salir, no quería volver a cruzarme con aquella mujer ni con Draco. Alguna que otra vez intenté hablar con Abhay para tener algo de charla al día, pero este solía estar muy ocupado y apenas aparecía para traerme las comidas del día y se iba rápido.

Aparte de leer, también solía escribir cartas a mis padres, aunque estas nunca iban a su destino, sino que se quedaban bien guardadas en el fondo de un cajón del vestidor.

Aquella tarde, estaba escribiendo una de esas cartas, arropada en una cálida manta en el banco frente a la ventana. En dicha carta, les contaba a mis padres como era mi estancia aquí, les decía que el lugar era demasiado ostentoso y de colores muy apagados, pero que después de todo, podría ser peor. También les preguntaba qué tal les iba a ellos, si mamá seguía triste tras mi partida o si padre se la pasaba amenazando con tirar a Draco de los pelos como rompiera su promesa de protegerme, si Vianca aparecía por casa muy a menudo preguntando si se sabían noticias de mi o si mis tías cotilleaban y divagaban sobre el asunto de mi repentina boda.

Entonces, la puerta de la habitación se abrió. Deseché la idea de que fuese Abhay, pues él, aunque entraba cuando le daba la gana, solía llamar a la puerta antes. Al alzar la vista, me encontré con Draco.

—Hola —me saludó.

—Hola.

Volví mi vista al papel y seguí escribiendo.

Noté como Draco dudaba, y finalmente se acercó a mí, sentándose en el hueco libre del banco.

—¿Qué escribes?

Alcé de nuevo la vista, clavándola en sus ojos grisáceos. Iba trajeado completamente de negro, y su pelo platino estaba perfectamente peinado, nada que ver con mi trenza casi desecha.

Me encogí de hombros. No quería responder a esa pregunta, él pareció entenderlo.

—Deberías salir en algún momento a que te dé el aire.

—Estoy bien aquí.

Él pareció pensar como seguir.

—El jardín es muy bonito, podrías ir alguna tarde a leer o escribir allí.

Me giré para mirar por la ventana.

—Algún día. Tengo toda mi vida para hacerlo, ¿no?

Draco notó mi tristeza en la voz, pero no dijo nada al respecto.

—Había pensado que podríamos ir a Hogsmeade a dar un paseo esta tarde. Es un lugar muy bonito, seguro te encantaría.

—No tengo ganas —dije al instante.

Él me observó unos segundos. Entonces se levantó.

—Bueno, avísame si cambias de idea.

Estaba dirigiéndose a la puerta cuando entonces...

—Draco —lo llamé, y seguí hablando cuando este se giró hacia mí—. ¿Podría... podría enviarle una carta a mis padres?

Este me sonrió, y supe lo que me iba a decir antes de que lo hiciera.

Entre promesas y mentiras | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora