Capítulo 4

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4.- Recuerda quien manda aquí.

—¿Seguro que no queréis quedaros a dormir? ¿Aunque sea solo por esta noche?

Mi madre intentaba no echarse a llorar. Aún no se había hecho a la idea de que a partir de ahora viviría en otra casa. Yo tampoco.

—Voy a estar bien mamá —intenté tranquilizarla—. Vendré a visitaros siempre que pueda.

Aun así soltó un pequeño sollozo al abrazarme.

—Eda... —Mi padre colocó su mano sobre el hombro de madre, intentando apartarla de mi. La intención de ella era no soltarme nunca.

Una vez separadas, Draco deslizó su mano sobre la mía. La mirada que le dirigí emanaba ira, aun así me obligé a sonreír para que mis padres no sospecharan.

Ambos comenzamos a alejarnos calle abajo mientras, mirando hacia atrás, me despedía de ellos con la mano.

¿Cuándo volvería a verlos? ¿Los volvería a ver aunque sea? No conocía de nada al que se hacía llamar "mi prometido".

Sentía un nudo en el estómago. Ganas de acurrucarme en una esquina y llorar.

Estaba tan metida en mis pensamientos que no noté cómo nos dirigíamos a un callejón. Al darme cuenta y confirmar que mis padres ya no podían vernos, solté la mano de Draco de golpe y me separé unos pasos de él.

—Vale. Ya puedes explicármelo todo.

Draco me miró con cansancio.

—Ya dije que cuando llegásemos a casa.

—No pienso ir a tu casa. A saber que me harás allí. Ni pensarlo. —Me crucé de brazos y alcé la barbilla.

Draco se frotó la cara con las manos, agotado.

—Mira, no estoy para tus gilipolleces. Ya te lo dije antes, vas a casarte conmigo quieras o no. No tienes opción.

Esta discusión no iría a ningún lado, y yo bien lo sabía, por eso solo se me ocurrió una forma de salirme con la mía. Sin que Draco se lo esperase, lo empujé por los hombros, haciendo que este se tambalease hacia atrás. No lo pensé dos veces, comencé a correr, camino de nuevo a la calle.

—¡Joder!

No miré hacia atrás. Los tacones me dificultaban la huida. Debería haberme cambiado de zapatos antes de salir de casa... Estuve a punto de conseguir salir del callejón cuando una silueta se dibujó frente a mi.

No era Draco, pero sin duda daba muchísimo más miedo que él. Un ser alto, tan pálido que se podría decir que su piel era blanca como el mármol, sin un solo pelo en su cabeza y con unos ojos color rojo sangre. Pero, sin duda, lo que más me impactó de su aspecto es que, en vez de nariz, tenía dos orificios como rendijas parecidos a los de una serpiente.

Me paré de golpe, olvidando por completo mi intento de huida.

Escuché pasos rápidos tras de mí, pero estaba paralizada como para poder girarme.

Mi mente gritaba corre.

Noté la mano de Draco en mi cadera, empujándome suavemente para colocarse él por delante. Vi de reojo que este sacaba una varita de su bolsillo. En cualquier otra circunstancia, habría pensado que ese chico era un rarito por seguir jugando a los magos, pero mi mirada estaba fija en esos ojos rojos.

Entre promesas y mentiras | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora