18.- No voy a irme a ningún lado
Un instante después, sin previo aviso ni preparación mental, mis labios chocaron con los suyos en un beso impulsivo y apasionado. Fue como si un impulso irresistible me hubiera llevado a cruzar esa última barrera que nos separaba.
La sorpresa inicial en su rostro pronto dio paso a una expresión de asombro, y entonces, sentí una chispa intensa y emocionante. Nuestros labios se movieron en una danza frenética, como si nuestros corazones hubieran estado esperando este momento mucho más tiempo del que nos habíamos permitido admitir.
El tiempo pareció detenerse mientras nos sumergíamos en aquel beso, un beso que había estado esperando en las sombras de nuestras interacciones, un beso que revelaba una corriente de sentimientos y deseos que habíamos estado ocultando.
Mis dedos se posaron con suavidad en su mejilla, y sentí cómo su piel se calentaba bajo mi contacto. Draco parecía tan sorprendido como yo, pero no parecía tener intención de apartarse. Es más, colocó sus manos sobre mi cintura para arrimarme más cerca de él.
Las emociones se agolparon en mi pecho mientras nuestras bocas se movían, al principio frenéticas pero que se fueron calmando, terminando en un beso lento y delicado.
El viento invernal soplaba a nuestro alrededor.
El beso fue corto, o al menos demasiado para mi gusto y cuando finalmente nos separamos, nos quedamos a milímetros el uno del otro, nuestras respiraciones entrelazándose en el aire frío.
Al abrir los ojos, me encontré con los suyos grisáceos observándome. Bajó la mirada a los labios, y de nuevo miró hacia arriba.
Y entonces me di cuenta de lo que había hecho.
—Lo siento —dije al instante.
Draco se quedó en silencio unos segundos, analizando mi rostro. Cuando se repuso de la sorpresa, respondió:
—No te preocupes, yo...
—No debí haberlo hecho, no sé en qué estaba pensando.
No dijo más. Dirigió su mirada al suelo, luego a la calle prácticamente vacía y luego de vuelta a mi.
—Deberíamos volver a casa.
Asentí.
—He estado pensando. —Me tensé sobre la cama. Desde que habíamos llegado de Hogsmeade, no nos habíamos dicho una sola palabra. Cuando salí del baño, él ya estaba tumbado en la cama, observando el techo con la cabeza apoyada en una de sus manos y la libre sobre su estómago—. Si quieres, una vez se realice la boda y se lleve a cabo lo que el señor tenebroso quiere, puedes volver a casa.
Me quedé en silencio, sin comprender del todo lo que decía.
—¿Cómo?
¿Era porque lo había besado? ¿Quería tenerme lejos lo antes posible? Es cierto que había sido yo la que me había lanzado, pero él no se había apartado, por el amor de Dios.
—Esta boda se lleva a cabo para que...
—Para matar a Harry, sí. Ya ha quedado claro. —Mi voz era áspera, y Draco lo notó.
Él suspiró.
—Quiero esto tan poco como tu, Diora.
—¿Y por qué no te niegas? —Me apoyé sobre mis antebrazos, incorporándome un poco de la cama y mirándolo a la cara—. Voldemort no parará hasta conseguir lo que quiere. Muy bien, pero que busque otra ocasión para matarlo, no en nuestra boda.
Draco frunció el ceño y se incorporó, imitando mi postura.
—¿Acaso no te ha quedado claro que no me queda opción? Mi familia se lo debe. Yo se lo debo.
Le escruté la cara durante unos segundos antes de preguntar:
—¿Por qué?
—Porque fui yo quien le devolvió la varita a Harry para que lo matase.
Fruncí el ceño.
—Mis padres pertenecían a los mortifagos, al igual que yo.
—¿Mortífagos?
—Los seguidores de Voldemort —me explicó—. Pertenecían porque pensaban que, para protegerme a mí y a ellos mismos no quedaba otra opción. Pensaban que Harry no tenía ninguna oportunidad contra Voldemort.
—Pero tú si creíste en él —asumí.
Se encogió de hombros.
—Bueno, solo pensaba que, si había una pequeña oportunidad de que acabase todo aquello, valía la pena intentarlo. —Sus ojos se encontraron con los míos—. No quería vivir, no así.
Aun queriendo ocultarlo, noté el dolor en su voz, la desesperación.
Draco y su familia habían vivido un infierno, habían hecho lo posible por sobrevivir y cuidarse los unos a los otros. Y aun así, Draco sacrificó todo para que pudiesen vivir en paz. Draco solo quería vivir sin tener que esconderse.
—Siento haberte metido en este mundo —se disculpó.
No pude hacer otra cosa, solo asentir. Instintivamente, mis brazos encontraron su camino alrededor de su cuello, atrayéndolo hacia mí en un abrazo suave pero cargado de significado. En ese instante, él respondió rodeando mi cintura con sus manos. No necesitábamos palabras.
Nos dejábamos caer con cuidado en la cama. La suavidad del colchón nos abrazó y sentí la fría piel de Draco. Con un movimiento tímido, él apoyó su cabeza en mi pecho. Me pregunté si podría escuchar los rápidos latidos de mi corazón.
Mis dedos se deslizaron entre los mechones sedosos de su rubio cabello. Las hebras suaves se deslizaban entre mis dedos, cada movimiento transmitiendo una conexión silenciosa pero poderosa. La textura de su cabello era un eco de la diversidad de emociones que se agitaban en el aire, desde la anticipación hasta la vulnerabilidad.
La gravedad del momento se intensificó cuando nuestras miradas se encontraron. En ese instante, el tiempo pareció ralentizarse, permitiéndonos sumergirnos el uno en el otro. Bajó la mirada a mis labios, y su aliento cálido acarició mi piel, creando una corriente eléctrica que hizo que mi corazón diera un vuelco.
Pero volvió a apoyar su cabeza en mi pecho, estrechándome con más fuerza entre sus brazos, como si pensase que me iría en cualquier momento. Mis caricias en su pelo se hicieron lentas y suaves, nuestras piernas se enredaron entre sí y notaba su aliento olor a menta a través de la tela de mi pijama.
No sé por qué, quizá fue el ver lo vulnerable que se encontraba en ese momento, pero me ví en la obligación de decir:
—No voy a irme a ningún lado. Ni antes ni después de la boda.
Su respiración se hizo más lenta.
—¿Lo prometes? —preguntó con un hilo de voz. Es como si estuviese a punto de quedarse dormido.
Se me formó un nudo en la garganta.
¿Podía prometerlo? ¿Podía jurar algo tan importante? Me acababa de dar mi libertad, la oportunidad de irme cuando todo esto terminase. Adiós al mundo mágico y a Voldemort. No tendría que volver a verle nunca más.
Fue por ese último pensamiento que contesté. Quizá me estaba adelantando, quizá me arrepentía al día siguiente pero, en este momento, tenía clara la respuesta.
—Te lo prometo.
Se acurrucó en mi pecho, como si de un niño pequeño se tratase.
Voldemort le había hecho daño, mucho daño, le había arruinado la vida y lo había destrozado. Odie a Voldemort con mi alma por eso.
Noté como la respiración de Draco se fue haciendo más profunda y regular, hasta quedarse dormido.
Pensé en apartarme, volver a mi lado de la cama y dormir allí pero, por alguna razón, no quise hacerlo. Me sentía bien abrazada a Draco, cómoda y a salvo.
Cerré los ojos y mi caricia en su pelo se volvió un simple movimiento de dedo, hasta quedarse completamente parado cuando me quedé dormida.
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Entre promesas y mentiras | Draco Malfoy
FanfictionEn un mundo donde la magia y la realidad se entrelazan, Diora Douglas, una joven muggle sin conocimiento alguno del mundo mágico, se embarca en una sorprendente aventura. Todo comienza cuando sus amigos le plantean un desafío en un bar: hablar con e...