Capítulo 3

135 16 0
                                    

3.- ¿Prometidos?

La cena finalizó con un brindis. Brindis en el cual yo habría preferido tirarme por la ventana.

—¡Por los novios! —gritó una de mis tías.

—¡Por los novios! —gritó el resto de la familia, haciendo chocar todas sus copas. La mía incluida.

Me bebí el vino de la copa casi del tirón.

Toda la familia se dirigió al salón, y mis tíos se llevaron con ellos a mi prome... a Draco. A aquel desconocido que no conocía de nada.

Yo me quedé con mi madre para ayudarla en la cocina.

—¿Cuándo es la boda? —me pregunto cuando estaba metiendo los platos sucios en el fregadero mientras ella los enjabonaba.

—En dos meses. —Era como si tuviera la información dentro. Como si alguien hubiese dejado esa información ahí y yo no me hubiese enterado.

Por un momento pensé que me estaba volviendo loca.

Me arremangué la mangas del vestido y bajé un poco la falda, pegada a la mitad de mis músculos.

—Me esperaba todo menos esto —dijo. Cogí los platos ya limpios y comencé a secarlos con un trapo.

—Lo sé.

Yo tampoco me esperaba nada de esto.

—No conozco a ese chico, pero con que tu seas feliz, yo también lo soy.

No entendía como una simple frase casi me hizo llorar.

La miré con los ojos aguados, conteniendo las lágrimas.

—Gracias mamá.




Una vez terminé de ayudar a mi madre en la cocina, me dirigí al baño. Bueno, lo intenté. Al cruzar la esquina del pasillo, me encontré de frente con Draco.

Casi choqué contra su pecho, y di un par de pasos hacia atrás, mirándolo a los ojos.

—Tenemos que hablar —le dije.

—Lo sé. —Me analizó la cara por completo, luego miró a nuestro alrededor—. Pero no aquí, nos podría escuchar alguien de tu familia.

Intentó posar su mano en mi brazo para dirigirme a alguna habitación, pero yo me sacudí para que me soltase.

—No me toques —le ladré. Él no insistió.

Pasé por su lado, dirigiéndome a la puerta de mi cuarto. Noté como él me seguía no muy por detrás. Abrí la puerta y le dejé paso, para después cerrar la puerta con pestillo. Al girarme hacia él, ví como observaba toda la estancia. Los posters, la cómoda, la cama... Su mirada se paró en la estantería de libros.

2¿Te gusta leer? —me preguntó, pasando sus largos dedos por el lomo de los libros.

—Se podría decir que sí —contesté de forma seca. Di unos pasos hacia él—. ¿Qué es todo esto?

Ladeó la cabeza.

—¿Todo él qué? —Se hizo el tonto.

—Sabes a qué me refiero, idiota. —Unos segundos de silencio en los cuales él se me quedó mirando. Alcé mi mano derecha—. Yo no quiero esto —le señalé el anillo plateado.

—Podemos buscar otro si quieres. Elige el que más te guste y yo te lo compraré.

—¡No me refiero a eso! —me desesperé—. ¿Por qué haces esto? ¿Cómo lo has hecho? He intentado decir algo con todas mis fuerzas, pero las palabras no me salían de la boca. No se que hiciste pero déjalo ya, no tiene gracia.

—¿Me ves con cara de que me haga gracia? Quiero esto tan poco como tú. Si fuese por mí, aquel día en el bar habría sido el primer y último día en el que nos hubiésemos visto.

2Estamos de acuerdo en algo, entonces.

Draco se llevó la mano a la cara.

—Vamos a casarnos, quieras o no. —Volvió a posar sus ojos grisáceos en los míos.

—No.

Se acercó a mí unos pasos, los mismos que yo retrocedí.

—No te queda otra. Estás obligada.

—¿Por quién?

Otros pasos hacia mí. Otros pasos hacia atrás. Mi espalda chocó contra la puerta.

—Por mí.

Miré disimuladamente a mi alrededor. En la cómoda a mi lado, un libro. Sin pensárselo dos veces, lo agarré e intenté tirárselo a la cabeza pero, como de la nada, apareció tan cerca de mi que con un solo movimiento agarró mi muñeca y me arrancó el libro con la otra.

—¿Cómo...? —comencé a decir, pero callé al escuchar el ruido sordo del libro cayendo hacia atrás—. ¡Mi libro!

—No parecía tan valioso para tí cuando intentaste tirármelo a la cara. —Me miró a los ojos. Tenía el ceño fruncido-. Pero tranquila, puedo comprarte todos los libros que quieras después de la boda.

—¡Que no voy a casarme contigo! —espeté, intentando zafarme de su agarre en la muñeca. Este cedió, soltándome, aunque cuando intenté empujarlo hacia atrás no se movió ni un milímetro. Como vi que esto no llegaba a nada, pregunté—: ¿Por qué?

Él sabía a qué me refería con la pregunta. Aun así estuvo unos segundos en silencio. Entonces habló.

—Hay alguien, alguien que... Lo traicioné de una manera. Ahora quiere cosas de mi familia. En especial de mí. —Estaba perdidísima. Su mirada iba a todos lados menos hacia mí.— Una de las cosas que exigió fue que me casase.

Cuando se quedó callado, fue mi momento para hablar.

—Y tus problemas familiares o lo que quiera que sean te da el derecho a obligarme a hacer algo que no quiero, ¿cierto?

Si no estuviese tan enfadada, capaz me habría dado algo de pena.

—Si no te me hubieses acercado en aquel bar, estarías feliz en esta estúpida reunión —contraatacó.

—Y encima tendrás el valor de echarme la culpa a mi. —Decidí hacer como si no hubiese escuchado nada al respecto de mi familia, porque entonces explotaría.

Draco se masajeó las sienes, con la mano libre sobre su cadera.

—No quiero pelear...

—¡Pues es lo que vamos a hacer como no me lo expliques mej...! —No pude terminar de hablar.

Draco tapó mi boca con una de sus manos. Intenté liberarme del agarre, pero entonces escuché los pasos de alguien por el pasillo. El rubio se acercó a mi oído para susurrarme:

—Te lo explicaré todo. Cuando vayamos a casa.

Entre promesas y mentiras | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora