Capítulo 8

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8.- ¡Tengo una sorpresa para ti!

Al día siguiente, me armé de valentía y decidí salir de la habitación.

Draco tenía razón con respecto a que el jardín era de los lugares más bonitos que había visto nunca, y deseaba sumergirme entre tantas flores de colores.

Bajé las escaleras, libro en mano, deseando con todas mis fuerzas no encontrarme con nadie. Por suerte, eso no pasó, y pude traspasar la puerta y llegar al elegante jardín.

Era un lugar extenso y muy bien cuidado. Con senderos empedrados y áreas ajardinadas exquisitamente arregladas. Los arbustos se veían muy bien podados y los colores de las flores coordinados unos con otros. Conforme paseaba por los senderos, me encontraba de vez en cuando con estatuas de mármol y bancos de jardín. Incluso en uno de los extremos del jardín, había una fuente con agua cristalina. En los extremos del jardín, altos muros perimetraban el terreno.

Finalmente, después de minutos contemplando el inmenso jardín, decidí posicionarme en un banco que había junto a la fuente, rodeado de vegetación. Sabía incluso antes de salir de mi habitación que terminaría en aquel lugar, la ventana de mi cuarto era la única que podía ver este rincón del jardín.

Lo suficientemente alejada de la mansión para tener un momento de paz.



El tarareo de una mujer hizo que despegara la vista de mi libro.

La señora Malfoy apareció de unos de los senderos, con un par de tulipanes cortados en su mano.

Al darse cuenta de mi presencia sonrió. Traté de devolverle el gesto, aunque la intranquilidad comenzaba a envolverme el cuerpo.

La primera y última vez que nos vimos, apenas intercambiamos unas frases. Ella estaba nerviosa pues su hijo estaba a punto de morir y yo en estado de shock pues acababa de ser teletransportada. Siquiera nos presentamos, y a pesar que ella dijo de hacerlo al día siguiente, yo no volví a salir de la habitación.

—Te encuentro mucho mejor que la última vez que te vi —dijo, acercándose a mí.

Me levanté, para que la diferencia de altura no me pusiese nerviosa.

—Eso no es muy difícil. —Conseguí sacarle una pequeña risa—. Encantada de conocerla, señora Malfoy.

—O no, nada de formalidades. Llámame Narcissa.

Le sonreí, asintiendo.

—Yo me llamo Diora.

—Encantada.

La sonrisa de Narcissa era cálida y genuina, llena de amor.

Como describirla... tenía una belleza... pura. Unos ojos azules pálidos y penetrantes que te miraban con cariño, un rubio platino idéntico al de Draco y rasgos finos.

—Te pareces mucho a Draco —dije a modo de cumplido.

—Nos lo dicen mucho. —Hizo una mueca, a lo que no pude evitar sonreír.

Entonces, su rostro se apagó, y sus ojos cambiaron esa luz a preocupación y tristeza.

—Lo siento tanto... Siento que tu vida haya acabado así...

—No es culpa tuya. —Por alguna razón, toda la culpa recaía en Draco. Así lo veía yo.

—¿Madre?

Ambas nos giramos, encontrándonos con Draco saliendo de uno de los pasillos rodeados de arbustos, que se quedó petrificado al vernos a ambas.

—Veo que ya os habéis presentado.

Su madre le sonrió.

—Sí, es una chica estupenda Draco.

Este me miró y soltó una risita divertida.

—Bueno, con demasiado carácter para mi gusto.

Arqueé una ceja.

—¿Demasiado para ti?

Este frunció el ceño, como si de un niño pequeño se tratase. Su madre rió.

—Me encanta esta chica.



No se como lo hizo, pero Narcissa terminó convenciéndome para cenar con ellos esa noche. Dijo que había un restaurante recién abierto en Hogsmeade que deseaba conocer. Pareció suficiente para convencer a Draco a llevarla, pero esta dijo que quería ir con la familia al completo, y eso, al parecer, me incluía a mi.

Estaba terminando de arreglarme para la cena. Llevaba un vestido largo de corte ajustado color azul marino. Tacones altos y un collar con una preciosa piedra azul idéntica al color de mis ojos. El cabello me lo dejé suelto, con ondas castañas cayendo sobre mis hombros. El maquillaje fue bastante natural, por la simple razón de que no sabía maquillarme.

Al salir del cuarto de baño, Draco estaba sentado en la cama terminando de abrocharse la camisa negra.

Al alzar la mirada, sus manos dejaron de moverse. Me miró de arriba abajo, sorprendido. Esperé a que dijese algo, algún comentario burlón o sarcástico, pero al ver que no decía nada, decidí hacerlo yo.

—¿Quieres una foto? —Sonreí, recordando que esa misma pregunta me hizo él a mi la vez que me quedé yo mirándolo en silencio.

Draco pareció acordarse, pues soltó una risa, terminando de abotonarse la camisa y poniéndose de pie.

Sonreí, complacida, por haberle devuelto la jugada.

—Nos encontraremos con mis padres allí.

Asentí, acercándome con la intención de agarrarme a él para que nos teletransportarse, pero entonces dijo:

—Hoy no.

—¿Cómo? —me paré.

—Hoy iremos de una forma que seguro te gusta.



—¡Esto no me gusta nada! —le aseguré, agarrándome a su cintura como si me fuese la vida en ello. Y era totalmente cierto.

Íbamos en escoba. Una Nimbus 2001 decía él. Volábamos por la noche estrellada, entre montañas, camino a Hogsmeade.

—¿¡Nunca has montado a caballo!? —Debíamos gritarnos para poder escucharnos por culpa de la velocidad.

—¡Hay un pequeño detalle entre montar a caballo y esto, y es que los caballos no vuelan ¿sabes?!

—¡Disfruta del paisaje, Diora!

Dejé de apretar los ojos y me decidí a abrir los ojos por primera vez en el trayecto. A la altura a la que estábamos, se veía todo a nuestro alrededor. No había luna aquella noche, pero las estrellas lo iluminaban todo.

Estuve a punto de sonreír, disfrutando del paisaje como había dicho él, cuando Draco aceleró repentinamente, haciendo que pegara un grito y me agarrase más a él, volviendo a cerrar los ojos.

—¡Eres idiota! —Este expulsó una carcajada—. ¡Si, tu riete! ¡Tienes suerte de que ahora mismo mi vida dependa de ti porque si no ya estarías muerto!

Draco volvió a reír, esta vez más fuerte aún.

—¡Tengo una sorpresa para ti!

—¿¡A sí!? ¿¡Cuál!?

—¡Ya verás!

Ya estábamos llegando a Hogsmeade, se podía ver el pueblo al completo desde aquí arriba, completamente iluminado, con los tejados nevados. Era una preciosidad.

Volví a pegar un chillido cuando Draco aceleró de nuevo.




Me tambaleé un poco al bajarme de la escoba. Estaba un pelín mareada. Claro estaba, cuando me preguntó Draco, le contesté que estaba perfecta.

—No ha sido para tanto.

Este enarcó una ceja.

—Tu sorpresa está dentro.

Entramos al restaurante, ya lleno a pesar de estar a primera hora de la noche. Barrí el restaurante con la mirada, y mi mirada se detuvo en la mesa de seis asientos que había en un extremo del restaurante. En esta, tan solo había dos mujeres sentadas. Narcisa y...

—¿Mamá?

Entre promesas y mentiras | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora