Capítulo 20

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20.- El amor puede florecer en los lugares más inesperados.

Por supuesto que iba a hacer una tontería. ¿Acaso no me conocía ya lo suficiente? Si alguien me obligaba a no hacer algo, lo haría con tal de llevar la contraria.

Me parece muy bien que Draco hiciera lo que fuera por su familia, pero yo no permitiría que muriera un inocente a manos de Voldemort. Y si llegaba a salir mal y terminaban pillandome, le diría a Voldemort que todo es culpa mía. Draco y su familia estarían bien. La única mal parada sería yo, y estaba dispuesta a correr el riesgo.

Esa misma mañana escribí una carta a Harry.

Querido Harry,

Espero que estés bien. Necesito verte urgentemente por un asunto crucial sobre Voldemort. No puedo permitir que Draco se entere. Por favor, reúnete en el jardín de la mansión Malfoy en una hora. Sé discreto para evitar que nos vean.

Atentamente,
Diora

La lechuza de Draco, la misma que llevó la carta que le escribí a mis padres la primera vez, llegó volando hasta la ventana de nuestra habitación nada más abrirla.

Miré a mis espaldas, asegurándome que no hubiera nadie en la habitación y que la puerta estuviese cerrada antes de volverme hacia la lechuza y entregarle el sobre.

—Llévasela a Harry Potter, por favor. Es urgente.

La lechuza agarró el sobre con sus patas y comenzó a volar. Tan rápido que el viento me chocó en la cara, echándome el pelo hacia atrás.

Una vez la ví a lo lejos como una sola mancha en el cielo, cerré la ventana y salí de la habitación. Busqué a Abhay por toda la casa hasta encontrarlo en la cocina junto a otros elfos domésticos, y le pedí que ese mediodía me llevase el almuerzo a la habitación. Al salir de la cocina, me encontré a Narcissa saliendo del salón.

Mis pulsaciones comenzaron a acelerarse, como si pudiese leerme la mente y saber lo que estaba a punto de hacer.

En cambio, ella solo me sonrió. Coloqué las manos tras mi espalda.

—Diora —me saludó—. ¿Qué hacías en la cocina?

—Eeh... -las palabras se me trabaron en la garganta—. Le pedí a Abhay que hoy me llevase el almuerzo a la habitación.

La sonrisa de Narcissa se volvió triste y sus ojos me miraron preocupada.

—¿Discutiste con Draco esta mañana? —intuyó.

Bajé la mirada al suelo, sin necesidad de responder. Noté como ella se acercaba, y solo entonces alcé la vista de nuevo, encontrándola frente a mi.

—Te contaré algo —me dijo, y por su tono de voz, supe que sería algo importante. Mis ojos la observaron, con curiosidad—. ¿Sabías que cuando Lucius y yo nos casamos no estábamos enamorados?

—¿Cómo? —me sorprendí.

Narcissa exhaló suavemente, como si reviviera recuerdos que habían estado guardados por mucho tiempo.

—Nuestro matrimonio fue arreglado, Diora. Por cuestiones de estatus y política. En aquel entonces, las familias de sangre pura se unían de esa manera. No había espacio para el amor verdadero en esas decisiones.

Me quedé boquiabierta, incapaz de imaginar a Narcissa y Lucius en una situación similar a la mía.

—Pero entonces, ¿cómo...? —comencé, luchando por encontrar las palabras.

Narcissa sonrió con tristeza y tocó mi mejilla con ternura.

—Con el tiempo, pasamos por muchas pruebas y desafíos juntos. Aprendimos a conocernos, a confiar el uno en el otro. Y poco a poco, a medida que compartíamos nuestras vidas, algo comenzó a cambiar. Surgieron sentimientos que no esperábamos, que no habíamos planeado. Nos enamoramos, Diora, pero fue un proceso gradual y auténtico.

Entre promesas y mentiras | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora