VII: Aquella duda existencial que todos tienen alguna vez.

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—¿No avisaste que saldrías?

Nop, pero a mi madre no le preocupa mucho —rascó su nuca.

Danielle asintió mientras seguía caminando junto a Minji bajo el frío atardecer. Las luces de la calle se iban prendiendo con lentitud y la brisa golpeaba sus rostros hasta dejarles una sensación fría en las mejillas. A pesar de que era invierno y el pronóstico del clima la siguiente semana anunciaba lluvias fuertes, el aire seguía siendo agradable. Algo había ahí que generaba relajación en el dúo.

—Me gustó verlas ensayar —confesó, empezando a jugar con las mangas de su sudadera. La misma le quedaba grande. —Son muy talentosas.

—Uh, gracias, Dani —sonrió —. Creo que es bonito escuchar halagos de vez en cuando.

Al oír eso y con su tono de voz desanimado, casi triste, logró concluir que esas palabras eran una referencia clara a las molestias que el grupo de Minji recibía casi a diario. Y Danielle no es que no supiera de eso porque era evidente en la escuela, pero nunca le prestó demasiada atención y realmente lo ignoraba. Aunque eso no significaba que estuviera de acuerdo con todo el acoso hacia ellas.

La culpa empezó a invadirla. Ellas se veían tan buenas personas, amables e inocentes. No entendía con exactitud por qué molestarlas tanto. Y como no había hecho nada ningún día respecto a las molestias constantes, aun sabiendo que podía detenerlo, empezó a cuestionarse todo. Eso no podía ser así. Dani no era ese tipo de persona.

—Lo siento —murmuró, cabizbaja.

Minji a su lado frunció el ceño y volteó a verla.

—¿Por qué?

—Yo... yo sé el acoso que reciben todos los días —Dani se oía preocupada —. Nunca hice algo para detenerlo, incluso si veía como las molestaban. Y quería disculparme. Creo que lo ignoré todo este tiempo, pero debí haber dicho algo para ayudarlas.

La más alta demoró un poco en contestar por estar procesando la disculpa de Danielle. Ella nunca les hizo algo malo y estaba lamentándose por errores que ninguna de las cuatro siquiera consideró cuando vieron a Dani en el ensayo.

—Dani, no necesitas disculparte —negó —. Es algo que muchos hacen; ignorarlo.

—Pero mis amigas las molestan —insistió. —Me quería disculpar.

Minji entendía la preocupación de Dani en ese momento y se veía bastante expectante en recibir la aceptación de su disculpa. Y aunque Min creía que no era necesario, simplemente asintió y dejó una caricia leve en la parte superior de su cabeza.

—Bueno, estás perdonada —aceptó, ahora escondiendo sus manos en los bolsillos de su suéter de canguro.

Continuaron caminando en silencio, pero no era incómodo. Danielle jugaba a no pisar las líneas disimuladamente y Minji disfrutaba mirar el cielo casi nocturno con colores anaranjados y rosas por el sol escondiéndose en el horizonte.

Minji amaba los atardeceres y era una fortuna vivir cerca del mar porque se apreciaba mucho mejor que en la capital.

El ensayo terminó prontamente porque Hyein había dicho que tenía que llegar temprano para ayudar a su madre con unos encargos de la granja y estudiar para matemáticas, ya que su examen era mañana y no tenía ni la más mínima idea de cómo resolver los ejercicios del Teorema de Pitágoras. Aunque Hyein sabía que llegando temprano no mejoraría su horario de estudio; terminaría posiblemente estudiando hasta tarde para sacar una mala calificación de todas formas.

Haerin se fue seguida de Hanni, la cual la llevó a su casa en la bicicleta y Danielle quedó sola con Minji en su casa. Ahí se ofreció a dejarla a casa para ayudarla con el camino de regreso, ya que no era el mismo porque estaban arreglando la calle.

típicamente popular | daerinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora