XII: Aussie, aussie, aussie.

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Haerin no podía dormir.

No era por estar en casa ajena o por el frío, de hecho, estaba muy abrigada con su sudadera y las mantas que Hyein le dio. Todo era por lo sucedido con Minji.

Haerin recordaba que hace un tiempo tuvo un tipo de crush en Minji, el cual no duró tanto como otros amores, pero sí tomó mucha relevancia en cuanto a qué haría con sus sentimientos y qué tipo de relación finalmente tendría con la mayor. Porque, honestamente, eso era incómodo incluso si Minji no lo sabía. Aunque tampoco tenía que saberlo, por eso Haerin lo ocultó lo mejor posible hasta hacerlo invisible a los ojos de todos y sobre todo a los de ella misma.

Al aceptar que eso iba a ser más como un tipo de amor platónico por alguien que era su amiga, empezó a caer en cuanta lo estúpido que sería siquiera intentar confesarse. Y así fue como todo acabó y el interés en Minji fue disminuyendo hasta convertirlo en la importancia amistosa que sí valía la pena.

Pero claro, ahora Minji estaba confundida y eso solo dejaba a Haerin en un limbo inútil. No sentía lo mismo en ese precioso instante y llegaba a ser hasta frustrante porque en su momento esperó eso con ansias. Ya no servía cuando Haerin logró olvidarlo todo, o al menos en su gran mayoría.

Y con todos esos pensamientos, Hae se daba vueltas y vueltas en su saco de dormir sin poder pegar un solo ojo.

Hanni se había dormido poco tiempo después de que comió lo que Hyein preparó y no se movió de la cama de la menor ni siquiera para ir al baño. Minji se quedó a su lado todo el tiempo, primeramente para asegurarse que comiera bien y no se ahogara en el proceso, pero tendiéndola ahí mismo, Hanni se aferró a la mayor con todas sus fuerzas para dormir como si fuera un oso de peluche.

Hyein terminó colocando dos sacos de dormir en su habitación que guardaba de sus campamentos como scout de pequeña; uno para ella y otro para Haerin, mientras que las dos mayores se quedaron en la cama más cómoda.

Haerin estaba segura que Hye ya estaba en su quinto sueño y Hanni igual, pero dudaba que Minji lo estuviera porque ella también se movía demasiado. Y había que destacar que Min era una momia para dormir, por lo que le llamaba la atención.

Finalmente, y con su pésima resistencia de quedarse quieta cuando estaba ansiosa, se levantó de su saco de dormir hasta la puerta y salir enseguida a la cocina o el baño. Iba a tomar agua como una excusa para sí misma, pero realmente quería un respiro de la habitación que parecía ahogarla.

Tenía mucha inseguridad acerca de cómo surgirían las cosas luego de todo lo qué pasó con Minji. Extraño iba a ser, sí, pero no quería volverlo tan significante como para que eso pusiera en riesgo la amistad de años que tenía con ella. Eso era mucho más valioso que una confusión adolescente que compartieron en momentos equivocados.

Estaba helado, lo sentía en sus pies descalzos y solo pudo cruzar la sala de la casa hasta la cocina, donde la única iluminación era de la ventana que dejaba pasar el rayo de luz de una farola en la calle. Oía autos pasar porque estaban cerca de la carretera y el cristal estaba empañado por la baja temperatura. Esos días iban a ser muy a fríos.

Iba a sacar un vaso para beber agua, pero sabía que la llave hacía mucho ruido y no quería despertar a nadie. Prefirió aguantarse. Además, eran las dos de la madrugada aproximadamente y no quería despertarse a las seis para orinar por beber un simple vaso de agua.

Se quedó pensando, apoyada en los muebles cruzada de brazos y tiritando por el frío. Tal vez eso era peor que estar acostada mirando el techo, pero no le generaba inquietud.

Y seguramente pasaron diez minutos. Haerin tenía aquello de quedarse quieta por minutos sin hacer nada y solo pensar. A veces era tanto que no escuchaba mucho lo que pasaba a su alrededor. Hanni creía que era una habilidad, ya que era mucho más inquieta que Haerin en algunas cosas.

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