Epílogo

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"Tantas fotos llenando los marcos, mi propio museo
No hay muchos trofeos, con ustedes tengo".
fantasmas, Humbe.

•••

Para Minji no fue sencillo tomar terapia en Canadá. Primero estaba el idioma interfiriendo, y segundo; sus horarios a veces eran muy ajustados a lo que el quedaba. En muchas ocasiones su poco tiempo libre se transformaba en una sesión con su psicóloga, pero Minji respiraba y finalmente decía: "esto es para ti".

Buscar ayuda y recibirla después de veintiséis años de su vida no fue algo que Minji enseguida aceptó. Le costó mucho darse cuenta que ella realmente no estaba bien y que todo fue demasiado duro. Pero como costumbre, era natural para Minji sufrir cosas que nadie debería vivir.

—Buenos días, Minji.

Su psicóloga, la señorita Bouchard, había dejado una taza de té en el escritorio debido al frío.

Minji tomó asintió sonriente.

—Buenos días —dijo. —Muchas gracias por el té.

—Hace demasiado frío.

—Es verdad.

Con solo ver cómo Minji iba vestida todo se podía deducir, y es que en Canadá las temperaturas tampoco eran extremadamente altas, así que esas fueron una de las muchas cosas a las que Minji se tuvo que adaptar junto a Seungmin.

—Entonces, ¿de qué te gustaría hablar hoy? ¿Algo en particular?

Minji se tomó el tiempo de pensar mientras daba un sorbo al té, pero nada muy específico llegó a su mente.

—No estoy segura —dijo.

—¿Nada?

Se dio otros segundos hasta dar con algo.

—Cumplí treinta años —soltó.

El paso perfecto para empezar la charla.

—Treinta ya —se impresionó. —Los nuevos veinte.

La mujer se río y Minji solo sonrió. La verdad es que la diferencia de edad con su psicóloga era de quince años, pero ambas podían hablar de sus realidades con mucha tranquilidad y eso era cómodo para Minji.

—¿Cómo te sientes con eso? Una edad importante igualmente.

—Es cierto —confirmó. —Pero a la vez es raro porque no siento que haya vivido tantos años. Aún siento que tengo veinte.

—Bueno, mucha gente cree que el alma no envejece. Quizás tienen razón.

—Probablemente —se encogió de hombros. —Es algo que me deja pensando, sabe. Muchos a sus treinta tienen sus familias ya hechas, sus vidas casi resueltas, hasta están casados. Y yo solo tengo a mi hermanito, y creo que en estos treinta años perdí más gente de la que pude conocer, entonces... no lo sé; debo admitir que aún me cuesta encontrarle un rumbo a mi vida.

Bouchard asintió muy compresiva con la cabeza y se veía hasta identificada con lo que Minji decía con su mirada un poco perdida en la taza de té.

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