V: Torta de zanahoria.

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—¿Y Hanni?

Minji levantó su cabeza.

—No vino a la escuela —contestó —. Tenía unas cosas que hacer.

—Oh, ya veo... —asintió —, entonces sólo serás tú hoy para continuar con la carta. Gran responsabilidad, Minji.

—No me diga eso —soltó un quejido. —Siento mucha carga al respecto. Debo ser poeta.

La señorita Ban soltó una risa y negó con su cabeza.

—No tienes que ser poeta —aclaró. —Considero que las almas jóvenes tienen la misma fluidez de decir cosas muy hermosas como si fueran poetas. Y tú me lo has demostrado, así que estoy muy interesada en saber cómo vas a continuar la carta.

Para Minji era gran responsabilidad estar ahora sola, tratando de continuar una carta que están haciendo en conjunto con Hanni. Le costaba un poco expresarse y muchas cosas las había puesto Hanni en las anteriores sesiones, pero ahora que estaba sola casi todo dependía de ella y, si avanzaba lo suficiente, terminaría la carta.

No sabía cómo hacer eso, no lo había planeado.

Y es que para Minji, poner sus sentimientos en palabras era un reto difícil. No lo entendía, tampoco sabía cómo hacerlo; era más como algo muy desconocido que tampoco deseaba experimentar, pero inevitablemente lo terminaría haciendo.

¿Cómo se sentía sabiendo que su año escolar estaba terminando? ¿Qué se sentía no saber qué hacer con su futura vida? ¿O qué significaba exactamente hacerse responsable de tu propia vida y por qué todos tenían distintas posturas?

Minji no tenía exactamente un interés en el dinero, por lo que no estaba buscando algo que inmediatamente le generará ganancias. Además, todos parecían querer estudiar luego de la escuela, y ella se sentía un bicho raro queriendo trabajar antes que ir a la universidad.

Era simplemente para darle un sentido a su vida, pero nunca intentó hacer eso con el estudio superior. A pesar de no saber qué quería estudiar, intentar ingresar a alguna universidad con un buen puntaje del examen de ingreso no terminaba siendo una opción totalmente rechazable.

Tendría que ver eso en un tiempo más. Podría pensarlo un mes más antes de tomar una decisión, y no debía morir en el intento.

—Señorita Ban —la llamó.

Ésta la miró, interesada.

—¿Puedo preguntarle algo?

—Adelante —ofreció ella, colocándose en una posición de atención.

Minji miró la segunda hoja de la carta en la mesa por unos segundos y luego levantó la mirada.

—¿Qué pasa si no sé qué quiero en mi vida? —preguntó, algo insegura. —Todos quieren estudiar, hasta ya saben la universidad a donde quieren ir y yo... yo ni siquiera sé qué quiero cenar en mi casa.

Avergonzada y apenada consigo misma, Minji agachó la cabeza.

—¿Piensas que es muy grave no saber qué hacer con tu vida? —lentamente, la chica asintió. —No es algo de gravedad, Minji. Quédate tranquila con eso.

—Pero, todos quieren algo en la vida —dijo más frustrada.

—Sí, es cierto, pero no necesitas tenerlo en el mismo momento que otra persona lo tiene —aclaró. —Veras, Minji, todos somos diferentes. Tenemos ritmos distintos para hacer las cosas e intereses diferentes, y no por eso significa que uno sea mejor que el otro —explicó —. Que no sepas que quieres es totalmente normal, algo que nos sucede a todos porque... bueno, creo que darte el tiempo de pensar en tu futuro es más preocupante. Pero no está mal imaginarlo, sobre todo si se acerca.

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