IX: Amigas, eso es lo primero.

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Minji llegó a casa con un silencio recibiéndola, como siempre.

Todo estaba apagado y eran apenas las diez de la noche. La televisión estaba apagada, la radio también, la luz de la cocina era la única encendida y el único sonido que se lograba percibir eran sus pisadas en el suelo de madera.

Su madre, la señora Kim Areum, nunca la esperaba despierta. La mujer tenía un horario tan estricto al dormir que era raro verla de pie a las once o doce de la noche. Y si ella manejaba ese reloj, entonces sus dos hijos menores también: Doyeon y Seungmin.

Minji era más grande según ella, entonces no necesitaba de ningún horario fijo para sobrevivir o estar bien. De hecho, juraba que Minji no requería de su presencia para vivir la joven vida que tenía. Tal vez la mujer aún no caía en cuenta que su hija estaba a punto de ser adulta y quizás tendría la oportunidad de ir a la universidad (aunque eso no era del interés de Minji)

Por lo que sí; Minji creció en un ambiente sin una figura materna ni una figura paterna que la guiara.

Tuvo cuatro hermanos por mucho tiempo, dos mujeres y dos hombres. Kim Jennie era la mayor y tenía veintiséis años. Estudiaba en la capital cirugía general e iba ya por sus últimos años de estudio. Había tenido mucha suerte de salir con un excelente puntaje en el examen de ingreso a la universidad y fue el orgullo de su madre por siempre. Minji no la veía con frecuencia y muchas veces la compararon con ella, por lo que nunca tuvo mucha cercanía con Jennie.

Después, estaba su hermana Doyeon que tenía quince años. Con Minji no se llevaban fluidamente aún si tenían edades parecidas, ya que Doyeon ocupaba una actitud algo a la defensiva en casa. Nunca habían tenido la oportunidad de vivir momentos como hermanas y de pequeñas solían pelear mucho, por lo que Minji evitaba estar con ella. Solamente la cuidaba cuando lo sentía necesario.

Su hermanito menor tenía seis años y se llamaba Seungmin. Con él sí que tenía algo de comunicación porque era un niño pequeño que solo pensaba en jugar y en caricaturas. Muchas veces pasaba por el a la escuela preescolar el pueblo, sus amigas incluso la acompañaban de vez en cuando, pero con Seungmin se había prometido generar una estable relación entre ambos desde pequeño para que, una vez estuviera grande, no se arrepintiera de perder esa chance de confianza con su hermano menor.

Y, finalmente, estaba su hermano mayor, Minjun. Él tenía diecinueve años cuando falleció y en ese momento tendría veintiuno. Con él sí llevaba una fluida relación y bastante amigable, se llevaban por pocos años y fue Minjun quien le enseñó a tocar batería a los doce. Estaba totalmente agradecida con él desde lo más profundo de su corazón, y cuando falleció las cosas para su familia se habían vuelto un caos. Su madre claramente se hundió en un tipo de cuadro depresivo que nadie entendía cómo salió de eso. Jennie se presentó para el funeral y Minji tuvo que cargar con el intento de estar bien para los demás, incluso si esa realidad la afectaba mucho.

Su padre nunca apareció ni siquiera para sus cumpleaños o los de sus hermanos, mucho menos para la ceremonia de Minjun. El hombre realmente se esfumó de ese pueblo y muchos creen que empezó a recaer su vida en Canadá, pero no era nada confirmado y solo lo teorizaban por cómo ese caballero hablaba sobre su sueño de irse de Corea.

Minji no tuvo una crianza acogedora. Una funcional. Una donde supiera en serio que cosas estaban bien y cuales estaban mal.

Siempre tuvo un techo donde dormir y llegar, y un plato de comida que agradecer, así que en ese sentido no le faltó nada. Pero si le había faltado esa presencia que todos los hijos quieren en sus vidas.

Por lo que llegar a casa después de la escuela o de salir, incluso sin avisar, y recibir toda esa calma y ese silencio que era ruidoso para Minji, se transformó en una costumbre. Una triste costumbre.

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