10. "Consejos de una sultana"

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Los rayos de sol en las primeras horas de la tarde, entraban por los agujeros de las hermosas celosías que lo rodeaban. Sasuke había salido de su habitación junto a sus sirvientas, para descansar y tomar fresco en uno de los salones semiabiertos de los pisos superiores. Tamya ya estaba casi recuperada del todo, y tenía tanta energía como tendría cualquier cría de gato. Se rovolcaba entre las cintas de seda haciendo reír a su dueño, mientras Karin e Ino protestaban por miedo a que las dañara, antes de utilizarlas para decorar grandes cojines que el príncipe había pedido esa mañana, con el objetivo de hacerle un pequeño lecho a su gata.

Se apoyó en la pared y suspiró ante la escena, tocando inconscientemente el anillo de safiro que llevaba en su mano izquierda. Cuando se dió cuenta de lo que hacía, lo miró y luego levantó la mano, poniéndolo a contraluz y disfrutando de los reflejos azulados que creaba.

—El príncipe no ha dejado de observar su regalo— mencionó Karin en tono bajo y juguetón, haciéndolo reaccionar y bajar la mano con rapidez.

—Es un bonito anillo— justificó con desinterés.

—Fué hecho especialmente para su majestad, claro que es hermoso— añadió y apretó los labios tras la mueca severa de Sasuke.

—Karin, ¿por qué no sigues cosiendo?— preguntó sarcástico y alcanzó a su gata inquieta, quien comenzó a morder sus dedos con sus pequeños y afilados colmillos —¿Y tú? ¿Eres un minino o un tigre de la jungla?— rió y empezó a jugar con ella, hasta que los tres escucharon unos pasos y luego vieron a un eunuco detenerse en al arco de la entrada.

—Alteza, la valide sultán, solicita su presencia. Quiere que la acompañe a almorzar y que por favor, lleve el anillo de rubí que el sultán le obsequió el día de su boda— informó.

—¿Solo a mí?— preguntó confundido. Generalmente la valide se reunía con las tres esposas.

—Esa fué su orden, alteza— repitió él y luego se marchó.

—¿Habrá pasado algo?— expresó Ino, preocupada.

—No he hecho nada mal desde ayer, ¿no es cierto?— preguntó el príncipe y suspiró. En los pocos días que llevaba en el palacio, ya lo habían reprendido demasiadas veces —Iré, terminen la cama de Tamya— ordenó y antes de bajar a la planta baja con su gata en brazos, pasó por sus aposentos y buscó el anillo, se acomodó bien el manto sobre su cabeza y tras revisar su aspecto, llegó al jardín.

Los aposentos de la valide estaban al final del Palacio de los Jazmines, en el piso inferior, así que tuvo que atravesar casi toda la edificación. Cuando llegó al jardín principal y más grande, vió de lejos al sultán; su corazón saltó por un momento, pero luego se sintió realmente incómodo al notar que no estaba solo. Era el quinto día de la semana, y le tocaba al segundo esposo ser atendido. El monarca lo acompañaba sentado en un banco, tenía las manos del pelirrojo entre las suyas y reían los dos de forma relajada, como nunca lo había visto. Tras observarlo acariciar su cabello rojo y corto, Sasuke exhaló conmocionado, pero ni siquiera pudo procesar lo que estaba sintiendo, pues la gata saltó de sus brazos.

—Tamya, no...— regañó en voz baja y temerosa, viéndola acercarse a Gaara. Él, al reconocerla, sonrió y la cargó.

Junto con el sultán, lo descubrió en el pasillo, y Sasuke no tuvo más remedio que acercarse a buscarla, muy agradecido de que su velo ocultaba su vergüenza y las ganas repentinas que tenía de llorar.

—Es muy traviesa— rió el segundo esposo, dejándola en sus brazos.

—Lo siento mucho— hizo una reverencia formal y luego otra más pronunciada hacia el sultán, a quien no pudo mirarle la cara antes de dar la vuelta y alejarse a pasos rápidos del lugar.

El favorito del Sultán (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora