8. "Las órdenes del Sultán"

5.3K 760 95
                                    

Respondía las reverencias de los sirvientes con pequeños asentimientos, según atravesaba los pasillos del palacio principal. Justo al llegar al despacho de su hijo, el capitán Neji salió y al verla hizo una profunda reverencia. La valide le ofreció una mano, que el besó y luego llevó a su frente con respeto.

—Neji— saludó —No hemos tenido tiempo para conversar adecuadamente desde que llegaste.

—Ha sido arduo el trabajo, valide— justificó.

—¿Cómo está tu madre? ¿Su rodilla mejoró?

—Sí, está mucho mejor. Usted la cuidó muy bien en mi ausencia, y por eso estoy muy agradecido— hizo otra inclinación de cabeza y sonrió un poco al ver satisfacción en el rostro de la valide sultán.

—No agradezcas por un deber— señaló con dulzura —Tú cuidaste muy bien de tu hermano durante la guerra.

—Lo que el sultán me permitió, valide. A veces es bastante terco— murmuró, mirando hacia la puerta.

—No me digas lo que ya sé— suspiró cansada —¿Cómo es su humor ahora?

—Pues está más serio que de costumbre, y creo que pasó la noche entera metido en los documentos, aunque solo lo ví un instante al entregarle la lista de las nuevas captaciones— explicó el capitán.

—Referente a eso: ¿Puedo perdirte que revises bien la situación familiar de los reclutas antes de aceptarlos? Hay chicos que mantienen a su familia por si solos, y si es numerosa, lo que le pagan en el ejército no será suficiente.

—Ya el sultán me hizo esa petición, valide— señaló y respondió la sonrisa satisfecha de la sultana con una reverencia.

—Gracias por tu arduo trabajo. Dile a tu madre que en cuanto tenga tiempo, iré a visitarla.

—Por supuesto, valide. Que pase buen día— dijo formal y siguió su camino, dejándola sola frente a la puerta de la oficina.

Tocó por cortesía y entró después, descubriendo a su hijo con el ceño fruncido y escribiendo en un libro de cuentas. En cuanto la vió, se puso de pie para saludarla, pero luego regresó al trabajo.

—¿Qué la trae por aquí tan temprano?— preguntó.

—Los eunucos me informaron que dejó el Palacio de los Jazmines antes de la media noche ¿Ocurrió algo?— preguntó, pero su hijo solo negó con la cabeza —Debo saberlo, necesito mantener el orden entre sus esposas ¿Hinata le faltó el respeto de alguna manera?

—No...

—¿Entonces?— insistió, dándose cuenta de que encima del gran escritorio, había una pequeña caja con un anillo en su interior.

—No estaba de humor— dijo con simplesa.

—¿Tiene algo que ver con el príncipe Sasuke?— la valide levantó una ceja al notar un pequeño atisbo de sonrisa en la boca del sultán, pero éste otra vez se quedó en silencio —Pensé que pronto elegiría a su haseki.

—Aún no.

—Entiendo...— murmuró risueña —Si está de mal humor, entonces la cena de hoy será adecuada para alegrarlo.

—Gracias... Madre, respecto a Sasuke; está cuidando de una gata...

****

—Alteza, ¿no es mejor dejarla aquí en su habitación?— preguntó Ino, mientras seguía al príncipe y a Karin hacia la salida de la estancia.

—Se sentirá sola— respondió Sasuke acariciando la cabeza de la gatita sin detener sus pasos. Bajó las escaleras, y atravesando uno de los corredores, vió a los lejos cinco eunucos que trabajaban al fondo del jardín, quitando la misma reja oculta que había atravesado el día anterior. Se detuvo un instante y sus criadas con él —¿Qué hacen?— preguntó y Karin inmediatamente fué hasta el lugar y habló con uno de ellos. Tras un instante, volvió un poco más seria.

—Dicen que el sultán ordenó sustituirla por un muro de ladrillos, alteza— explicó.

Sasuke apretó los labios, recordando el rostro severo del monarca y luego sus palabras sugerentes, las que hicieron par con la frase que le dijo en la noche ¿Impaciente para qué? ¿Se refería a sus errores, o tal vez...? Dejó salir el aire de sus pulmones y luego con una inhalación profunda, recobró su pose y se dirigió hacia el salón donde daban clases.

—¡Es tan bonita! ¿Ya le pusiste nombre?— preguntó Gaara, sentado en un cojín a su lado y tocando con su dedo las puntas de las orejas de la gatita.

—Tamya— respondió Sasuke.

—Que hermoso. Sí, es como una lluvia nocturna. Su pelaje es tan oscuro— observó, inclinándose más —Se parece un poco a tí— rió y Sasuke sonrió en respuesta —¿Cómo está su patita?

—No muy bien, pero supongo que con el tiempo mejorará— dijo en voz baja y luego ambos miraron a la puerta cuando entró la primera esposa, más tarde que de costumbre y con el ceño fruncido, el que se hizo más marcado al verlo.

—¿Ahora hay que soportar dar clases con gatos pulgosos?— preguntó severa antes de sentarse.

—¡Oye...!— exclamó Gaara, enojado.

—No sé como tiene cara de salir de su habitación después de lo que hizo ayer. Mostrarse delante de los soldados...— acusó ella, pero Sasuke solo dedicó su atención a la gata.

—Tú, no tienes que opinar. El sultán lo perdonó— señaló el segundo esposo.

—El sultán no tiene tiempo de tratar problemas menores, pero la valide no se lo dejará pasar tan fácilmente— recordó y cuando Gaara iba a contestar de nuevo, entró la sultana y los tres se pusieron de pie —Ve despidiéndote de ese gato— susurró muy bajo. Sasuke se limitó a apretar sus dientes, contener su furia y saludar a la valide sultán.

—No habrá lecciones, su alteza desea cenar hoy en el Palacio de los Jazmines y ha pedido danza. Tendrán el día para prepararse, quiero que sus aspectos sean perfectos— ordenó y a pesar de las mezquinas palabras que Hinata le había dedicado, lo que lo hizo enfurecer más, fué la manera en la que ella miró a Gaara tras la orden de la valide —Pueden regresar a sus aposentos, excepto tú, Sasuke. Quédate un momento— pidió y él se forzó a ignorar la risita cínica en el rostro de la primera esposa.

Llevando a la felina en brazos, se acercó a la sultana e hizo otra reverencia.

—Madre...

—¿No pensarás que no recibirás castigo por tus acciones de ayer?— preguntó ella con seriedad.

—Lo que la valide ordene...— murmuró.

—Espero que recuerdes lo benevolente que actuó el sultán con tu error, y me pidió hace un rato que no fuera tan severa contigo; así que solo llevarás un velo para ocultar tu rostro mientras haya sol, incluso aquí en el palacio, durante diez días.

—Sí, madre...

—Respecto a la gata...

—No me la quiten, por favor— interrumpió de repente —Está herida, si la sacan del palacio no va a sobrevivir. Ella no tiene la culpa de mis errores, madre— suplicó y por un momento se sintió confundido al ver a la valide sonreír.

—Solo quería ver su pata— señaló y Sasuke, un poco reticente aún, se la mostró. La vió palpar delicadamente con sus dedos y luego moverla —Está dislocada— informó —Aprieta su hocico para que no vaya a morderme— ordenó y al Sasuke hacerlo, dió un tirón a la patita de la gatita, quien se removió adolorida, pero tras esto pudo moverla casi en su totalidad —En un par de días estará bien— sonrió.

—¿No me la quitarán?— preguntó para serciorarse, mientras la hacía una bolita y la acercaba a su pecho.

—No, puedes conservarla.

—Gracias, madre— exclamó con una gran sonrisa.

—Agradécele al sultán cuando tengas oportunidad— indicó y las mejillas del príncipe se colorearon un poco.

—Lo haré, madre ¿Puedo retirarme ya?

—Sí, ve a alistarte. Dile a tus sirvientas que te den un baño de jazmines y preparen ropas de tonos azules para tí. Ocúpate también de dormir suficiente— aconsejó y él solo pudo asentir un poco, repentinamente nervioso debido a la mirada inteligente de la valide, que expresaba mucho más de lo que decían sus palabras.

El favorito del Sultán (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora