42. "A los pies del haseki"

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El cuarto de baño del sultán era enorme, y gracias a su existencia, los sirvientes no tenían que llevar la bañera a su habitación, como sucedía en el Palacio de los Jazmines. El agua estaba tan caliente, que el humo era fácilmente visible debido a la luz de la velas. Las ventanas estaban abiertas, pero la noche oscura no ayudaba a las débiles llamas. Sin embargo, el aura en la estancia era erótica e íntima, y bajo la petición del sultán, Sasuke aseaba el cuerpo de su esposo con una esponja de mar, manteniéndose fuera de la bañera.

Naruto gruñía de placer cada vez que frotaba un poco fuerte sobre sus hombros, e incluso no tocándolo directamente, el haseki percibió la gran tensión que cargaba el monarca. Sonrió dulce y de rodillas a su espalda, rodeó su cuello con los brazos y comenzó a dejar suaves besos en su oreja.

—Mi sultán es tan apuesto...— halagó con voz seductora, mientras una de sus manos se deslizaba por el pecho mojado y firme de Naruto —Su alteza me pide complacerlo, pero soy yo quien resulta complacido al permitirme admirarlo tan de cerca.

—Oh...— rió por lo bajo con los ojos cerrados —Ya sé que de tu boca pueden salir lisonjas o maldiciones, con la misma facilidad— Sasuke enrojeció al recordar que durante la pelea con Itachi, había mandado a callar al sultán —Y deliciosos gemidos...— añadió con voz profunda y se incorporó un poco, ofreciéndole una mano para que entrara en su campo de visión —¿Por qué llevas tanta ropa?

—Mi esposo me pidió bañarlo, y aún no termino— explicó, mordiendo su labio inferior y observando como Naruto desataba el cinturón de joyas que llevaba en sus caderas y lo dejaba caer al suelo con un sonido metálico.

—¿No es más rápido si lo haces frotando tu cuerpo con el mío?— preguntó malisioso inclinándose hacia él y besando justo debajo de su ombligo.

—¿Pues si es la manera en la que lo desea su alteza?— sonrió de lado y Naruto se relamió inquieto ante la expresión de su haseki.

—Con solo escuchar tu voz me derrito. Esos honoríficos tan devotos, en tus labios no suenan nada sumisos, pues mi joven haseki es capaz de poner el mundo a sus pies con solo pedírmelo— confesó y miró hacia arriba, haciendo a Sasuke tragar en seco cuando notó sus ojos azules, intensos y brillantes, esos que lo devoraban. Entonces extendió una mano y acarició los mechones rubios y mojados, logrando que el gran monarca, aquel hombre enorme y temido, buscara con un movimiento de su cabeza más caricias, como un simple cachorro bajo sus antojos —Este sultán ha faltado a leyes ancestrales, ha matado y perdonado por su haseki, merezco ser complacido ahora, ¿no es cierto?

—No se comporte así— pidió Sasuke en voz baja, terminando de desnudarse y luego entrando en la bañera. Naruto observó sediento como se arrodillaba y luego apoyaba sus manos en el borde, dándole la espalda, antes de mirarlo sobre su hombro con ojos tan negros y afilados, que lo dejaron sin aliento —Adoro que el sultán mande sobre mí y mi cuerpo. Reclame ahora lo que le pertenece— ofreció y él resopló una risita ansiosa antes de ponerse de rodillas también, justo detrás.

Sujetó con delicadeza aquella trenza larga de cabello sedoso y ébano, dejó que esta se escurriera en su mano y luego la apartó antes de besar el centro de la espalda del doncel, notando inmediatamente como este se estremecía al simple contacto de sus labios.

La piel blanquecina e impoluta, esperaba para ser marcada nuevamente por sus besos, y Naruto no se resistió a verter un poco de agua con su mano, observando las gotas deslizarse hacia el sur y luego entre las nalgas del doncel, las cuales apretó y mordió en un sádico impulso, escuchando el primer gemido.

—¿Naruto...? ¡Ahh...!— jadeó Sasuke conmocionado al sentir la lengua del sultán en su centro, un placer que al mezclarse con el tosco agarre en sus muslos, resultó en una explosión de sensaciones casi improsesables —Alteza...— rogó tembloroso y otra vez gimió al percibir un dedo en su interior, mientras el sultán trasladaba sus besos y mordidas nuevamente a sus muslos y glúteos.

—Sasuke, tu cuerpo, tuz voz... Mi haseki, el favorito de mi corazón; estoy perdidamente enamorado, respiro, vivo por tí— confesó a la vez que se incorporaba y luego lo penetraba muy lentamente —Estás en cada pensamiento, cada palabra, en mi ser mismo. Me has convertido en tu esclavo y estoy... tan contento de serlo...— bramó el final, moviendo sus caderas para llegar más profundo.

—Mi sultán...— gimió con lujuria, percibiendo claramente el calor del cuerpo de su esposo en la espalda, casi tanto como el agua en el que estaban sumergidos. Pero era su interior el que parecía bullir cada vez que el monarca salía un poco, para luego abrirse paso nuevamente, llenándolo completo, topando lo más hondo y dejándolo desvalido cuando de repente se alejó.

El sonido de chapoteo lo hizo mirar atrás, luego reprimió un jadeo de la impresión, al Naruto tomarlo en brazos y salir de la bañera. Dejando un rastro de pasos mojados en el mármol, salió del cuarto de baño y entrando a su habitación, casi lo arrojó sobre la cama, subiendo de inmediato y colocándolo otra vez de espaldas; pero ahora, a pesar de lo blando del lecho, tenía más soporte y las embestidas se hicieron tan fuertes y potentes, que le arrancaron lágrimas y sonrisas inconscientes en medio de un climax de placer puro. El peso, el golpeteo, el sonido y la humedad, sus respiraciones casi sincronizadas y sus manos unidas, eran solo detalles en la armonía de su acto de amor, el cual terminó con fuertes orgasmos y más caricias que prometían una larga noche.

****

—Pensé que sería una celda— confesó Itachi, de pie junto a la ventana de su cuarto en la torre.

—Es poco más que una habitación de criados y no eres libre, así que, técnicamente...— el sultán se encogió de hombros, luego acercó una silla de un escritorio en el pequeño lugar, y se sentó a horcajadas —Aunque me imagino que hace mucho no disfrutas de comodidades.

—He pasado toda mi vida en viajes y batallas, durmiendo a la intemperie o en una maldita cueva— respondió, ocupando el colchón frente al monarca.

—Eres un príncipe peculiar,— señaló Naruto — al igual que Sasuke, a su manera.

—Me pregunto que le habrá visto el sultán a mi pequeño hermano, además de su belleza, como para que haya dejado a todas sus esposas de lado.

—¿Hasta los rebeldes llegan esos chismes?— preguntó divertido.

—Una de sus esposas, Hinata, tenía contacto con Yahiko, uno de los cabecillas— informó Itachi y Naruto abrió enorme los ojos, casi incrédulo.

—¿"Uno de los cabecillas"?— inquirió.

—Los rebeldes son más de los que el sultán cree. El jefe reunió a todos los bandidos e indigentes que dejó la guerra. Aquellos que fueron despojados de sus riquezas o simplemente no tuvieron a donde ir, son los que reclaman justicia de sangre.

—¿Yahiko?— Itachi negó.

—Él solo es un peón. El jefe de los rebeldes se hace llamar "el lobo". No sé su verdadera identidad, pero sí que planea atacar muy pronto, por eso movió sus tropas cerca de la capital. La orden de asesinarlo fué solo un último intento antes de caer en una guerra más grande.

—Parece que también tienen miedo de perder— señaló con sorna y rabia.

—Si el sultán muere y su şehzade es eliminado, el lobo ocupará el trono. Supongo que no quiere destruir demasiado lo que considera un premio.

—Entonces su objetivo no es ninguna clase de libertad romantizada, sinó la corona...— murmuró pensativo.

—Me temo que sí— respondió Itachi y luego observó a Naruto ponerse de pie y casi obligarlo a sentarse en el escritorio. Dió dos golpecitos con su dedo índice sobre una hoja de papel y luego le ofreció un pluma y tintero.

—Quiero detalles, números... Todo lo que recuerdes debe quedar escrito en papel antes del anochecer— ordenó serio e Itachi asintió antes de que el monarca se dirigiera a la puerta —Le diré al haseki que puede visitarte mañana en la mañana.

—Gracias, sultán— exclamó emocionado y él le sonrió un poco antes de marchar.

El favorito del Sultán (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora