31. "El favorito del sultán" (Capítulo especial)

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La noche se hizo demasiado larga, mientras la valide, la doctora y la madre de Neji, se quedaron vigilando al haseki. Solo se sintieron más tranquilas cuando la respiración de Sasuke tomó un ritmo regular, pero aún así, la sultana no soltó su mano en ningún momento.

—Kushina, deberías dormir— aconsejó Hana. Ella levantó la cabeza y la miró —Mañana no será un día tranquilo— advirtió.

—Sasuke es la felicidad de mi hijo hecha persona, el terror que tengo de que se vaya de este mundo es indescriptible. Naruto jamás podría recuperarse— respondió.

—Lo superará, no sé que es lo que lo mantiene aquí, pero el haseki no quiere morir. Me recuerda mucho a tí— sonrió levemente —El favorito del sultán— suspiró y lo miró con cariño —De sus cuatro hijos, Naruto es quien más se parece a Minato, y hasta heredó su forma de amar.

—Por eso temo por él, crea dependencia de una sola persona y sabes que no es fácil ocupar ese puesto. Los agravios, los peligros...

—Habla con el sultán, Kushina, sabes que no fué ninguna exclava quien atacó al haseki— señaló y la sultana bajó la cabeza y asintió una vez —Lamentablemente, los hombres son ciegos ante las capacidades de una mujer y lo lejos que pueden llegar para obtener lo que desean.

Junto al amanecer llegó el esperado y temido anuncio, el sultán había arribado a palacio y no pasó mucho para que entrara hecho una tormenta de cólera por la puerta de la habitación, seguido de Neji; pero cualquier enojo, furia o rabia que tuviera, se disipó al ver a su haseki sobre la cama, aún con su rostro pálido y labios secos. Nadie dijo una sola palabra, las tres mujeres simplemente se apartaron y él caminó hasta el lecho, para caer de rodillas y mirarlo de cerca.

—Neji...— raspó y el bostanci se acercó, bajo la vista preocupada de su madre —Neji... Neji... ¡Neji! ¡¿No te pedí que cuidaras de él?!— gritó, avalanzándose contra su hermano y pegando un puñetazo en su rostro.

—Lo siento, mi sultán— murmuró el bostanci con voz firme, limpiando su labio roto —Cargaré con toda la responsabilidad.

—Sultán, por favor...— rogó Hana en un sollozo —El haseki vivirá, yo lo he salvado, pido a cambio clemencia para mi hijo. Él le ha servido incondicionalmente...

—¡Silencio!— gruñó, haciéndola temblar —Bostanci başi, encuentra a los culpables y traerlos ante mí, hoy...— ordenó con dientes apretados.

—Sí, sultán— exclamó Neji y dejó la estancia después de hacer una reverencia.

El monarca inspiraba tanto temor, que ni la valide se atrevió a dar un paso cuando este se quedó en silencio. Su traje estaba polvoriento del largo camino, sus hombros se notaban tensos aún bajo la gruesa capa, las venas de su cuello eran perfectamente visibles y esos ojos azules que parecían hechos de cielo, ahora estaban gélidos y miraban a la nada. Las tres mujeres se sobresaltaron cuando al fin se volteó y volvió a acercarse a Sasuke, esta vez sentándose en la cama y apoyándose en sus rodillas.

Las horas pasaron y Naruto no se movió del lugar. Ahora solo quedaba la valide y la madre de Neji, quienes habían ocupado los sillones de la habitación, pero ni siquiera se animaban a conversar. El silencio lo rompió un fuerte jadeo del haseki, y ambas se apresuraron a acercarse para notar que abría los ojos.

—Sasuke...— llamó el sultán con ansiedad y sujetó su mano, pero el haseki soltó su agarre cuando una fuerte contracción lo hizo doblarse sobre sí mismo —¡¿Qué está pasando?!— inquirió a Hana al ver que la expresión de dolor deformaba el rostro de su esposo.

—No entiendo, ya los síntomas deberían haber pasado— murmuró nerviosa y entonces Kushina retiró las sábanas de un tirón, descubriendo una gran mancha de sangre entre las piernas del haseki.

El favorito del Sultán (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora