44. "Los villanos"

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Caminaba de un lado a otro en la gran habitación, ya había despedido a sus criadas y se sersioró de que Menma durmiera tranquilo en su cuarto, ahora solo esperaba, después de ponerse ropa de dormir, a que el sultán llegara.

No lo había visto desde la mañana, cuando salió con ese semblante tan extraño después de la visita a Itachi. Sasuke conocía a su esposo, Naruto poseía un rostro muy expresivo, y debido a eso le era difícil esconder lo que le sentía. El haseki sabía que tenía algo que ver con los rebeldes, y un miedo constante se instauró en él. Terminó acostándose en un diván y ya cuando llevaba un buen rato jugando con las puntas de su cabello suelto, el monarca abrió la puerta de la habitación. Sasuke se incorporó y lo miró, buscando algún indicio de preocupación, y allí estaba, incluso peor, porque Naruto ni siquiera se esforzó en darle esa sonrisa fingida que le había ofrecido más temprano, para intentar tranquilizarlo.

En silencio se puso de pie y caminó hasta él, mientras el sultán dejaba algunos documentos en el escritorio de su habitación. Allí apoyó las manos, con la cabeza baja, y suspiró cansado. El doncel acarició un poco su espalda y como vió que no reaccionaba, desvió esas caricias hacia sus brazos, pero Naruto colocó una mano encima de la suya, lo miró a los ojos y lo detuvo, haciéndolo sentir más ansioso.

—¿No quiere, el sultán, que alivie sus preocupaciones al menos en la noche?— preguntó, tratando de mostrarse tranquilo.

—Hoy no...— respondió y Sasuke abrió levemente sus labios ante la sopresa de ser rechazado por primera vez. Naruto siempre encontraba refugio en sus brazos, ¿acaso era tan grave el problema, como para que lo hiciera a un lado?

Su barbilla tembló al verlo alejarse y entrar al cuarto de baño, a través de la puerta abierta lo observó desnudarse y meterse al agua ya fría de la tina, de espaldas a él, pero cuando una lágrima fugitiva rodó por su mejilla, Sasuke se castigó a si mismo mentalmente.

—¿Qué estoy haciendo?— murmuró y sacudió la cabeza. Su esposo estaba pasando por un mal momento y él solo se lamentaba de que no hubiera aceptado su cariño, ¿qué tan patético era eso?

Como le había mencionado la valide hacía mucho, un haseki debía servir de apoyo para su sultán. Su deber no estaba solamente en complacerlo en la cama y dar a luz a sus hijos. Suspiró profundamente e ignoró la puerta del cuarto de baño, caminando hacia la cama. Se acostó en su lado y dejó al sultán cavilar todo lo que quisiera sin ser interrumpido. No supo por cuanto tiempo estuvo allí, porque de tanto esperar se quedó dormido, incluso sin apagar las velas. Solo cuando sintió un fuerte brazo alrededor de su cintura, abrió medianamente los ojos otra vez. Naruto tiró de su cuerpo con facilidad y lo abrazó por la espalda. El haseki sonrió un poco al sentir su calor y permaneció quieto cuando el sultán olfateó cabello, y luego escondió el rostro en su nuca.

—¿Soy malo, Sasuke?— preguntó con voz ronca y baja.

—¿Malo?

—Malvado... Incluso tú me temías— aclaró y el doncel se volteó, haciendo que sus rostros quedaran bien cerca.

—¿Por qué, el sultán, me pregunta algo como eso?— indagó y lo notó dudar por unos segundos antes de hablar.

—El número de rebeldes es desorbitante, exceden dos veces lo que pensé. Todos son personas descontentas con mi mandato, que quieren vengarse de alguna manera. He tratado de hacerlo lo mejor que puedo, trabajo día y noche para el imperio, he arriesgado mi vida en innumerables ocasiones, pero no es suficiente. Me pregunto si alguna vez fuí injusto, si tratando de defender a algunos, dejé a otros a su suerte...— bramó con voz quebrada y cerró los ojos húmedos —No nací para ser sultán, el puesto era de Kakashi, o de Kiba, siempre temí no ser suficiente y es justo lo que está pasando. Si pierdo esta guerra, no solo moriré, sinó que Menma y tú, caerán en la desgracia y ese será mi peor castigo, por no ser más que un impostor sentado en el trono.

Sasuke, apretando su mandíbula al verlo tan afectado, se sentó en la cama de forma repentina, llamando su atención.

—¿Quién eres tú?— preguntó y Naruto lo miró confundido —¿Dónde está mi sultán, que solo veo en su lugar, a un joven lloroso y cobarde?— reprendió, justo como lo había hecho consigo antes.

—Sasuke...— murmuró y negó con la cabeza.

—Ninguno de tus hermanos te llega a los talones, ¿cómo se te ocurre siquiera pensar que eres menos? Nunca has tenido la aceptación de todos, y eso no te ha importado...

—Pero ahora están ustedes.

—Y precisamente por eso debes ser más fuerte. Yo no hacía más que llorar y rendirme a mi suerte, el sultán me dió valor, no me permitió caer, y tampoco dejaré que su alteza sea débil mientras mi corazón siga latiendo. Si hay personas descontentas con la expansión del imperio, no fué su culpa, sus antepasados iniciaron la guerra por ambición, mi esposo solo la terminó— se inclinó hacia adelante y puso una mano en su pecho —Si tiene que matarlos a todos, lo hace, nadie es más valioso que mi sultán. No quieren entender a palabras, pues bañalos en sangre, pero que ni una lágrima más salga de sus ojos, que no quepa en su mente una duda, porque su majestad nació para el sultanato. Su padre lo entendió y escogió por sobre otros, hágalo usted ahora.

Naruto frunció el seño y lo miró con intensidad, comprendiendo que el amor de su haseki era tan fuerte, que no le importaría convertirse en un ser terrible, si eso le permitía estar a su lado. Lejos de temer a ese rostro frío y ojos afilados que ahora lo desafiaban, sonrió con alivio y sujetando firmemente su nuca, lo atrajo y besó con fuerza.

—¿Matarías por mí?— preguntó.

—Solo dígame a quien.

—¿Y si los rebeldes tienen razón, y no soy más que un infame?

—No quiero un héroe que me sacrifique por todos, prefiero un villano que sacrifique al mundo por mí.

****

—Acabo de llegar después de cinco días de viaje, y ni un plato de comida me han ofrecido— se quejó Kakashi al sentarse en la oficina del sultán. Kiba lo apoyó con un asentamiento y Naruto lo miró severo desde su puesto.

—Cuando termine la reunión, podrás comer lo que quieras— dijo Neji, a un lado de la mesa del sultán.

—No entiendo para qué nos llamaste, ¿tantos son los rebeldes? Pensé que eras el mejor guerrero de entre los cuatro— preguntó el segundo hermano con diversión.

—Deben ser muchos, si ni siquiera sus terribles jenízaros pueden con ellos— añadió Kakashi

—Se ha reunido demasiada escoria dejada por nuestro padre— respondió el monarca, apoyándose en el espaldar de su sillón.

—Ciertamente, su mandato dejó mucho que desear— sonrió de lado, el primero de los hermanos —Entonces, ¿cuál es el plan?

—Con sus tropas ya estamos casi igualados en cantidad, pero aún así no debemos confiarnos, pues los números que nos dió Itachi son algo imprecisos— señaló Neji.

—No sé como puedes confiar en él— dijo Kakashi —Ah, no... sí, sé— rió —Es hermano de tu haseki— se burló.

—¿Quieres perder la lengua?— bramó Naruto —Dirígete a mi esposo con respeto, ahora mismo confío más en Itachi que en tí.

—Soy tu hermano— apuntó ofendido.

—Que bien que lo recuerdas— siseó el sultán —Si ya terminaron de soltar veneno, cierren la maldita boca, escuchen y obedezcan.

El favorito del Sultán (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora