15. "La petición de un inconforme"

6.1K 763 125
                                    

Desde su posición, podía ver claramente las marcas que había dejado en el cuello y hombros del príncipe. Su rostro rojo, húmedo y contraído contra la almohada mientras lo recibía, no hizo más que enaltecer su excitación, a pesar de que el cansancio había empezado a azotarlo. Después de besar su espalda otra vez, enredó la larga trenza de cabello negro en su muñeca y sostuvo con firmeza su cabeza, encontrando su boca mientras seguía bombeando en su interior de manera lenta y profunda, disfrutando de la textura y cada gemido de placer que le arrancaba a su esposo.

Las ganas de verlo habían sido tantas, que en más de una ocasión discutió con su hermano cuando expresó su deseo de pasar al menos par de días en el palacio. Su cuerpo se tenzó al encontrarlo en la cena; sus manos delicadas, su cabeza baja y sumisa, esos labios temblorosos y con mueca desilucionada... Le hirió serle indiferente, pero también se percató de que hacerlo feliz ya era una necesidad.

—El sol ya sale, y siento que no he tenido suficiente de tí— bramó, empujando más sus caderas y alcanzando la mano con la que apretaba las sábanas, para entrelazar sus dedos —Háblame...— pidió, pero notó sus ojos volteados y sintió como se estremecía ante otro orgasmo. El sultán, percibiendo como su miembro era presionado debido a las contracciones involuntarias, mordió otra vez su hombro y lo imitó, volviendo a llenar su agujero ya muy húmedo. Cuando terminó, Sasuke cayó desmadejado y jadeante, sin pizca de energía —Ya llegaste a tu límite...— sonrió con el pecho agitado y luego volteó para ver, que efectivamente, había amanecido.

Dejando un beso delicado en su mejilla, salió de él reteniendo un gruñido y luego lo cubrió con una sábana. Buscó su albornoz, se lo puso y caminó hacia la puerta. Al abrirla, aquella criada pelirroja que se encontraba sentada en el suelo, apoyada en el barandal y dormida, se sobresaltó y al verlo se incorporó de inmediato con una reverencia.

—Una bañera y comida— ordenó con simpleza y regresó a la cama, cerrando las cortinas del dosel para darles privacidad.

Acostándose a su lado, retiró dulcemente los mechones de cabello en el rostro del príncipe, descubriendo una sonrisa complacida.

—No se fué— mencionó con la voz aplastada contra la almohada.

—¿Por qué me iría?— preguntó el sultán, curioso y apoyando su cabeza en una mano —El deseo de reclamarte no era el único que me agobiaba— deslizó un dedo por su espalda desnuda y Sasuke se movió para abrazarlo y esconder el rostro en su pecho. Al moverse, dejó ver sobre las sábanas una mancha rojo escarlata que hizo reír al monarca y dejar un beso cariñoso en su cabeza.

Teniéndolo abrazado, escuchó como abrian la puerta para llenar la bañera y el ruido de la vajilla al traer la comida. Sasuke estaba agotado, pero sabía que en la cena no había comido nada, y luego lo reclamó toda la noche. Él también estaba muy cansado, ni siquiera quizo descansar a su llegada, solo se bañó y se dirigió al Palacio de los Jazmines. Cuando otra vez estuvieron solos, lo tomó en brazos y lo metió en el agua, notando como retenía un quejido adolorido al sentarse. Al entrar también, el príncipe se acercó y lo abrazó de nuevo, apoyando la cabeza en su pecho y acariciando el inicio de su cabello en la nuca.

—Me pregunto si Karin habrá alimentado a Tamya— murmuró.

—¿Por eso te preocupas?— preguntó el monarca y lo alejó, tomando un trozo de carne de una bandeja cercana y poniéndolo en su boca —Eres tú el que necesita comer— señaló y tras hacer lo mismo, se sirvió una copa de vino y recostó la cabeza en el borde.

Sasuke sonrió débilmente y comenzó a alimentarse, mientras observaba la forma del cuello fuerte del sultán y su mandíbula firme. En sus hombros tenía varios arañazos que la noche anterior no poseía, y a través del agua jabonosa pudo ver su miembro dormido, pero aún así enrojeció ante el pensamiento. Cuando volvió a su rostro, el sultán lo observaba con una media sonrisa, haciéndolo atragantarse y toser de la impresión. Pero él solo rió, apoyó la mejilla en su mano y abrió la boca. El príncipe rápidamente alcanzó un trozo de pan de miel y se lo dió. No pudo retirar su mano, pues el sultán sujetó su muñeca y después de tragar, chupó sus dedos dulces sin apartar sus ojos de él. Al moverse hacia adelante, el agua rebasó el borde, pero no le importó, solo alcanzó la boca del doncel y lo besó, comparando sus labios con el manjar más exquisito.

El favorito del Sultán (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora