32. "Despedida"

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Cuando las lágrimas de Sasuke cesaron, el doncel cayó débil sobre su pecho, y Naruto lo abrazó fuerte, queriendo de alguna manera retroceder el tiempo y evitar todo el sufrimiento por el que su haseki había pasado. Al buscar su rostro luego de un rato, encontró que se había quedado completamente rendido del agotamiento. Con cuidado y algo de trabajo, lo movió hasta que pudo ponerse de pie y llevarlo en brazos hasta su lecho. Allí junto a él se quedó, acariciando la piel de su brazo muy suavemente, y siendo el sonido de su respiración pausada, un alivio para su atormentado pensamiento. También estaba cansado, hacía mucho que no dormía adecuadamente, pero como temiendo que cualquier otra cosa repentina sucediera, Naruto fué incapaz de dormir el par de horas que faltaban para el amanecer.

Sasuke estaba muy delgado, su rostro pálido y el cabello descuidado, los dedos de sus manos lucían igual, y su ropa no era de seda, como siempre vestía, solo un simple camisón de dormir que acrecentaba su aspecto enfermizo. Aún así, el joven doncel que tenía a un lado, era el tesoro más hermoso que el sultán poseía. Con suavidad llevó una mano a su vientre y su mandíbula se apretó por reflejo ante el lascerante recuerdo, solo esperaba que el tiempo sanara las heridas de su corazón, y él haría hasta lo imposible porque su haseki no dejara de sonreír.

Cuando dejó un beso sobre su cabello y por fin acomodó la cabeza en la almohada, un toque insistente en la puerta de su habitación, lo hizo levantarse y abrir, encontrando a Neji.

—¡Sultán, el haseki...!

—Está aquí— interrumpió con voz ronca y el bostanci suspiró aliviado, luego fijándose en la herida que el monarca tenía en su cuello, pero fué lo suficientemente cauto como para no hacer preguntas.

—Disculpe entonces, alteza. Le avisaré a los eunucos para que dejen de buscarlo— hizo una reverencia con la intención de marcharse, pero al notar al sultán inmóvil en el marco de la puerta, se detuvo —Debería descansar— aconsejó y lo vió negar —¿Aún no puede dormir?

—Neji...— llamó en voz baja y el bostanci cedió un poco su postura firme —¿Qué flores debería poner en la tumba de mi hijo?— su hermano frunció el ceño y luego en su rostro apreció un semblante de tristeza.

—Inocentes margaritas— respondió solemne —¿El sultán pondrá las cenizas en el mausoleo familiar?

—Sí, prepara todo. Hemos tardado mucho en despedirnos...— suspiró y apretó el puente de su nariz entre los dedos.

—Las penas pueden quebrarnos si las lloramos en la solitaria oscuridad, por eso hay que compartirlas a pesar de no querer afectar a nuestros seres queridos. No solo se ama en los buenos momentos, sultán— aconsejó.

—Parece que Gaara y tú, se pusieron de acuerdo para decirme lo mismo— mencionó y el bostanci, al escucharlo, desvió la mirada —¿Crees que podía recargarme en Sasuke, después de todo lo que pasó? Él no necesita mi debilidad.

—Por el haseki el sultán es fuerte, y él también necesitaba tener con quien compartir sus tristezas— señaló y Naruto gruñó con impotencia, mirando de reojo hacia la cama y luego sorprendiendo a Neji cuando apoyó la cabeza en su hombro —Sepulte a ese niño, sultán; despídase de él como se debe y déjelo ir junto con sus pesares. Tiene que dar un paso adelante y seguir con la cabeza en alto.

****

A pesar de la estación húmeda, el día transcurrió soleado y fresco. Sasuke lo miraba por la ventana mientras Karin le ayudaba a acomodar su ropa oscura. Naruto lo había dejado prepararse en su propia habitación después de hablarle de la ceremonia y pasar largos minutos abrazándolo. Ninguno de los dos necesitaba una disculpa, pedir perdón, hablar del pasado; habían hecho un pacto silencioso para no seguir sufriendo, y juntos intentarían sanar.

Su atención fué hasta la puerta cuando entró la valide junto a una mujer de mediana edad, que Sasuke había visto en bastantes ocasiones en el Palacio de los Jazmines. Aún lo ponía algo inquieto ver a la sultana reverenciarlo, pero no dijo nada y solo se quedó inmóvil cuando se acercaron a él.

—Decidí venir antes del entierro. Estaba preocupada...— confesó —¿Cree que pueda asistir?

—El sultán estará conmigo— respondió con simpleza y luego negó con la cabeza a Karin, cuando esta le ofreció una tiara, quedándose solo con el anillo de safiro como única joya —Madre... ¿Dónde sepultaron a Hinata?

—Su alteza no ha dado ninguna orden sobre que hacer con sus cenizas.

—Que no la entierren junto a mi hijo. Si las arrojan al viento o al mar, no me interesa, pero ni siquiera los restos de su cuerpo los quiero cerca— siseó.

—Le diré al sultán, pero estoy segura de que nunca sería su intención hacer algo así, a pesar de haber estado casado con ella— Sasuke asintió y luego se acercó a un espejo a ver su aspecto, el que aún no había sido cambiado y todavía tenía gran parte de su cristal roto —Sé que es un momento inoportuno, pero por ley, el haseki debe tener al menos dos sirvientes.

—Sí, la pobre de Karin está trabajando demasiado— suspiró con una sonrisa triste.

—No diga eso, alteza, estoy más que feliz de poder servirle.

—Lo sé— murmuró Sasuke, prestándole ahora atención a la valide, quien señaló a la mujer que la acompañaba.

—Kurenai me ha servido por díez años, es de mi entera confianza y tiene mucha experiencia. Estoy segura de que le será útil— la mujer hizo una profunda reverencia totalmente perfecta y luego habló, aún con la cabeza baja.

—Si su alteza imperial lo permite, a partir de ahora trabajaré arduamente para usted— dijo.

—No puedo negarme a una petición de la madre sultana— respondió serio y se encaminó hacia la puerta mientras se colocaba el velo sobre la mitad de rostro —Solo espero que no envenenes mi comida.

—Haseki, jamás...— exclamó Kurenai, pero fué interrumpida por la valide, quien negó con la cabeza y la hizo callar.

****

Sasuke nunca había ido al cementerio del palacio, pero el enorme mausoleo donde estaban sepultados los restos de la familia imperial, a pesar de su increíble belleza, no le impresionó nada. Lo único que le llamó la atención fué la enorme cantidad de margaritas blancas con las que había sido decorada la sepultura de su hijo no nacido, cuyo epitafio no tenía nombre. No escuchó la ceremonia, simplemente se quedó mirando al lugar y cuando todos se fueron, Naruto lo abrazó por la espalda y lo acompañó, mientras la tarde caía y el oro del decorado resplandecía más.

—Tendré otros hijos, el sultán no debe preocuparse— aseguró de manera repentina y sintió como el abrazo del monarca se hacía más fuerte.

—Mi única preocupación es tu bienestar. Los niños llegarán cuando tengan que hacerlo, y si no lo hacen, me aseguraré de que tú recibas todo el cariño que les daría.

—Te necesito, Naruto— murmuró, apoyando la cabeza en su pecho y recibiendo un beso sobre su cabello.

—Me quedaré a tu lado por mucho tiempo, lo prometo.

—¿Puedo dormir contigo cada noche?— preguntó, volteándose para mirarlo a los ojos.

—Sí...

—¿En tu habitación?

—Donde el haseki desee— aseguró en voz baja y luego miró la tumba, antes de suspirar y tomar a Sasuke en brazos —Es hora de irnos.

—Puedo caminar bien— protestó apenas, pero arrimándose más al sultán.

—Lo sé, solo quiero tenerte cerca.

El favorito del Sultán (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora