12. "Por la sonrisa de un príncipe"

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Bajó un poco la cabeza, para que Karin le acomodara una cadena de oro justo sobre la línea que dividía su cabello, asegurándola bien con ganchillos muy pequeños y dejando caer un dije de piedra blanca sobre su frente. De pie frente al espejo, una vez más se sorprendió por la manufactura exquisita de las prendas de ropa que la valide le obsequió, a cambio del anillo de rubí. Era un faldón de varias capas sueltas de seda, las cuales, cuando caminaba y se movía un poco, dejaba entrever parte de sus piernas. Su color era verdemar, pero iba degradando a blanco según descendía, y el borde inferior tenía tantas perlas, que parecía de espuma. El mismo patrón lo llevaba el blusón, corto, de tela más gruesa, y también el manto con el que se cubrió antes de salir.

—Parece un visión, alteza— murmuró Ino a su lado, mientras caminaba hacia la entrada del Palacio de los Jazmines, algo curioso, pues esperaba que el sultán estuviera en el salón principal, pero no fué así.

El monarca conversaba con su madre, justo frente al portón. Cuando lo vieron acercarse, la valide hizo una reverencia y luego de dedicarle una sonrisa de aprobación, se marchó.

Sasuke estaba realmente nervioso, admitía que sentía cierta atracción hacia el sultán, y pasar un día entero con él sería realmente agotador. No quería pensar en lo que ocurriría en la noche, porque aunque él le había dicho que esperaría, estando solos y en una habitación, ¿cómo podría evitarlo? Mantuvo la cabeza baja al caminar y acercarse, luego hizo una leve reverencia antes de ser sorprendido cuando este tomó su mano y tiró de él hasta sacarlo del Palacio de los Jazmines.

—¿Alteza...?— preguntó confundido y luego retuvo el aliento cuando el sultán descubrió su rostro y cabeza con un gesto rápido. Por reflejo y sin saber lo que ocurría, se cubrió con ambas manos, pero estas también fueron retiradas —¿Qué hace?— murmuró temeroso, mirando alrededor.

—No hay nadie aquí, dí la orden de dejar vacío mi palacio. Estamos completamente solos— informó con una sonrisa y sin quitarle los ojos de arriba.

—¿Por qué el sultán haría algo como eso?— preguntó muy sorprendido.

—Para presumir— rió con diversión y otra vez tiró de él, en esta ocasión hacia el interior del gran palacio.

Los jardines parecían un auténtico paraíso, pero la construcción resultó ser tan magnificente, que Sasuke los olvidó de inmediato. Todos de mármol blanco, los salones vacíos se sentían aún más grandes. Los capiteles de cada columna estaban cubiertos de oro, y las cúpulas de mocarabes tan intrincadas, que lo obligaron a detenerse y mirar, haciendo al sultán esperar por él. Justo como había dicho el monarca, no vió ni una sola persona, y ese conocimiento lo hizo sentir más cercano y especial de alguna manera.

—¿Qué habrán dicho los sirvientes del sultán, al recibir tal orden bizarra?— preguntó en tono bajo, mientras sus manos se deslizaban por tallados caligráficos en los muros.

—Dicen muchas cosas— respondió este deteniéndose junto a él, sujetando, como siempre hacía, un mechón de su largo cabello negro —Incluso que el príncipe Sasuke, me ha embrujado con alguna magia extraña.

—¡No he hecho algo como eso!— dijo con rapidez.

—¿Seguro?— inquirió, tenzándolo al rozar su mejilla con la nariz, estando tan cerca que su perfume resultó embriagador —¿Cómo explicas entonces que incluso te sueñe despierto?

—El sultán solo desea... completar nuestra unión. Cuando lo haga, se derá cuenta de que no lo he embrujado, como dicen— señaló, bajando el tono en sus últimas palabras y reanudado su caminar, sorprendido de estar decepcionado con ese hecho.

—Puede ser— respondió él y con sus manos en la espalda, lo siguió, detallando cada una de sus reacciones cada que entraban a un nuevo salón.

A pesar de su nerviosismo al inicio, según fueron pasando las horas, el príncipe pronto se sintió más cómodo porque el sultán no había mencionado nada más al respecto, y solo le explicaba la procedencia de cada cuadro o escultura. Su ropa oscura ya no le creaba ese aspecto tan imponente, y Sasuke encontró el tono de su voz muy cálido, sobre todo al hablar del antiguo sultán y lo generoso que había sido con su pueblo. En el salón del trono, delante de una amplia y dorada silla llena de cojines bordados, se detuvieron otra vez y el sultán lo observó mirar su reflejo en el suelo pulido. Sin darse cuenta, el príncipe dió un par de vueltas para observar el movimiento de la tela perlada, luego agachándose y tocando su reflejo.

El favorito del Sultán (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora