46. "Una dolorosa despedida"

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—Naruto...— lloró, sujetando sus ropas —¿Si mueres, qué haré con mi vida?

—Recordarme cada noche y sentarte en el trono hasta que Menma cumpla dieciséis años— Sasuke negó —Pero eso no pasará, aún hay mucho que quiero hacer, demasiado años a tu lado que no pueden ser desperdiciados.

Sasuke seguía negando, aunque las palabras del sultán intentaban ser tranquilizadoras y dulces, pero esta vez no había consuelo para su partida, pues a diferencia de la primera ocasión, el amor del haseki había crecido tanto, que el simple hecho de saberlo en peligro, ya lo hacía sentirse muerto en vida. Levantó un poco la cabeza cuando el monarca tomó su barbilla, encontrándose con esos ojos de safiro que derrumbaban cualquiera de sus muros, y lloró más. No eran simples lágrimas las que mojaban sus mejillas, sinó un llanto compulsivo y desgarrador que hizo a Naruto preocuparse por su estado.

—Sasuke, no hagas esto...— rogó conmocionado, notando como el delgado y grácil cuerpo del doncel comenzaba a temblar encima del escritorio —Sigo aquí contigo, ahora... Ven...— señaló y lo tomó en brazos, permitiendo que rodeara fuerte sus hombros y escondiera el rostro en su cuello, antes de dejar el despacho con rumbo a su habitación.

Todos los sirvientes se apartaron del camino, y por un momento los pasillos quedaron vacíos mientras el sultán avanzaba a paso lento y seguro, sin dejar de consolar a su esposo con leves caricias de su mejilla. Encontraron la habitación del sultán ya en penumbras. Pocas velas eran fuente escasa de luz para la gran estancia principal y Naruto avanzó hasta un lecho de cojines en uno de los extremos, el cual era alumbrado por un solo candelabro. Sasuke se quedó sentado en el blando lugar, observándolo moverse mientras abrazaba sus rodillas e hipaba. El monarca regresó con dos copas y una jarra de delicioso y embraigador raki. Le sirvió un poco y se lo dió, sorprendido de ver a Sasuke beberlo como si fuese agua, para después comenzar a toser y pedirle más.

—¿Su majestad cree que emborracharme hará que mis sentimientos mengüen?— preguntó en un sollozo y Naruto sonrió.

—Claro que no, pero sí logrará que te relajes. Nada de lo que pueda decirte en este momento te aliviará— admitió —La partida es inevitable, pero mientras más pronto me marche, más rápido regresaré contigo. Sasuke volvió a beber en silencio y después apoyó la barbilla en sus rodillas, siguiendo las manos del sultán con la vista, cuando este alcanzó su larga trenza y la llevó a su nariz —A veces quisiera no ser quien soy, vivir en una cabaña en las montañas con Menma y contigo, alimentarlos con lo que cace...— murmuró pensativo, acostándose a su lado y apoyándose en un codo —Si volviera a nacer, esa sería una buena vida— suspiró con una sonrisa —Aunque no sé si un príncipe doncel, escogería a un campesino en lugar de a un sultán— añadió y Sasuke se empinó otra vez la copa entes de arrojarla a un lado y subirse encima de él, obligándolo a quedar bocarriba y con los ojos muy abiertos.

—Cuéntame más— pidió con un leve puchero y el sultán colocó ambas manos debajo de su cabeza, haciendo lucir su pecho realmente amplio.

—Iríamos a bañarnos al río, durmieramos a nuestro hijo después de cenar junto a la hoguera, te tomaría bajo las estrellas y así pudiera comparar si son más hermosos tus ojos o la noche estrellada en los riscos— continuó, mirándolo fijamente y logrando que Sasuke sonriera en medio de un suspiro, pues las palabras de amor colorearon sus mejillas.

—No sé cocinar nada— admitió risueño.

—Eso no sería problema, te enseñaría. Lo haríamos juntos— señaló cariñoso y cerró los ojos —Sasuke, solo deseo verte cada día de mi vida, poder estirar mis brazos y recibirte cuando te añore, estar seguro de que te hago feliz, así tenga que entregarlo todo para ello.

—Naruto...

—Cubrí tu rostro cuando te encontré, y en ese instante me sentí ladrón, un hombre, que ha pesar de su estatus, no merecía tesoro tan hermoso ¿Pero qué otra cosa podía hacer?— preguntó al aire y sonrió, mientras con lentitud quitaba las joyas de la cintura del doncel —Así como robé el trono, quería robarte y tenerte para mí, solo para mí. Que tu belleza no fuera precenciada por nadie más, que esa piel tan exquisita y tu aroma tan dulce, fueran solo míos para disfrútalos cada vez que quisiera— deslizó sus dedos por el abdomen descubierto del doncel, quien se estremeció y jadeó, con sus sentidos un poco embotados por la bebida. Luego Sasuke se sobresaltó un poco cuando el sultán clavó los dedos en la seda de su top y lo rasgó de un gesto brusco, rompiendo la carísima tela y haciendo saltar por doquier una veintena de gemas y perlas que tenía incrustadas.

El haseki permaneció quieto mientras ahora el sultán se afanaba en desatar su trenza, logrando que su cabello negro cayera en cascada a su alrededor, sedoso y brillante cual ébano líquido. Ya para ese punto y sabiendo el inevitable encuentro, removió sus caderas sobre la notoria erección del monarca, quien no detuvo sus acciones hasta tenerlo totalmente desnudo, solo dejando el anillo de safiro en su dedo, ese que Sasuke observó por un leve instante antes de igualmente comenzar a desvestir a su esposo.

Sería una despedida secreta, se amarían hasta el amanecer por si era la última vez que sus cuerpos se unían, pero ninguno de los dos diría un adiós odiado y definitivo; ninguno presagiaría la desgracia, pues sabían que no podrían vivir si su par faltara. Ese sentimiento se hizo sobrecogedor cuando el doncel encorvó su columna al recibir a su esposo en el interior, provocando que las puntas de su cabello rozaran los muslos del sultán. Lo miró por entres sus largas y húmedas pestañas, manteniendo sus labios entreabiertos y entre gemidos, los leves movimientos de sus caderas guiados por las manos cálidas de su esposo, lo hicieron percatarse de cuan profundo había llegado. Entonces se inclinó a besarlo, y Naruto lo abrazó tan fuerte y con tal devoción, que otra vez comenzó a temblar a pesar de la relajante bebida, perdiendo toda su embriaguez y ahora quedando completamente entregado al hombre que lo poseía.

Las ebras negras de su cabello quedaron desparramadas sobre los cojines, cuando el sultán lo volteó y se colocó encima, juntando sus frentes a pesar del leve y lento vaivén. Sus labios se encontraron una vez más, sus lenguas danzaron al compás e ignoraron completamente el mundo al recibir su primer orgasmo, el que no fué motivo para que detuvieran sus acciones.

****

Un poco agotado, por sin el más mínimo deseo de conciliar el sueño, Naruto miró a su haseki, quien respiraba pausadamente mientras dormía. El como había llegado a quererlo tanto y cambiar totalmente las leyes y el estilo de vida que se suponía que un sultán tuviera, se le escapaba, pero no podía ni siquiera imaginarse yacer con otra persona que no fuese él, aunque aún tenía reservas al expresarle sus temores, quizás para no verlo sufrir. Y justo para asentuar su inquietud, una brisa fría entró por la ventana y apagó cada vela en la habitación, provocando que el doncel se estremeciera de frío. Naruto frunció el ceño y lo cubrió con una manta, luego miró a la noche.

—No estoy dispuesto a perder, no moriré por tus errores, padre. No tengo ninguna intención de hacer que mi haseki cumpla su promesa tan pronto— gruñó entre dientes y tras unos segundos en los que recuperó su temple, se puso de pie y comenzó a vestirse, aún sin la ayuda de sus sirvientes.

Las primeras luces del amanecer no fueron vistas por ninguno de los dos, pues cuando Sasuke, entre sueños, abrió levemente los ojos, el sultán lo llevaba otra vez en brazos a través del túnel que conectaba los dos palacios. Lo dejó en la cama grande junto a su hijo y despidió a la somnolienta Karin con un gesto, entonces se sentó y los observó silenciosamente, conociendo que el haseki estaba despierto aunque mantenía sus ojos cerrados y no se atrevía a mirarlo. Sus labios se fruncían y su barbilla temblaba, pero escondió sus expresiones en la blanda almohada y abrazó al príncipe como consuelo, cuando Naruto dejó un beso en la cabeza de ambos. Después el movimiento del colchón le hizo saber a Sasuke que su esposo se había puesto de pie. Sus pasos se escucharon apenas debido a las alfombras, y el chirrido de la pesada puerta fué el detonante para más lágrimas y un miedo tan agudo, que lo dejó sin aire.

—Regresa.... regresa, regresa regresa....— balbuceó desconsolado —Regresa conmigo, mi sultán...

El favorito del Sultán (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora