33_La ubicación del alacrán

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Némesis

Cautelosa, así suele ser Lucrecia Anderson. Desde que colocamos los localizadores no ha habido movimiento alguno. Aún permanecen las armas en un almacén abandonado a las afueras de los ángeles. Apuesto que es el mismo sitio donde permanecí cuando me secuestró.

Estoy casi segura que es la guarida de los alacranes donde la reina se encarga de planear cuál será su próximo movimiento. No hemos actuado porque me interesa no solo atraparla a ella sino a la persona a la que venderá la armas.

Chad duerme, debe estar muy cansado, hace días que no duerme y hoy que lo ha intentado ha tenido pesadillas. Mientras vigilo su sueño me encargo revisar el localizador. Atenea me ha mantenido al tanto de los escasos movimientos de mi madre. No confía en mí, por ello la tardanza, o quizás se haya dado cuenta de que hemos sembrado una trampa. Pero de haberlo echo ya nos hubiese mandado a cortar la cabeza. Debo de mantener la calma. Se que se moverá, y cuando lo haga. La atraparemos. Me liberaré de ella y habrá acabado todo.

Apago mi celular cuando Chad se remueve en la cama. Me quedo viéndolo por unos segundos antes de acostarme a su lado y besar su frente.

¿En qué demonios estaba pensando cuando quise hacerle daño a gente inocente?

¿Cómo se puede ser tan idiota y ciego para no darse cuenta que el verdadero problema siempre estuvo frente a mis narices?

A veces somos inconscientes de lo que está pasando alrededor e incluso a nivel interior. Siempre tuve miedo de mamá; miedo y una rabia acumulada, mezclada con resentimiento. Sabía bien en el fondo que no era buena, que algo dentro de ella no funcionaba adecuadamente, que su alma era oscura y carecia de amor. Pero me mentía, me obligue a pensar que talvez era así porque había pedido a mi padre, a su familia. Sin embargo sus ojos brillaban de ambición y egoismo. Solo le importa si propio bien y corromper a todos su alrededor.

Y no se imaginan el dolor que siento. Nunca conocí a mis abuelos, ni a mí padre. Solo el cariño a medias que me daba lucrecia, y a Atenea. En Texas todo era sufrimiento, castigos y atrocidades. Una niña no tenía que ver todas aquellas cosas. Golpes, como a su alrededor desaparecían las personas sin saber porque o hacia donde iban cuando mamá decía que se portaban mal.

Allí nos golpeaba, enteraba sus uñas en nuestros rostros y nos encerraba en una oscura habitación hasta que las cosas nos salieran como ella quería. Quise escapar, pero no pude. Mis doce cortos años no eran suficientes para poder con dos hombres tras de mi. Tropecé y mis rodillas se rasparon, luego mi madre golpeó con un cinturón estas hasta que sangraron. Dijo que dejaría marca, para asegurarse de que nunca más lo volviera hacer. Que cada que vez que viera las marcas iba a recordar cuánto dolían y nunca más me atrevería a cruzar el portón. Así fue, jamás lo hice.

Hoy solo espero con ansias el día de ser libre, de dejar aquella niña de doce años abrir el portón y salir. Porque duele vivir fuera sabiendo que tu mente está presa en otro sitio. No puedes ser feliz, nunca lo podré ser. Porque ser libre equivale a volar sin alas, y Chad representa las alas en mi cuerpo.

La mañana llega con prontitud. Abro los ojos hasta captar con estos una cama vacía a mi lado. Miro a todos lados en la habitación y no hay rastro suyo. Suponiendo que se encuentra en el baño voy en su búsqueda pero es en vano.

Antes de bajar decido ducharme y tras hacerlo me encamino a la cocina dónde me encuentro con Tomás en un horrible estado emocional. Juega con su desayuno mientras su vista está en otro lado.

__¿Señor Benson? __me acerco a él. Pero no contesta. Estará perdido en alguno de sus pensamientos o recuerdos. __ Tomás ¿Está bien? __dirige su vista a mi.

Némesis[✔️] ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora