VIII

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OBRA DE ARTE

~Charlotte~

—¡MALDITOO!

Dio un golpe a la puerta.

—¡COMO SE ATREVE A TOCAR A MI MEJOR AMIGA!

Otro golpe.

—¿Te quieres calmar? —dije con los oídos tapados.

—¡NO!

Di un suspiro de cansancio. Me tiré de nuevo en el sofá mientras una Kira, roja de la cara caminaba por toda la casa tratando de salir dando golpes por todas las salidas.

Me duele la cabeza.

—¡Dame ya las llaves! ¡Iré a destrozar a ese maldito yo misma! —la manera en que apretaba los dientes para hablar no es normal.

—Ya te dije que no logro hacerme nada, ya quédate tranquila. —Intente calmarla.

¿Para que iría? ¿Para reclamar algo que no paso? No, ella se queda aquí conmigo.

—¡Menos mal! Iré y le dejaré muy claro que no se vuelva acercarse a ti. Lo que no quedará claro es su rostro, lo voy a moler en cachitos. —Hizo un marañero con sus manos simulando lo que le haría a John.

Apreté los labios recordando todo lo que pasó.

—No te dejare salir de aquí hasta que te calmes. —Me mira como si quisiera matarme a mí también—. No quiero hacer más grande este problema Ki.

—Pues espero que tus ventanas sean de acero porqué yo saldré de aquí tarde o temprano. —Se cruzó de brazos apoyando todo su cuerpo en una cadera.

Tengo que calmarla. No quiero que todo se vuelva más grande. Que vergüenza. Y sería un gran problema con los medios de comunicación, es increíble la velocidad con la que viajan las cosas por el internet.

Además mi padre me va ha matar si algo así mancha la imagen de la familia.

Me levanté para acercarme ha ella a pasos precavidos.

—Por favor —hice un puchero—¿Podrías dejarlo pasar está vez?, mira estoy bien. —Le sostuve una mano—. No me pasó nada. No quiero que te haga nada Ki.

Estaba funcionando mi pequeño chantaje. Lo sé porque su rostro se relajo un poco al escucharme hablar más cálida.

—Tienes el brazo rojo, ¿Cómo me pides que me calme? Estuvo apunto de pasar una desgracia. Desde niñas nos cuidamos la una a la otra. No puedo dejar esto así.

Eso es cierto una vez la defendí de una niña que se burlaba de ella porque su madre murió cuando dio a luz y le decía que ella la mato.

Es increíble la crueldad que puede tener un pedazo de carne andante. Los llaman niños.

Ki no me lo dijo, yo me enteré por otra persona, me hice cargo de esa niña y nunca más se volvió a acercar a Ki. Y así con cualquiera que ha intentado hacerle daño.

—Se que tú jamás dejarías que me pasará algo. Entiendo que estés enojada, pero no quiero que esto afecte mi imagen sabes lo que mi padre me haría. Solo quiero que te quedes conmigo esta noche es todo lo que necesito en este momento. Por favor.

Necesito convencerla no quiero que vaya.

—Charlotte yo…

—John no merece ni una mínima de nuestra atención. Te lo pido yo ¿es que no puedes hacer eso por mi? —Le hice ojitos.

Apretó los labios tratando de tranquilizarse finalmente me abrazo.

—Solo me quedaré tranquila porque tú me lo pides. —Se rindió. Por fin.

Fuego Rojo Y Azul ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora