XI

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CORRE

~Rick~

¡RINNNNNNNNNN!

Me puse de pie muy motivado, me estire un poco para relajarme y, baje a desayunar más feliz que nunca.

—Buenos días mi querida Clara. —Le plante un beso en la frente.

La vida es tan hermosa. Tan brillante.

Me miró por unos segundos confundida.

—¿Por qué estás tan feliz? —dejo el plato que llevaba en manos para observarme mejor.

—Porqué es un día hermoso Clara.

—No —lo pensó un momento—. Tu siempre bajas cómo alma en pena cuando tienes que ir a entrenar y hoy tienes entrenamiento así que algo te sucede.

—¿Y mi desayuno? —cambie el tema—Porque mi hambre sigue igual que todos los días, por si preguntas.

—No me hables así jovencito —me regaño moviendo un dedo—. Yo te crie merezco más respeto.

Le sonreí a forma de disculpa. Ella solo me pasó un plato de comida dando el tema por perdido.

—¿Resolvieron el problema que tenían? Lo del integrante faltante —pregunto mientras yo comía.

—Sí —Deje el sándwich en el plato—. Hoy la presentaremos al entrenador.

Y a todas las pirañas hambrientas de mis compañeros. Dónde alguien se le acerque.

—¿Es un chica? —Sonrió levantando una ceja— no me lo habías dicho, ¿Es bonita?

—Sí —respondí sin pensar con una sonrisa. Cuando me di cuenta la borre por completo— Sí, es una chica —aclare—. No me he fijado si es bonita o no.

Seguí comiendo para disimular.

—Claro.

No sabía que hacer para que me dejara de mirar. Si me quedaba ahí un minuto más iba a terminar soltando todo.

—Mira la hora que es, se me va hacer tarde —me levanté del asiento y me tomé el jugo de naranja muy rápido—. Hasta luego nos vemos en la tarde o en la noche no tengo idea a qué hora llegaré. Te quiero.

Salí de la cocina para subir a mi habitación. Tomé lo primero que vi de deporte en mi armario, mi arco y salí de casa.

Llegué más temprano de lo normal, aún faltaban treinta minutos para que la clase empezará.

Busque a Sami en el extenso campo verde. La vi cerca de las gradas. Se encontraba calentando. Ella siempre llega antes que yo. Así vivamos en la misma casa dice que no está dispuesta a llegar tarde por mí. Así que cuando me despierto ella ya no está en casa.

Cuando me vio llegar formo una mueca confusa.

—¿La mansión Dagger explotó?

—¿Qué? —Fruncí el ceño sin entender.

—Es que es la única forma que tú te levantes a la primera alarma y llegues temprano. Siempre llegas cinco o diez minutos después que empieza el entrenamiento —siguió estirándose.

Eso no es verdad.

—¿Porqué hoy todo el mundo cuestiona lo que hago?

—Porque te comportas extraño.

Sami le sonrió a alguien a mis espaldas. Por un segundo creí que sería Charlotte, pero no era ella, era el mangoneado.
Paso por mi lado, le dio un beso a su novia y me miró justo como Sami lo hizo hace un minuto.

Fuego Rojo Y Azul ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora