XXXVI

1.1K 45 11
                                    

CELOS

~Rick~

-Entonces... ¿Eres alérgica al chocolate y no te gustan los ramos de flores? Eso desafía todos los clichés románticos de las películas

-¿Qué te puedo decir? Soy inigualable -respondió con altivismo.

Se quedó viendo la nieve caer por la ventana del coche, mientras yo terminaba de entrar en él. Acabamos de aterrizar de nuevo en Canadá, y la nieve ya está cubriendo muchos sitios y el frío también. Charlotte luce magnífica con su abrigo, es muy grueso de color rosa, es de peluche. Tiene guantes blancos y, abajo del gran abrigo, trae puesta una blusa blanca de manga larga de algodón, y unos pantalones del mismo color.

-Lotty.

volvió contigo.

-Dime, amor -se acercó más a mí muy cariñosa. Cada que me llama así y se comporta así, el corazón me da un salto. Quiero toda la vida estar así con ella.

-¿Quieres venir a mi casa y dormir conmigo hoy? -le pregunté algo nervioso por cómo lo tomaría-. Tienes tus maletas y ropa. Tendrás todo para estar lista para ir mañana a la...

-Sí, quiero, Rick -llevó su mano a mi mejilla, dándome caricias, y yo cerré mis ojos-. Me encanta cuando te pones nervioso.

-Yo no estoy nervioso -mentí, girando mi cabeza a otro lado para que no me viera.

Esa sensación de nerviosismo me ha estado atacando desde el día de ayer y no me ha querido soltar. Cualquier cosa que ella haga me pone nervioso. Cuando se me queda viendo demasiado, o me besa, o cuando me toca. Jamás me había pasado esto.

-Siempre que mientes, miras a otro lado. Así que si estás nervioso.

¿Desde cuándo me conoces tanto?Tengo que tener más cuidado con lo que digo.

-Mjum -dije simplemente.

La atraje hasta dejarla pegada a mi cuerpo y la besé para distraerla y que se le olvidara mi nerviosismo. Pero pronto, más nervios me atacaron.

¡Aaah! Maldición, ¿qué pasa? Es una sensación que recorre todo mi cuerpo, me manda cosquilleos a cada rincón, haciendo que me tiemblen las manos.

Intenté dejarlos atrás y disfrutar de los besos y pequeños mimos que ella me da. Soy como un niño disfrutando de que le den cariño. Y es raro, me gusta mucho cuando lo hace, pero no permitiría que nadie más, que no sea ella, haga lo mismo conmigo.

Solo en sus manos me permito ser débil.

Yo solo quiero que ella me vea así. Nadie más.

-Tengo mucho sueño -dijo después de un rato y se recostó en mi pecho cerrando los ojos.

-Ya estamos cerca -comencé a acariciar su cabello, relajándola.

Se quedó recostada en mi pecho, intentando no dormirse durante todo el trayecto, hasta que no pudo más. Cerro sus ojos y se quedó dormida a la mitad del camino.

Me quedé viendo su imagen angelical. Es tan hermosa, tan bella. No puedo creer que alguien fue capaz de hacerle daño a mi pequeña niña. Como quisiera borrar todas esas heridas.

Se me hace chiquito el corazón de solo imaginar lo mal que la pasó esa noche cuando ese imbécil la drogó. No entiendo por qué existen personas tan... podridas.

Sé que ella no lo recuerda, pero eso no quita nada. La rabia me vuelve a atacar cuando recuerdo lo mal que estaba ese día. Quisiera revivir a ese maldito y volverlo a matar.

La abracé con fuerza, intentando protegerla incluso de sus pesadillas. No quiero que me la vuelvan a tocar. No quiero. Yo haré todo lo necesario. Si ya fui capaz de matar por ella, ahora no hay marcha atrás y ya nada me podrá detener. Ya no tengo tengo límites para protegerla.

Fuego Rojo Y Azul ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora