XXXI

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Hola pequeños, quiero avisar que este capítulo estará algo largo. Más largo de lo normal.

Necesito dejar muchas cosas en claro y hacerles entender la gravedad de otras.

Please no odien a mi Charlotte por las cosas que hará aquí. No me siento muy bien cuando hay mensajes de odios. Recuerden que todo es ficción.

Disfruten la lectura.

FELIZ ÚLTIMO DÍA DE TU VIDA

~Rick~

Han pasado dos días más, donde no me he separado de Charlotte ni un segundo. Los chicos vienen a verla en algún punto del día y luego se van por tareas o cosas que tienen que hacer; yo me quedo con ella.

Los golpes en el rostro han desaparecido. Los de su abdomen siguen ahí. Lo sé porque he seguido explorando partes de su cuerpo. Se queja siempre que nunca llegamos a la parte más interesante, pero prefiero esperar a que esté mejor; por ahora, solo me enfoco en darle placer a ella. Solo me río por sus quejas cuando me niego a más.

Hoy por la mañana no la encontré en su habitación, ni en la cocina, ni en ninguna parte de la casa, hasta que salí al jardín y la vi sentada en el pasto frente a las flores que le regalé.

Algunas las acomodó bajo un árbol grueso; alrededor del tronco también colgó algunas, volviendo el espacio muy acogedor.

Su jardín es grande y todo está muy bien ambientado. Hay muchos colores y muchos árboles grandes y gruesos. Frente a algunos hay bancas rectas. También hay muchas flores que ya están perdiendo sus pétalos por el frío. Hay tres fuentes que no falta mucho tiempo para que se congelen; a estas fuentes las rodean arbustos.

Charlotte está sentada en el pasto, apoyando su espalda en las raíces del gran árbol. Tiene los ojos cerrados con expresión triste.

—Charlotte.

Provoque un susto en ella qué la hizo saltar y abrir los ojos rápidamente con susto.

Cuando vio que era yo, se relajó, y una sonrisa débil iluminó su rostro.

—Rick.

Me senté a su lado, y casi por instinto, ella se levantó para venir a mí y sentarse entre mis piernas, dejando su espalda contra mi pecho.

—Abrázame —pidió en un susurró.

Antes de que terminara de hablar, ya la estaba rodeando con mis brazos, sintiendo su calor y su vulnerabilidad. Recostó su cabeza en mi brazo, soltando un suspiro que me hizo sentir su pesar.

—¿Qué pasa Lotty? —deposite un beso en su mejilla.

Mientras la abrazaba, sentía su tensión, su necesidad de consuelo. Su tristeza era palpable, y yo quería absorberla, hacerla desaparecer. Pero su tristeza parecía absorberme a mí. Es muy fuerte. Demasiado.

Mi corazón comenzó a latir con preocupación ya que no decía nada. Lo cual es normal en ella, pero necesito saber que le sucede y poder apartar esa tristeza.

Me ajusté para que estuviera más cómoda, y ella se acurrucó aún más en mi pecho, su calor y su cercanía me envolvieron en una sensación de paz. Pegué mi mejilla a la suya y así nos quedamos, en un silencio cómodo, solo escuchaba su respiración y sentía su cuerpo subir y bajar. Sus dedos daban pequeñas caricias inocentes trazando pequeños círculos con su pulgar en mi brazo. Yo respondí con minúsculos besos en su mejilla o en su hombro.

La calidez del sol se filtraba a través de las hojas del árbol, bañándonos en una luz suave y cálida. Dándole a su rostro más belleza de la que ya porta.

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⏰ Última actualización: 5 days ago ⏰

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Fuego Rojo Y Azul ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora