XXXVII

1K 30 10
                                    

~Charlotte~

Que día más aburrido. Ya no aguanto trabajar más. Odio trabajar. Me roba demasiado tiempo y de las energías ya ni hablamos.

Despues de un largo día ya voy de salida de mi oficina con mi dolor de cabeza atrás de mí.

Ya me tiene harta.

—¿Escuchaste lo que te dije? —pregunto Rodolfo.

—Sí  —mentí. Sabrá el cielo que rayos me dijo y no me importa.

Solo quiero salir de este edificio y ir a mi casa a dormir. Estoy muy cansada. Todo el día me la pase trabajando al máximo tratando de liberar trabajo.

No quiero que nada me quite tiempo. Quiero aprovecharlo en algo más que trabajo. O mejor mejor dicho en alguien más.

Sí, en mi novio.

Adoro estar junto a ese hombre podría estar pegada a él toda la vida y no me arrepentiría de pasar cada minuto junto a él.

... creo que que estoy yendo muy rápido. Ahora que lo pienso ¿Será que Rick piensa que voy muy rapido?

—Espero que si puedas asistir.

¿Asistir a donde? ¿Qué rayos dijo?

—Ajá.

—Nos vemos en la cena de cada mes que tenemos —se dio la vuelta para irse cuando vio que mi atención no está en él.

—Esta vez no podré asistir —informe antes que se fuera sin dejar de ver uno de mis tantos celulares de trabajo—. Lo dejaremos para el siguiente mes.

Se detuvo en seco y giró sobre su propio cuerpo. Su confusión no la pasé desapercibida al igual que el enojo que esta creciendo cada vez más y más.

—¿Y porqué no? —pregunto con poca paciencia— ¿Tan ocupada te tienen?

Solté el aire de mis pulmones ignorando lo que dijo.

—Pues sí, me tienen muuuuuy ocupada —lo provoque más—. Pero ese no es la razón. Te había dicho antes que iré a Columbia para la competencia que tendré con mi equipo.

Ya deseo estar allá. Extraño ese sitio.

—Con Dagger —resumio la cantidad de personas a Rick. ¿Qué rayos le importa a él?—. Te vas a ir con ese imbécil a Columbia.

—Mas cuidado como hablas de él —separe al instante mi atención del teléfono para detener su ofensa—. Rick es mi novio ahora y no tienes porque meterte en mi relación de ninguna forma.

—¡¿Desde cuando ese imbécil te importa tanto?! —me grito enfrente de toda la maldita oficina.

Algunos empleados se detuvieron mirando a Rodolfo qué esta que hecha chispa. Y solo con eso comenzaron a murmurar en un segundo.

—Baja la voz —pedí viendo cuantas miradas caían sobre mí—. Y ya te dije que no lo llames así. Deja de ser tan infantil.

Muy ofendido se acercó aun más a mí querido tomar mis brazos, me hice para atrás alejando mi cuerpo de él y más se enojo.

—Tú no puedes ser pareja de ese, Charlotte —dijo con desesperación.

—No te estoy pidiendo permiso —espete con molestia—. Déjame en paz.

Comencé a caminar al elevador llevándome miradas de todos los presentes que vieron el maldito show de Rodolfo. Que vergüenza.

Ni Rick me hace estas escenas.

Fuego Rojo Y Azul ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora