DOS

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Sofía

Mi puño conecta con su nariz, la sangre brota como una fuente.

—Me tocas otra vez y te golpearé hasta matarte, malparido, hijo de puta.

El pelado se aleja de mí cubriéndose la nariz con sus manos, así aprenderá a no tocarme el trasero otra vez. Entro en mi casa, las manos se me van a caer con el peso de las bolsas del mercado.

—¡Má, estoy en casa!— grito.

Mi madre me saluda desde su habitación. Dejo las bolsas de comida sobre la encimera de la cocina. Nuestra casa no es grande, solo tiene un dormitorio, que es el que ocupa mi madre, yo duermo en el sofá desde que cumplí diez años, no quería que mi madre estuviera muy incómoda conmigo en la cama. Guardo la comida cada una en su lugar, luego saco las medicinas de mi madre de la bolsa pequeña; respiro hondo, sé que no están todas las que necesita, pero es lo que he podido conseguir con lo que he ganado hoy trabajando con Reynaldo. Voy a la habitación con mi madre, ella sonríe cuando me ve, no me gusta verla tan demacrada, hay ojeras bajo sus ojos, sus pómulos están muy marcados por su falta de apetito.

—Ven aquí, hija— me dice.

Me acuesto a su lado, apoyo mi cabeza en su pecho, sus brazos me rodean por los hombros y la barriga. Me da un beso en la cabeza.

—Te he echado de menos— me dice.

—Y yo a ti, má.

—¿El señor Reynaldo se ha portado bien contigo?

—Es un viejo pesado.

Mi madre se ríe suavemente. Echo la cabeza hacia atrás para mirarla a los ojos, son tan negros como los míos, me parezco mucho a ella físicamente.

—¿Te ha ido bien el día?— me pregunta.

—Sí, má. He ganado suficiente para comprar parte de tus medicinas y comida.

—Perdóname por no poder hacer nada más que estar postrada en esta maldita cama.

—No es tu culpa, má; no quisiste enfermar.

—Debería haber demandado a la empresa que me contrató.

—No tenías cómo hacerlo, má; lo entiendo.

La abrazo más fuerte, sé lo culpable que se siente, pero no debe hacerlo. No fue su culpa que la empresa para la que trabajaba usara cadmio en grandes cantidades y no protegiera a sus trabajadores. Mi madre, como muchos otros, desarrolló una enfermedad renal crónica. Algún día necesitará un trasplante de riñón, cuando su único riñón deje de funcionar, y pronto necesitará diálisis. No sé cómo voy a hacer para pagar ese tratamiento, buscaré una solución, sea cual sea; no voy a dejar que mi madre muera, ella no puede irse de mi lado.

—Voy a prepararte la comida, má. Reynaldo me ha dado el pescado que no ha vendido.

—¿Luis vendrá hoy?

—No lo sé, supongo que sí.

A mi madre no le gusta Luis, no sé por qué, nunca me lo ha dicho. Él es un hombre bueno, ayuda a los demás y siempre se preocupa por todo el mundo. Nunca me ha hecho sentirme menos por ser pobre, él es un chico de una familia acomodada, no son ricos, pero tienen una bonita casa y buenos trabajos. Creo que a mi madre no le gusta él por culpa de sus padres, cuando Luis me los presentó no les gusté, dijeron abiertamente que yo era una arribista. Nunca me fijé en el dinero de mi novio, él me gusta por cómo me trata.
La puerta suena cuando ya tengo la comida de mi madre lista. Me acerco a abrirla, mi mandíbula se aprieta cuando veo quién está delante de mí llamando a mi puerta.

EL REY #1 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora