OCHO

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Sofía

—Mario, basta, tienes que irte a trabajar.

Sus labios recorren mi cuello, mis hombros y mi pecho.

—Puedo ordenarle a Tadeo que se encargue de todo.

Niego con la cabeza, ni siquiera me puedo mover, me tiene atrapada entre su cuerpo y el colchón, no puedo usar mis manos, las tiene a cada lado de mi cabeza con nuestros dedos entrelazados.

Papi— me rio— Sandra me pidió ayuda con la fiesta, quiere que vaya con ella a tu club.

Su boca se detiene abruptamente en el hueco entre mis pechos, sus ojos se fijan en los míos.

—¿Mi club?— pregunta— No es mi club, es nuestro club. Eres mi esposa, todo lo mío es tuyo, lo que me recuerda algo.

Mario se levanta de la cama, se acerca a la cómoda y abre el primer cajón, saca una carpeta del interior. Me muerdo el labio inferior, me encanta verlo desnudo, nunca he visto a un hombre tan grande como él, tan musculoso. Me encanta porque me siento muy protegida, él me cuida mucho, siempre. Se sienta de vuelta en el colchón, abre la carpeta y me la entrega junto a un bolígrafo.

—Tienes que firmar aquí.

Lo miro avergonzada.

—¿Qué ocurre?— me pregunta.

—No sé leer muy bien— digo en un hilo de voz— No entiendo qué estoy firmando.

Me toma por la cintura y me sienta en su regazo.

—No es nada importante, sólo es una cuenta corriente que he abierto a tu nombre. Tu firma es necesaria para activar la tarjeta de crédito.

—¿Una cuenta corriente? ¿Del banco?

—Sí, hay dinero en ella, es para cuando lo necesites o cuando quieras comprarte algo.

—¿Y puedo comprar algo para mi madre?

Mario sonríe, me da un beso en el hombro.

—Esa cuenta es sólo para ti, tu madre ya tiene la suya, pero sí, puedes comprarle a tu madre todo lo que quieras, ese dinero es tuyo.

—Gracias, Mario, estás haciendo muchas cosas por nosotras, mi mamá está mejorando gracias a ti.

—Sofía, quiero que sepas que haré cualquier cosa por ti.

Pongo mi mano en su mejilla y le doy un corto beso en los labios, me gusta hacerlo, él es tan bueno como mi madre dijo que era. Firmo el documento de la carpeta.

—Si le dices a Sandra que te ayude con la lectura lo hará— me dice.

—No quiero que nadie más se entere de eso.

—Ella no dirá nada. ¿Quieres que hable yo con mi hermana?

Asiento con la cabeza, dejo la carpeta a un lado en la cama, me siento a horcajadas sobre su regazo y lo abraza por el cuello, sus brazos me rodean por la cintura.

—¿Tienes un vestido para ponerte esta noche?— me pregunta.

—Sí, Sandra dijo que me había comprado uno, no me lo ha querido enseñar aún.

Mario suspira.

—Espero que no sea como me lo estoy imaginando— dice.

Rompo el abrazo para mirarlo a los ojos.

—¿Cómo te lo imaginas?— le pregunto.

—Demasiado revelador, no quiero convertir la fiesta de mi hermana en una sangría.

EL REY #1 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora