Mario
No pude aguantar más tiempo, no me importó nada más que tenerla en mi casa bajo mi vigilancia, así que, armé un plan y fui a por ella. Mis hermanos se quedaron con la boca abierta cuando les dije que iba a casarme con Sofía, juré que nunca me casaría con ninguna mujer. Y, ahora, aquí estoy, con mi prometida y su madre, a punto de entrar en mi casa, en su nuevo hogar. Carmen nos recibe en la entrada de la casa.
—Bienvenidas señoras— saluda a Sofía y Mariela.
—Sofía, no me llames señora— exige mi prometida.
—Como ordene— contesta Carmen— Mario, mi niño, tienes visita.
—¿Quién?
—La señorita Nadia y su madre la señora Jimena.
Respiro hondo a la vez que me pellizco el puente de la nariz con los dedos. Odio las visitas por sorpresa, saben que no deben venir a mi casa sin avisar, pero a esas dos parece que les gusta provocar mi ira.
—Carmen, enséñale a Hugo dónde está la habitación de Mariela y que el médico vaya para allá a revisarla— ordeno.
—Sí, hijo, siento no haberlas podido parar, ya las conoces.
Pongo mi mano sobre su hombro, Carmen lleva con mi familia desde que somos pequeños, es como una tía para nosotros, estuvo al lado de mis padres cuando se casaron y siguió con nosotros después de sus muertes.
—No te preocupes, Carmen, acomoda a Mariela y dale algo de comer, he interrumpido su almuerzo.
Le entrego la bolsa con las cajas de medicinas.
—Estos son sus medicamentos— le digo— Que el médico se encargue.
—No están todos— dice Sofía— No tenía dinero suficiente para todas las medicinas.
Paso mi brazo por los hombros de Sofía.
—Tranquila, el médico se encargará de todo, mami— le digo.
Ella aparta mi brazo con cara de enfadada.
—Sin tocar, pelado— me dice.
Una sonrisa se dibuja en mi cara, miro a Carmen, que también está sonriendo mientras nos mira como miraba a mis padres.
—El médico está en la cocina, iré a por para llevarlo a la habitación— nos dice Carmen, luego mira a Hugo, quien tiene a Mariela en sus brazos— Espera aquí, vuelvo enseguida.
—Sin prisas, Carmencita— contesta él.
—Ven conmigo— le digo a Sofía.
La empujo suavemente por la baja espalda hacia el salón.
—¿Te gusta la casa?— le pregunto.
—Es muy grande y muy hermosa.
—Ahora también es tu casa, mami.
Los ojos de Nadia de fijan en Sofía en cuanto nos ve llegando a la sala. Una vez me gustó mucho Nadia, sus curvas, su cuerpo pequeño y delgado, su piel trigueña, sus ojos oscuros como la noche, sus pechos turgentes, todo de ella me gustaba. Pero no fue suficiente para mí. Nadia y su madre se ponen de pie para recibirnos.
—Mario, querido— me saluda Jimena con una sonrisa.
—Jimena, Nadia, ¿qué hacéis en mi casa?
Los ojos de Nadia recorren a Sofía de arriba a abajo.
—Nadia, ¿qué hacéis aquí?— le pregunto.
Sus ojos se desvían de Sofía a mí.
—Mi padre quiere reunirse contigo para conversar sobre un asunto— me dice.
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EL REY #1 [Disponible en físico]
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