VEINTICUATRO

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Sofía

Observo las hojas de las palmeras moverse con el viento, hoy ha amanecido nublado, como cada día desde hace un mes. Mis días se han vuelto grises, el sol ya no sale para mí. He pasado el último mes pegada a la ventana de la habitación que sería de mi bebé mirando hacia la parte delantera de la casa, ella no está aquí, no sé dónde está y eso me ha matado por dentro. Mario me entregó la manta que encontró en la puerta de la iglesia, el olor casi se ha desvanecido, ya no huele tanto a bebé. Estoy perdiendo también su esencia.

—Sofía, tienes que comer.

Niego con la cabeza. No puedo probar bocado, tengo el estómago cerrado. Mi esposo me abraza por detrás.

—Hazlo por mí y por tu madre, por favor.

—No puedo, Mario, no tengo hambre.

—No puedes seguir así, mirando por esta ventana todo el día, cada día.

—¿Y si Tadeo regresa con ella?

—Estaremos aquí en casa esperándola.

—La necesito.

—Lo sé, amor mío, yo también la necesito. Ojalá pudiera intercambiarme por ella, lo haría sin pensarlo sabiendo que ella iba a estar contigo.

Giro la cabeza para mirar a mi esposo a los ojos.

—Vamos a la cocina a comer— me dice.

—No, no quiero ver a nadie.

—Tu madre te extraña.

Niego con la cabeza mientras las lágrimas caen por mis mejillas. Mi esposo prohibió la entrada a todos a nuestro ala de la casa cuando se lo pedí. No quiero ver a nadie que no sea él, James es el único que he dejado entrar en este lado de la casa y sólo un par de veces para que me revisara. Me había vuelto a abrir por dentro cuando Mario me dio la noticia de que no había encontrado a nuestra hija, empecé a desangrarme de nuevo.

—¿Quieres que traiga comida aquí?— me pregunta.

—No insista, por favor.

—Sofía, vas a matarte de hambre, has perdido mucho peso. Te lo suplico, come por favor.

Apoyo la cabeza en la ventana, mi esposo se aleja de mí. Bajo mi mirada hasta mis manos, mis huesudos dedos agarran la manta. Escucho a mi esposo alejarse de mí, me mata hacerle daño, cierro los ojos y los aprieto con fuerza.

Papi— lo llamo— Un sándwich está bien para mí.

Suelta una bocanada de aire.

—Te lo traeré enseguida— me dice.

Abro los ojos cuando la puerta se cierra. Llevo la manta a mi nariz, hay algunas manchas de sangre, sangre que pertenece a mi niña.

—Vuelve a mis brazos, Luna— murmuro.

Mi esposo regresa a la habitación un rato después, me entrega el plato con un sándwich y un vaso con zumo de naranja.

—Siéntate— me dice.

—No podré ver bien la calle si me siento.

—Sofía, por favor, sólo será mientras comas.

Asiento con la cabeza, mi esposo me ofrece la mecedora que compró para cuando nuestra hija vuelva, él se ha estado entreteniendo este mes trabajando y amueblando esta habitación para nuestra niña. Se sienta frente a mí en una silla.

—¿Ella está sufriendo?— le pregunto.

—Sí, la estoy haciendo sufrir tanto o más de lo que nosotros hemos sufrido.

EL REY #1 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora