el verano en que amé. (Conrad Fisher y tú)

Capitulo 19.

No sé porque la ansiosa era yo, quizás era por los recuerdos de mi baile, pero me sentía una perra por hacer esto, me levanté más temprano de lo usual y camine al único lugar que podría traerme paz.

La playa.

En el momento en que sentí la arena en mis pies me relaje un poco, me senté en la arena y tan solo miraba cómo las olas reventaban antes de llegar a la orilla, con un poco de suerte vería el amanecer.

Es hermoso.

Le saqué una foto con mi teléfono y se la envié a Lila, aunque no la vería de inmediato por la diferencia horaria.

—¿Qué haces aquí tan temprano?

Conrad.

—Solo buscaba un poco de calma—no me volteé a mirarlo—, la playa a esta hora es muy linda, los colores del amanecer iluminando el cielo son hermosos. Valió la pena despertar temprano para verlo.

Se sentó a mi lado y ambos miramos el mar y como el sol se elevaba poco a poco para tomar su posición.

—Gracias por el peluche.

Sonreí.

—Ya lo viste, ¿Qué te pareció?

—Creo que la señora Ross encontró a su alma gemela.

—¿Es así?—lo mire sonriente—. ¿Cómo se llama el alma gemela de la señora Ross?

—Junior mint.

—Suena bien, me alegro de que te haya gustado. Aunque no te mentiré, por un momento pensé que era un poco infantil darte un peluche.

Formule una pequeña sonrisa y sus ojos brillaban, su cabello estaba despeinado pero aún así se veía hermoso.

—No lo es, fue perfecto pero ¿Eso significa que estamos bien?

Asentí.

—Estamos bien, no quiero acabar el verano peleando contigo ni con nadie.

—Aún así me siento mal por ser un gran idiota.

—A este punto ya da igual, todos cometemos errores cuando no estamos bien por algún motivo, no te preocupes.

—No quiero que te sientas presionada a perdóname si no estás lista, yo lo entenderé.

—No seas menso. Ya te he dicho que te perdonaba.

—Yo, eh... me gustaría poder decirte todo lo que ha pasado pero no me corresponde, ¿podrías esperar un poco más?

Lo mire confundida pero aún así asentí.

—Está bien, puedo esperar.

—Gracias por entender.

No me quedaba otra opción, no podía obligarlo a desahogarse conmigo.

—No hay de que, Connie.

—Hace días no me llamabas así, se escucha bien.

—Hace días estábamos enojados, ¿no lo recuerdas? No te iba a tratar con amor.

—Sí con educación—respondió.

—Claramente, mi madre no crío a una maleducada.

—¿Sabes? Creo que algo quedó pendiente en el quincho el cuatro de julio, ¿no lo crees?

¿Se refería a el beso?

 No lo creo.

¿o si? 

—¿Qué sería eso?—pregunté divertida.