Capítulo 20

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Aenerys se encontraba con su padre, mientras este le contaba como conoció a su madre, pero un increíble nivel de dolor lo llevo a donde estaba ahora, en su cama, casi delirante. Asustándola, por su estado.

-Hija ven,-la llamó a su lado, Aenerys no era insensible al dolor de su padre, deseaba poder ayudarle,- Tienes que recordar, la canción de hielo y fuego el sueño de Aegon el conquistador.

-¿De que hablas, padre?

-Tienes que recordarlo, Rhaenyra, el sueño de Aegon el conquistador, que previo el final el mundo de los hombres...-él creía que hablaba con Rhaenyra no con ella, eso le hizo doler el alma.

-Padre, yo no...-intentó decirle pero, él la interrumpió.

-Escúchame, tengo que recordártelo, no lo olvides, comenzará con un invierno que sopla desde el norte. Aegon vio la oscuridad absoluta cabalgando sobre esos vientos, y todo lo que mora dentro destruirá el mundo de los vivos. Cuando llegue este invierno, Rhaenyra, todo Westeros debe oponerse a él. Y si el mundo de los hombres quiere sobrevivir, un Targaryen debe sentarse en el Trono de Hierro. Un Rey o una Reina.

-Padre, ¿Qué quieres decir? -decidió seguirle el juego, esto no se lo había contado nunca, se sentía mal por fingir ser su hermana para saber, pero lo necesitaba tanto.

-Aegon llamó a su sueño La Canción de Hielo y Fuego.-terminó en un balbuceo.-tienes que ser fuerte, proteger el trono, cuando llegue ese momento, podamos sobrevivir. Tienes que llegar al trono.

Aenerys se sentía contrariada, no podía creerlo, era solo un cuento pero, ahora parecía algo demasiado importante, un tesoro, que ella necesitaba para poder estar en casi igualdad de condición que su hermana mayor. Ella deseaba con todo su ser no tener que pelear contra ella, pero, si tenia que ser así, quería poder defenderse, y a los suyos.

-Descansa, padre, vendré más tarde.-murmuró Aenerys, despidiéndose, saliendo agitada de la habitación, sentía que traicionaba a su padre enfermo, pero, no a ella misma, se sentía ganadora, por primera vez en mucho tiempo había ganado.

Caminó con el mentón en alto, y se dirigió hacia los jardines, el triunfo no podría hacerla sentirse mejor, y nada dentro de esta fortaleza ni fuera la iban a bajar de esa nube.

Los días pasaron, y Viserys no recordaba lo que sucedió para tranquilidad de Aenerys. Las cenas ahora eran tranquilas, y sus hermanos discutían menos, ahora ella, necesitaba convencerlos, a ambos de tener esta extraña relación con ella. Dentro de poco, se reuniría con el consejo, como nueva en la mesa, como su igual, pero, mentiría si dijera que no estaba nerviosa, e insegura, aún así deseaba tener la seguridad de tener a sus dos prometidos de su lado.

Aenerys les pidió reunirse con ella, en los jardines, estaba nerviosa, mientras frotaba sus manos entre sí, no sabía como reaccionarían pero deseaba que entendieran, y que la quisieran como ella a ellos. Los vio a ambos salir de la fortaleza, dirigiéndose a donde ella estaba. Podía verlos discutir, pero se callaron al verla.

-Relájese, princesa, ellos entenderán, y si alguno de ellos, la trata mal, bien podríamos poner algo de veneno en su vino, si usted quisiera.-terminó por decir el Sir, con voz sombría, sacándole a la contraria una sonrisa.

-Gracias, Sir, lo tendré en cuenta, ahora vete.

-Como ordene, majestad. Estaré cerca, por si me necesita.-ella asintió mientras caminaba hacia sus hermanos.

-Princesa.-habló Aegon, con sonrisa pícara.

-Hermana,-saludó Aemond, ambos parecían diferentes en muchas cosas, como por ejemplo como la saludaban o como la trataban, mientras Aegon siempre quería tener contacto físico con ella, ya sea tomando su mano, o abrazándola, mientras Aemond, era feliz, solo con tenerla cerca, y poder escucharla y admirarla.

Sangre de DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora